Ante tal complejidad y confusión en torno al tema, Derrida opta por abolir de inicio el concepto mismo de perdón donde la lógica y el sentido común
concuerdan por una vez con la paradoja: es preciso partir del hecho de que sí existe lo imperdonable. ¿No es en verdad lo único a perdonar? ¿Lo único que invoca el perdón? Si sólo se estuviera dispuesto a perdonar lo que parece perdonable, lo que la Iglesia católica llama el pecado venial, entonces la idea misma de perdón se desvanecería. Si hay algo a perdonar sería lo que en lenguaje de esta Iglesia se llama pecado mortal, lo peor el crimen masivo, daño imperdonable.
El hecho de pedir perdón se complejiza porque se mantiene la equívoca noción en todo el mundo de que el perdón con demasiada frecuencia en la actualidad se confunde a veces calculadamente
con temas aledaños, pero no sinónimos como la disculpa, el pesar, la amnistía.
Lagunas que corresponden al derecho, al derecho penal, respecto al cual el perdón debería permanecer en principio heterogéneo e intraducible
, agrega Derrida que por enigmático que siga siendo el concepto de perdón ocurre que el escenario, la figura, el lenguaje a que tratamos de ajustarlo, pertenece a una herencia religiosa. Digamos Abraham que reúne en ella el judaísmo, el cristianismo y el Islam.