Miércoles 7 de septiembre de 2016, p. 9
La nueva dramaturgia apuesta por los textos posmodernos que trabajan con diálogos de sordos, preguntas sin respuestas, frases inacabadas, monólogos a dos voces y puntos de fuga de la memoria. Así describe Acoyani Guzmán (Ciudad de México, 1983) sus dos obras de teatro, Elefantes blancos y Moscú, publicadas en España por Amargord Ediciones.
La segunda de ellas tendrá una lectura dramatizada este miércoles a las 19:30 horas en la sala Salvador Novo del teatro La Capilla (Madrid 13, Coyoacán). Se trata de la historia de una familia que se reúne, luego de muchos años sin verse, para decidir el futuro inmediato de uno de los miembros, que no se encuentra ahí porque en el pasado fue echado de la casa.
La presentación de hoy se titula ¿Qué hacemos en Moscú? “tiene un dispositivo escénico que se llama: ¿qué hacemos con X?”, explica la autora. Esto significa, añade, que los personajes hablan de un X que nunca aparece en escena, pero a partir del cual se desarrolla toda la historia.
Guzmán señala que sus propuestas escénicas derivan del trabajo que como actriz ha realizado con el dramaturgo y director teatral español José Sanchís Sinisterra: Pertenezco a su grupo estable de actores, en el cual también estoy investigando su método, que es la dramaturgia actoral. Con él construimos dispositivos escénicos que probamos en escena, en lugar de escribirlos. Luego eso nos sirve de herramienta para escribir
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Por ejemplo, continúa Acoyani, Elefantes blancos “es un texto de cuatro personajes, una historia de artistas que reflexionan en torno al miedo al fracaso, al plagio y a la crisis que vive el arte. Está basada en un dispositivo escénico que se llama ‘entrelazados’: son cuatro situaciones que se van rolando entre las cuatro sillas que ocupan los actores”.
Esta forma de trabajar y vivir el teatro abre campos muy amplios, sobre todo para escribir a nivel estructural, porque descubrimos que para contar una historia no tiene que ser en orden cronológico, que se puede contar más de una historia a la vez y que los diálogos no siempre tienen que ser claros, pues el juego del subtexto tiene muchas modalidades y perversiones que el espectador entiende muy bien
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