La deuda pública bruta de México subió 34 lugares en la escala mundial durante la última década, de acuerdo con cifras del Fondo Monetario Internacional (FMI).
Las obligaciones financieras representaban 39% del Producto Interno Bruto (PIB) en 2005 y ocupaban el puesto 111 de 179 naciones, lo que situaba a México muy por debajo del promedio global, entonces de 61%.
La deuda mexicana se incrementó 11 puntos en los últimos 10 años para ascender a 50% del tamaño de la economía al cierre de 2014 y ocupar la posición 77 de 181 países, un incremento de 34 peldaños.
Además, se ubicó muy cerca de las obligaciones promedio del listado de naciones al año pasado, de 52%, según las mediciones del organismo.
Japón tiene la deuda bruta más robusta al cierre de 2014, al significar 246% de su PIB, luego de incrementarse 60 puntos porcentuales entre 2005 y 2014. En la segunda posición está Grecia, con obligaciones de 177% del valor de su economía.
Sube cinco lugares. La deuda pública bruta de México ocupaba el lugar 21 de 32 naciones de América Latina y el Caribe a 2005, pero escaló cinco posiciones en 10 años para ascender al peldaño 16 en 2014.
Para Alejandro Padilla, directivo de Banorte, el perfil de la deuda pública de México actualmente se encuentra en condiciones óptimas dada la coyuntura actual.
Una prueba del buen perfil, consideró, es la buena demanda de los extranjeros por bonos mexicanos, pese a las tasas de interés bajas en el país, puesto que los ven como una alternativa de inversión bastante buena.
Según cifras del Banco de México, los valores gubernamentales en posesión de residentes en el extranjero ascendieron a 2.12 billones de pesos al 8 de octubre, lo que representó 36.1% de instrumentos circulantes.
Padilla dijo que el proyecto de presupuesto 2016 se diseñó tomando en cuenta contener el crecimiento de la deuda y poner el saldo de la misma en una trayectoria decreciente con relación al PIB.
Opinó que la estrategia del gobierno, de financiarse a más largo plazo a tasas tan bajas, es bastante buena, pensando que la normalización de la política monetaria global traerá tasas de interés más altas, que aumentará el costo financiero para todos los gobiernos en el mundo.