
Estoy escribiendo un libro que tiene que ver mucho con las mujeres, y haciendo mucho periodismo: me salgo a la calle a reportear, compartió la autora con este diarioFoto Marco Peláez
Podría escribir sobre mí, que si me duele el dedo chiquito del pie y esas cosas, pero siempre he tenido muchas más ganas de documentar a mi país, sobre todo a la gente
, continúa la autora, quien no descarta hacer una novela acerca de su madre, Paulette Amor, a quien reconoce tener una gran devoción
.
Ella era bellísima y muy tímida, y siento que, como yo anduve por ahí, por montes y collados salvando a las personas, no la acompañé como debí. Aunque me da un pudor enorme hablar sobre mí, lo voy a hacer. Al hablar de mi mamá habrá mucho de mí.
Las ventajas de ser chaparrita
Luego de recibir el premio Cervantes en 2013 y tener una agenda de actividades a reventar, asegura que su vida no cambió con esa distinción: “Sigo saliendo en pants al súper y sigo teniendo mucha energía para escribir, lo cual está muy bien, pues mis hijos ya están casados, mis nietos tienen su vida, entonces no me puedo ir a pegar como chicle a ellos.
“Estoy escribiendo un libro que tiene que ver mucho con las mujeres, y haciendo mucho periodismo: me salgo a la calle a reportear, con mi libreta, tengo mucha relación con las personas. El hecho de ser chaparrita me ayuda muchísimo, porque no se sienten agredidos ni me ven como si fuera de la procu. Eso me ha facilitado muchas cosas.
También voy a las marchas, algunas con Jesusa Rodríguez, que es de lo más atrevido que hay sobre la tierra y quiere siempre que cargue una cubeta llena de pintura roja para echársela a la cara de los asesinos.
Elena piensa con frecuencia que es más difícil vivir en México que en otro país del mundo donde los acontecimientos son menos invasivos, más tersos. En Europa, un escritor se encierra a leer y a escribir lo que le da la gana. En Estados Unidos, en las calles de Nueva York, por ejemplo, nadie te ve, pero en México la realidad entra a tu casa, se mete y te paraliza con su crueldad. Somos muchos los que vivimos la pesadilla de Ayotzinapa, la del hambre, la de la desigualdad
, concluye.