Un antes y un después para el Valle del Yaqui
Categoría: AGRÍCOLA Escrito por Luis Armando Corrales Espinoza
El día 23 de este mismo mes, de aquel inolvidable 1975, se suscitó una terrible matanza de campesinos en San Ignacio Río Muerto.
Se cumple un año más y ya suman 40 años, de que en el block 717 del Valle del Yaqui, específicamente en el lote 10, se masacró a 7 campesinos del poblado de San Ignacio Río Muerto. Policías estatales, municipales y el Ejército, así como funcionarios estatales y el comisario en funciones de aquellos años, fraguaron esta traición.
Ciertamente fue una tragedia y más para las familias de estos compañeros, que ante la impotencia, clamaban justicia. Pero también este hecho marcó un antes y un después para la población del Valle del Yaqui y Mayo. Ya que en noviembre de ese mismo año, se dio respuesta a los campesinos de San Ignacio Río Muerto, con resolución presidencial firmada por el presidente Echeverría, se benefició a 433 campesinos con 4387-00-00 hectáreas, incluyendo zona urbana y parcela escolar.
Naturalmente que en 1976 se siguió presionando al Gobierno Federal para que la justicia llegara a más campesinos; después de varias negociaciones y después de firmar el tratado de Ocampo se dotó a los ejidos colectivos en noviembre d 1976. Esa fue la lucha por la tierra, esa fue la ideología por la que ofrendaron la vida estos siete compañeros, por un mañana mejor.
Naturalmente que hubo progresos, también recursos para que los hijos de los campesinos estudiaran y se realizaran como personas de bien. Después vinieron las desavenencias ya que los mismos compañeros que administraban, se convirtieron en caciques de los pueblos y verdugos de sus mismos hermanos.
Hoy el campo está dividido, desmembrado, sólo quedan sembrando los acaparadores de los terrenos ejidales, confabulados con los comisariados ejidales en funciones y amafiados con lo poco de personal que queda de la Procuraduría Agraria.
Compañeros campesinos, el reparto de la riqueza ahí está, fuimos beneficiados, nos hizo justicia la Revolución, el millón de personas que cayeron en la Revolución por este ideal, incluido mi general Emiliano Zapata; así como los siete compañeros de San Ignacio Río Muerto, entre los que se encontraba Juan de Dios Terán, nos recuerdan que la tierra no se vende, sino que se trabaja.
Compañeros, ser campesino es sentirse orgullosos de nuestras raíces ideológicas, es vivir nuestra idiosincrasia, es sentir nuestro bagaje cultural, es poner nuestras capacidades al tope.
Hoy en el mundo globalizado en que vivimos, naturalmente ha beneficiado algunos grandes capitales y perjudicado a muchos, y entre los más perjudicados estamos los campesinos. Como vemos, los insumos para hacer producir la tierra cada vez suben más. También vemos cómo la comercialización de nuestra producción, está inmersa en el coyotaje y supeditada a la oferta y demanda de las bolsas extranjeras. Cada vez nos deja menos utilidades, orillándonos a la cartera vencida y al rentismo.
Por si fuera poco el insumo tan principal como la tierra misma, el agua, está en manos insensibles de caciques y dueños de conciencias que compran con el mismo recurso del agua, que es del pequeño productor, colonos y campesinos.
El caciquismo de los pueblos de líderes charros, es una violación de los derechos, de la dignidad del campesino y de sus familias. Yo siempre he sostenido que la actividad una actividad secundaria y posteriormente una terciaria. Sin la actividad primaria las demás se diluyen.