En su mensaje de fin de año el papa Francisco propuso ayer 12 antibióticos contra los males y “enfermedades” de la burocracia eclesiástica, una lista de “virtudes necesarias” para quienes presten servicio en las estructuras de la Iglesia.
Francisco recibió, la mañana de este lunes en la Sala Clementina del Palacio Apostólico, a sus colaboradores y ante ellos pronunció un discurso con directas alusiones a la necesidad de congruencia, honestidad y sobriedad.
Ante cardenales, arzobispos y obispos —funcionarios de primer nivel en la curia vaticana— inició sus palabras pidiendo disculpas por no hablar de pie, ya que sufre de influenza desde hace algunos días. Ya sentado, leyó un texto preparado.
Enfermedades curiales
En diciembre de 2014, el líder católico sorprendió dejando de lado el tradicional pase de revista del año anterior y lanzó una lista de 15 “enfermedades curiales”, una serie de tentaciones en las cuales puede caer todo clérigo que trabaja en la curia.
Entre los males enlistados por Francisco destacaban el “sentirse inmortal”, la “fosilización mental y espiritual”, la “excesiva planeación y funcionalismo”, la “mala coordinación”, la “rivalidad y la vanagloria”, la “esquizofrenia existencial”, la “indiferencia hacia los demás” y el “exhibicionismo”.
Ahora, en su mensaje de 2015, Jorge Mario Bergoglio acuñó una lista de “antibióticos curiales” que propuso a los funcionarios de alta jerarquía en el Vaticano para que los profundicen, los enriquezcan y los completen. Cada una de las recetas incluye dos virtudes.
Así, pidió “idoneidad y sagacidad” para adquirir los requisitos necesarios para ejercer de la mejor manera las propias tareas, contra “las recomendaciones y los sobornos”.
Instó a la “ejemplaridad y la fidelidad”, para evitar los escándalos que hieren las almas y amenazan la credibilidad; y a la “misionariedad y pastoralidad”, porque el trabajo en la curia debe estar relacionado con la cercanía hacia los demás.
Urgió a los clérigos a conducirse con racionalidad y amabilidad, para “evitar los excesos emotivos”, “de la burocracia, las programaciones y las planificaciones”. Más adelante recomendó “atendibilidad y sobriedad”.
“El atendible es quien sabe mantener los compromisos con seriedad y fiabilidad cuando se cumplen, pero sobre todo cuando se encuentra solo; es aquel que irradia a su alrededor una sensación de tranquilidad, porque nunca traiciona la confianza que se ha puesto en él”, señaló.
“La sobriedad es la capacidad de renunciar a lo superfluo y resistir a la lógica consumista dominante. La sobriedad es prudencia, sencillez, esencialidad, equilibrio y moderación. La sobriedad es un estilo de vida”, apuntó.
Insistió que quien es sobrio es una persona coherente y esencial en todo, porque sabe reducir, recuperar, reciclar, reparar y vivir con un sentido de la proporción.
Cultivar espiritualidad
Llamó a cultivar la “espiritualidad y humanidad”, porque es lo que hace a las personas distintas de las máquinas. Propuso también “inocuidad y determinación”, para abstenerse de acciones impulsivas y apresuradas y sacar lo mejor de uno mismo; pero actuar —al mismo tiempo— con voluntad resolutiva.
Señaló como otras virtudes a la “honestidad y madurez”, la coherencia y el actuar con sinceridad absoluta con nosotros mismos y con Dios.
“La persona honesta no actúa con rectitud solamente bajo la mirada del vigilante o del superior; no tiene miedo de ser sorprendido porque nunca engaña a quien confía en él. El honesto no es prepotente con las personas ni con las cosas que le han sido confiadas para administrarlas”, ilustró.
“La madurez es el esfuerzo para alcanzar una armonía entre nuestras capacidades físicas, psíquicas y espirituales. Es la meta y el resultado de un proceso de desarrollo que no termina nunca y que no depende de la edad que tengamos”, agregó.
Completó el elenco con “caridad y verdad”, “respeto y humildad”, “dadivosidad y atención”, “impavidez y prontitud”.
Todas estas cualidades para “no dejarse intimidar por las dificultades”, ser capaces de “dar el primer paso sin titubeos”, “saber actuar con libertad y agilidad, sin apegarse a las efímeras cosas materiales”,
“Estar listos quiere decir estar siempre en marcha, sin sobrecargarse acumulando cosas inútiles y encerrándose en los propios proyectos, y sin dejarse dominar por la ambición”, concluyó.