Se supone que huracán y tifón son sinónimos, según de qué lado del Pacífico norte pega la tormenta, pero quién sabe. El huracán tiene ojo, mientras el tifón es una gran boca rodeada de labios. Pero peligrosa, con dientes.
Entre cientos de damnificados los marines nos levantaron en unos camionzotes –Estados Unidos seguía ocupando Japón– y nos depositaron en su base naval de Yokohama cuando el tifón ya era historia. Allí encontramos teléfonos para reportarnos.
Del término tifón no sé. Ni le gugleo. Pero el nombre del huracán tiene vena, su mito, sus trampas. Como registra Arturo Dávila en su estimulante prólogo a Naufragios, el gran relato clásico de Alvar Núñez Cabeza de Vaca (Colección Relato Licenciado Vidriera, UNAM, 2015), Huracán aparece en el Popol Vuh y significa corazón del cielo. La odisea, o lo que sea, de Cabeza de Vaca había comenzado al cruzar el estrecho de Florida dejando atrás Cuba en 1528, y el destino le tiró los dados frente a las costas de lo que hoy es Texas. Ocho años caminó entre indios irredentos hasta Culiacán: su formidable historia. Y fueron huracanes los que dejaron al explorador a su suerte y le dieron asunto para uno de los mayores relatos de viaje escritos en cualquier lengua.
La palabra huracán no es del Popol Vuh, viene del Caribe. Pedro Mártir de Anglería, muerto en 1526, encontró en La Española que los taínos, hoy extintos, nombraban así a las tormentas. En justicia, los taínos habrían de verse como los nombradores inaugurales de América en la lengua colonial, los primeros humanos que escucharon la soldadesca y la frailería españolas. A los taínos debemos las palabras maíz, maguey, canoa, carey, Habana, iguana, macana, cacique y barbacoa. Huracán lo diseminaron los invasores hasta el Pacífico Oriental y ahora así se le llama en todo el hemisferio. ¿Fueron los curas que difundieron el nombre? ¿Y si taínos y mayas usaban la misma palabra? Vecinos eran, salvo el Caribe.
Cuando uno enfrenta una tormenta tal, lo primero que busca al guarecerse es cómo llamarla. Si huracán fue lo primero que oyeron los espantados marineros para designar las destrucciones del viento, pues huracán quedó. Así les pondrían a dioses ajenos. Ahora los bautiza el orden alfabético. Hay los memorables que se dejan venir rompiendo, dejando en su maldito nombre daños y pobres.