Viernes 5 de febrero de 2016, p. 3
Managua.
Nicaragua se prepara para conmemorar mañana el centenario luctuoso de su gran poeta Rubén Darío.
Para los escritores Sergio Ramírez y Gioconda Belli, el país tiene una enorme deuda
con el escritor que lo cubrió de gloria a finales del siglo antepasado, cuya vida y obra no son conocidas en profundidad por la mayoría de la población.
Darío es el símbolo cultural más importante de nuestra identidad y desde niños aprendemos a apreciarlo, pero hay una distancia que no se ha podido cerrar entre el Rubén Darío como símbolo y el poco conocimiento que la gente del pueblo tiene sobre él
, dijo Ramírez en entrevista.
Para el autor de Castigo divino y Un baile de máscaras, entre otras novelas y ensayos, el gobierno recuerda estos días a Rubén Darío (1867-1916) con celebraciones municipales, bailes y maratones de poesía en escuelas; sin embargo su obra se sigue conociendo muy poco
.
“Más allá de (poemas como) A Margarita Debayle o Los motivos del lobo, no se conoce la poesía de Darío ni al Darío cronista ni al Darío narrador. Me parece que el país está en deuda con su figura porque tenemos este gran déficit en el conocimiento de su obra”, aseveró Ramírez.
Pendiente, sus obras completas
Nacido en Metapa (hoy Ciudad Darío) el 18 de enero de 1867, Darío aprendió a leer a los tres años y escribió su primer poema a los 13.
Fue un autodidacta porque no hizo estudios universitarios, pero tenía una memoria y una imaginación prodigiosas, una gran facilidad para la música y los idiomas
, señaló Sergio Ramírez.
En su opinión es un accidente
que el llamado padre del modernismo
naciera en Nicaragua, país sumido en la pobreza y el analfabetismo, diezmado por guerras y por la peste del cólera a finales del siglo XIX. A su criterio, fue su salida al exterior (vivió años en Sudamérica y Europa) lo que le permitió desarrollar su genio y lograr la universalidad de su poesía.
A juicio de Sergio Ramírez, para que se conozca en profundidad la obra del poeta fallecido el 6 de febrero de 1916, a la temprana edad de 49 años, se deben editar masivamente sus libros, publicar antologías de sus poemas, sus ensayos y sus crónicas periodísticas en ediciones populares y a muy bajo costo.
Se trata, dijo, “de dejar a Darío instalado en las casas de los nicaragüenses, que Darío viva con las gentes y que sea una lectura familiar, en un país que no se niega a leer sino que no puede leer, porque la gente tiene que escoger entre comprar el pan, el arroz, los frijoles… y el libro no cabe en su canasta básica por los elevados precios que tiene.