ay un error elemental en mi nota pasada, María Tudor (Bloody Mary), con quien se casó Felipe II, es hija de Enrique VIII y de Catalina de Aragón, ergo, nieta, no hija de los Reyes Católicos. Héctor Pérez Rincón añade a esta amable rectificación, que mucho agradezco, una nota de sumo interés. Martín Cortés, hijo de doña Marina y de Hernán Cortés, formó parte de la comitiva de Felipe II a Londres y llamó mucho la atención, por moreno y por guapo
. Fuera de esta notificación continúo con mis comentarios sobre el retrato de Fernando VII, por Goya.
Hasta los académicos de San Fernando, afirma Lafuente Ferrari, prestaron atención al rey francés, es decir, a José Bonaparte. Goya se inclinó más por el ideario de éste que por el cerril de Fernando VII
, dice Francisco Alonso Fernández (Fondo de Cultura Económica. Breviario 533, en su libro El enigma Goya). Los franceses abandonaron Madrid en 1813; fue entonces que a 10 años de distancia de los hechos, Goya pintó los fusilamientos de la Moncloa, cosa que probablemente lo salvó de ser ejecutado. Fernando VII regresó a Madrid el 24 de marzo de 1814. Goya y el monarca se detestaban, por comisión de las cortes de Santander y otras le hizo cinco retratos, el más reproducido es el que ahora tenemos a la vista y, si bien observamos, no le ahorró la inexpresividad ni la banalidad del rostro y de la pose, si pensamos, por ejemplo, hasta con el retrato que le hizo a Godoy. Durante la llamada década ominosa
los constituyentes de Cádiz, autores de la constitución mayormente antinapoleónica que existió, fueron ejecutados como bestias
. Fernando VII devolvió a España al absolutismo total.
¿Se ve todo eso en el retrato? Lo vemos, si conocemos algo los hechos y hasta soportamos que uno de nuestros máximos héroles independentistas, el cura Miguel Hidalgo, haya levantado los ánimos en Dolores bajo el grito de ¡Viva la Virgen de Guadalupe y viva Fernando VII!
, cosa explicable, sólo sabía que era el deseado
como monarca. Su grito no fue, pues, independentista. El deseo
del Grito era antinapoleónico e hispanista. Entre otras razones y también por animadversión al monarca, Goya acabó por exiliarse voluntariamente en Burdeos, donde vivió los últimos años de su vida, aunque sí visitó España en dos ocasiones más.
Hasta aquí con Goya. Hay muchas obras –varias de ellas anónimas– en la exposición, cuyo muestrario iconográfico es necesario por lo menos retener. Así sucede con el anónimo titulado San Hipólito y las armas mexicanas, del museo Franz Mayer. El santo romano que fue también escritor aparece montado a horcajadas en un águila muy poco heráldica, que más parece guajolote, cuyas garras se posan en un nopal en cuya base hay una cartela. En el estandarte que el santo blande está el escudo de Castilla, y esas son las armas mexicanas
. El mismo escudo es el que capitanea La alegoría, de Carlos IV, y el Imperio Español, del Museo Nacional de Historia; o sea, el campo dividido en cuatro espacios, dos torres y dos leones rampantes; por supuesto, en ambos hay coronas sobre el emblema.