Tras recuperarse de una pulmonía que lo llevó a pensar que tal vez era el final de su vida, Miguel León-Portilla (México, 22 de febrero, 1926) está a punto de celebrar su cumpleaños 90 y confiesa que no le teme a la muerte; lo único que le duele es el país.
“México está enfermo y eso me duele muchísimo, porque quiero a esta tierra con toda mi alma. Entonces me duele ver la corrupción, la inseguridad, el narco, los secuestros, y creo que todos podemos hacer algo. Muchas reformas de todo, pero pienso que hay que obrar con más calma, ¡señores de la Secretaría de Hacienda! La economía no está nada bien, el peso se devaluó de 12.50 a 19 por dólar, es terrible “, dijo.
En conferencia de prensa, el autor de Visión de los vencidos, con gran sentido del humor se asumió “medio agnóstico”.
Agregó: “Hace algunos años le temía a la muerte, pero con el paso del tiempo me he reconciliado con ella; tal vez viva 90 años, a lo mejor 92 o probablemente 100, no sé… Ahora, ya no le tengo ningún miedo, porque he procurado trabajar hasta donde he podido. Creo que no he sido muy cabrón, ¿quién sabe? A lo mejor alguien dice que sí. He cumplido y trabajado ayudando a los demás, entonces mi destino no será malo. Creo en Dios y le agradezco por haberme dado la vida; si Dios quiere me mandará a la nada, o me llevará a no sé dónde…”.
León-Portilla destacó que durante los días que tenga todavía por vivir, seguirá trabajando con entusiasmo y con todo su cariño.
“Ahora, con el susto que me dio la pulmonía, creía que me moría; estuve hospitalizado casi cuatros semanas, estoy bien, un poco débil. ¿Qué me propongo hacer? Terminar mis memorias, concluir la edición del mapa más antiguo de México Tenochtitlán, de 1559, que el emperador Carlos V mandó realizar, y sacar la edición en chino de Visión de los vencidos, además de la publicación de Los cantares y seguir con mi seminario…
“También voy a entregar a otra persona la Dirección de Estudios de Cultura Náhuatl, porque 50 años estuve al frente. Ya estaba como don Porfirio Díaz, quien se apoderó del país”.
León-Portilla, quien el lunes recibirá en el teatro Juan Ruiz de Alarcón un homenaje del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, mostró que posee una memoria prodigiosa y un espíritu crítico inquebrantable.
Preocupación
León-Portilla, quien recuerda que sus maestros Manuel Gamio y Ángel María Garibay fueron quienes definieron su vocación, no ha dejado de luchar por el bienestar de los pueblos indígenas, primero como historiador y académico, después al frente del Instituto Indigenista Interamericano y posteriormente como representante de México ante la Unesco.
“Desde un principio sentí la opresión, la marginación, el desprecio, el racismo. En México hay racismo contra los indígenas, cuando son los verdaderos pueblos originarios de esta tierra, son los dueños de México”, afirmó el historiador.
Con motivo del polémico quinto Centenario del Encuentro de dos Mundos, en 1992, impulsó la promoción y el reconocimiento de la realidad de los pueblos indígenas; en ese sentido, su labor ha sido incesante.
Más recientemente, cuando se reunió con Enrique Peña Nieto —tras haber sido electo presidente—, le planteó su preocupación por la terrible situación de los indios en México.
“Nos llamó a mí y a otros seis para que le dijéramos qué nos preocupaba; yo le dije que me preocupaba que los indios no tuvieran personalidad jurídica en México. Me preguntó: ‘¿Para qué?’, yo le respondí: ‘¿Cómo para qué? Para que se respeten los acuerdos de San Andrés, se les reconozca, les devuelvan sus tierras y tengan autonomía”.
León-Portilla recuerda que le pidió a Peña Nieto que “mandara un proyecto de ley al Congreso para que se les reconociera su personalidad jurídica como la tenían en la Corona española, pero hasta la fecha no se ha hecho, cuando es esencial para que los indígenas pueden levantar la voz para exigir sus derechos”.
Alegría
La historia es un don de Dios que compensa al hombre ante lo limitado de su existencia, afirmó el investigador emérito de la UNAM: “Noventa años no son muchos, para mí se han ido como un soplo, de verdad, y los he pasado trabajando.
“Mis 90 años los cumplo con mucha alegría por tres razones: primero, porque estoy vivo; segundo, porque tengo muchísimos amigos aquí en la UNAM, donde voy a cumplir 60 años de vida académica, y tercero, porque tengo una familia con mi mujer —que también es universitaria—, con mi hija, mis nietos y mi yerno. Somos una familia pequeña, pero feliz”, dijo el también filósofo, quien fue reconocido en 2013 por la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos, con el premio Leyenda Viva por su incansable labor para esclarecer la cosmovisión indígena.