Elijah Wald afirma que, para su generación, “Bob Dylan es importante por lo que hizo en los sesenta. Sin embargo, es importante ahora porque todavía es sorprendente. Si vas a un concierto de los Rolling Stones sabes que van a tocar ‘Satisfaction’ y cómo va a sonar. Si vas a ver a Dylan no sabes qué canciones va a tocar y aunque toque la que piensas puede que no la reconozcas porque va a tocarla como reggae”.
El músico e investigador estadunidense dice que “si me hubieras dicho hace un año que el próximo disco de Dylan (Shadows in the Night, Columbia, 2015) sería un tributo a Frank Sinatra, habría dicho que estabas bromeando. Además está el hecho de que realiza un centenar de presentaciones por año, lo cual ya nadie hace. Es único tan solo por su dedicación a seguir siendo músico y artista. No hay una estrella pop de su tiempo que haga eso ahora. Para la gente joven es un modelo impresionante, pero no un ejemplo comercial”.
Hubo un episodio, en los inicios de su carrera, por el que se acusó a Dylan de haberse vendido: fue cuando tocó un concierto eléctrico en el Newport Folk Festival de 1965. La respuesta de los puristas del folk fue de ira, ante lo que consideraron un acto de traición a la música tradicional, pero otros vieron a Dylan como el abanderado de una época nueva. No era la primera vez que tocaba electrificado, pero el hecho fue magnificado por la prensa y se convirtió en parte del mito, y el grito de “¡Judas!” volvió entre el público que lo escuchaba en una presentación posterior en Londres (por cierto, la guitarra que tocó en esa ocasión se vendió en una subasta en 965 mil dólares).
Autor de Escaping the Delta; Robert Johnson and the Invention of the Blues y How the Beatles Destroyed Rock and Roll, en su nuevo libro, Dylan Goes Electric! (Dey Street Books, 2015), Wald aborda este episodio controversial y el entorno en que ocurrió: el Newport Folk Festival. También presenta el contexto social, político y cultural de una época en que la música estaba a punto de perder su inocencia.
Al trabajar sobre el libro, el autor se preguntaba qué tanto era Dylan un músico de blues o de rock al principio de su carrera. “Esa fue una sorpresa. Había escuchado su primer disco, Bob Dylan (Columbia, 1962), y sabía que había blues en él, pero más que nada era folk. Pero al escuchar todas las piezas que había grabado para el siguiente disco, The Freewheelin’ Bob Dylan (Columbia, 1963), se subraya el hecho de que, primordialmente, pensaba en sí mismo como un cantante y guitarrista de blues”.
De hecho, agrega Elijah, “Columbia lanzó un disco de rockabilly de Dylan, antes del segundo álbum. Luego Peter, Paul & Mary tuvieron gran éxito con su canción ‘Blowin’ in the Wind’ y eso hizo que mucha gente volteara por primera vez hacia él y pensara que era un cantante de folk. Yo no me había puesto a reflexionar en el hecho de que él pensaba en sí mismo como un músico de blues o de rock en la escena del Greenwich Village en 1961. Así que, cuando se volvió eléctrico, regresaba a sus raíces, en lugar de hacer algo nuevo”.
Una de las tesis del libro Dylan Goes Electric! es que el rock cambió en 1965. “Antes de 1965, el rock era de grupos con gente que usaba el mismo tipo de ropa y cantaba canciones estúpidas para adolescentes. Cuando Dylan empezó a tocar eléctrico mucha gente sintió que ahora iba a hacer música estúpida. En esos días los Beatles eran todavía los muchachos guapos que cantaban: ‘quiero estrechar tu mano’ y ‘ella te ama, sí, sí, sí'”.
Mucha gente pensó que Dylan trataba de pasarse al pop, abunda el investigador. “Pero cuando fue abucheado y siguió tocando eléctrico en varias partes de Estados Unidos y en Inglaterra se terminó la sensación de que se estaba vendiendo y comenzó la sensación de que tomaba una decisión artística valiente. Y nadie había pensado antes en el rock and roll como una decisión artística valiente”.
Músico antes que poeta
El Dylan de 1965 ha sido malinterpretado, considera Wald, también autor del ensayo Narcocorrido: un viaje dentro de la música de drogas, armas, y guerrilleros (Rayo, 2001). “La gente siempre quiere trazar su historia como un autor de canciones, como poeta. Y no creo que eso esté mal, pues creo que es su mayor contribución. Pero debido a que contamos la historia de ese modo, es fácil olvidar que fue el primer cantante folk masculino joven firmado por una compañía discográfica de Nueva York. Eso ocurrió en un tiempo en que era cantante, guitarrista, armonicista y solo había escrito un par de canciones”.
Fue contratado como músico y no como compositor, abunda Wald. Y esto fue “porque era un intérprete emocionante. Lo loco del asunto es que cuando Peter, Paul & Mary la pegaron con ‘Blowin’ in the Wind’, sus fans eran seguidores del blues o del rock. A los fans de este grupo les gustaban los cantantes folk con voces bonitas, como la de Joan Baez, así que de repente Dylan era descrito como alguien que no puede cantar, no puede tocar, pero escribe increíblemente bien y, por tanto, ignoremos sus deficiencias”.