Jueves 8 de septiembre de 2016, p. 3
Madrid.
El 8 de septiembre de 1916 nació en un pequeño pueblo gallego de la provincia de La Coruña, Padrón, el escritor Camilo José Cela, Nobel de Literatura de 1989 y una de las voces literarias más influyentes de la segunda mitad del siglo XX. Para rememorar su centenario, el Instituto Cervantes presentó una exposición de objetos íntimos que muestran las peculiaridades de un personaje de muchos matices, que con una pluma y un papel era capaz de reflejar como pocos las penurias cotidianas de la época de posguerra o las fábulas oníricas de su natural Galicia.
Los objetos que se muestran de Camilo José Cela los aportaron su único hijo, Camilo José Cela Conde, y su primera esposa, Rosario Conde Picavea, por lo que se trata de pertenencias del escritor durante el periodo que compartieron su vida, entre 1941 y 1964. Precisamente la época más prolífica y de mayor calidad literaria del autor, quien en este periodo escribió de su puño y letra las que se consideran sus dos grandes obras, que ya forman parte de los anales de la literatura española. Una es La familia de Pascual Duarte, su primera novela, escrita en 1942, en lo que supuso una clara ruptura con los criterios formalistas y propagandistas de los intelectuales y escritores de Falange española, que durante la larga dictadura fascista de Francisco Franco (1939-1976) eran muy influyentes. También, durante este lapso, escribió La colmena, en 1951, con la que definitivamente Cela se convirtió en uno de los grandes narradores de la época.
La exposición, que titularon Camilo José Cela: el recuerdo más cercano, muestra objetos que nunca antes se habían hecho públicos, entre ellos algunas cartas inéditas, manuscritos, libros, fotografías, dibujos, poemas y hasta las dos plumas con las que escribió sus dos obras maestras: una jaspeada en verde y con el vientre deforme, con la que escribió La familia de Pascual Duarte, y una Mont Blanc con la que escribió La colmena. Su propia viuda recordó que Cela siempre escribía a mano y que ella, como su compañera, era la responsable de mantener siempre llenos los tinteros y de transcribir a máquina con las correcciones y sin las tachaduras que el escritor hacía en sus reiteradas lecturas.