Jueves 11 de febrero de 2016, p. 5
Lila ha sido secuestrada por el cártel local, debido a su padre se negó a ceder sus tierras a los narcos para que éstos las utilizaran para transportar droga; esa situación es el punto de partida de la obra de teatro Caborca.
Escrita por la dramaturga y guionista Paulina Barros Reyes Retana, con dirección de Andrea Salmerón Sanginés, el montaje se presenta en el sótano del teatro Carlos Lazo de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Se trata de una mirada sobre la violencia en México provocada por el narcotráfico, enfocada en el impacto que tiene en la vida privada y aparentemente segura de las personas, explica la autora.
Es una obra que cuestiona el papel que juegan las personas y la sociedad en esa problemática, pues siempre que se habla del narcotráfico se estereotipa el asunto y jamás se habla de quienes sostienen el mercado de las drogas.
La idea, dice la directora del montaje, “es dar voz a las personas que están involucradas en un problema que atañe a todos. Es una historia que tiene que ver con el hecho de que todos debemos asumir nuestra responsabilidad, toda vez que es muy cómodo estar en tu casita clasemediera de la colonia Condesa, de la Roma o de la Nápoles y hablarle al dealer y meterse un churro o una raya, sin pensar en la cuestión clandestina e ilegal del problema”.
No sólo se trata de hablar del consumidor, agrega Salmerón, sino de todas las personas que forman parte de la “guerra contra el narco”.
Voces involucradas
De acuerdo con Salmerón, “sin cinismo ni melodrama ni moralejas ni juicios, pero con respeto, lo que se pone en juego en la obra son distintas voces involucradas: la madrina de Lila, el comandante de la policía, el gatillero, una cocinera, el encargado de la basura y el guardián.
Todos ellos suman sus voces para hablarnos de lo que está ahí: una guerra de la que casi nadie habla, a la que no llamamos por su nombre, pero en la que todos tomamos parte y que a la vez refleja que los más pobres se matan entre ellos.