Sábado 19 de septiembre de 2015, p. 3
El surrealismo es una manera de vivir. Es decidirse por ciertos principios: el amor, la libertad y la poesía. Es atreverse a ser críticos y genuinos, diferentes. De allí que sea incomprendido por muchos y temido por otros.
Tal es la manera en la que el poeta chileno Ludwig Zeller (Calama, 1927) resume su posición de vida, aquella que adoptó y ha seguido desde 1962, a partir de la escritura de su poema Paloma que se sueña.
“¿Muerto, el surrealismo? De ninguna manera, aunque lo han intentado de enterrar muchas veces; está vivísimo y lozano, más grande que nunca –afirma–. El surrealismo es esencial, intrínseco a la humanidad, al igual que el romanticismo, del cual, por cierto, es de donde proviene.”
El también artista visual, avecindado desde hace varios años en Oaxaca (en la comunidad de San Andrés Huayapam), publicó recientemente la antología Mujer en sueño y otros poemas, con el sello Almadía, que reúne 43 poemas de diversas épocas, dos de ellos hasta ahora inéditos.
Son textos que describen el paisaje interior de un hombre cuya fe se centra en aquellos discursos que se mueven por las afueras de la lógica, la realidad y las costumbres. Palabras profundamente visuales, casi tangibles, que invocan sensaciones y emociones que deambulan por el inconsciente. Es una poesía que se refiere a lo humano y la existencia, al poder, la sensualidad, el amor, las costumbres, el descubrimiento y el misterio.
“No escribo, en principio, para la razón; escribo con base en las imágenes que irrumpen en mi inconsciente.
Claro que no soy un loco y uso la razón, pero mi escritura tiene como punto de partida lo que no es racional
, explica Ludwig Zeller en entrevista con La Jornada, en la cual participa también su pareja por más de 52 años, Susana Walls.
Me interesa llegar a las emociones a través de lo que he explorado y que otras personas tengan acceso en un poema a verlas, sentirlas, vivirlas. Hasta la fecha sigo escribiendo, siempre tengo cosas en marcha.