Alejandro Mungarro Daniels.-
JoseLito García decía que en las cosas del amor siempre hay cosas que no se pueden predecir y no era porque hablara con la voz que dá la experiencia, porque a decir verdad ya con un poco más de cuatro décadas de edad, no se le había conocido mujer alguna, pero con la llegada de las fiestas del pueblo, la vida le cambió por completo, entonces muchos entendieron lo que él decía, que en las cosas del amor no hay nada predecible.
El propio Padre Pedro le dijo, un día a los tres meses de que habían pasado las fiestas: No te entiendo Lito, se puede decir que tu eres de los hombres más centrados en este pueblo, con más inteligencia que los demás, ya ves, hasta los propios maestros de la escuela te procuran para entablar plática, incluso algunos de ellos dice que tu inteligencia va más allá de lo normal, pero ahora con eso que estas a punto de hacer, realmente no sé qué pensar.
Así como el padre Pedro, estaba también su hermana Martha y su madre Ernestina, mujeres las dos respetables y miembros activos de la comunidad religiosa.
El profesor Manuel Duarte también pretendió hacerlo entrar en razón, más que por iniciativa propia, por sugerencia de Ernestina, su madre. Pero Lito, García como dice la gente, ya estaba montado en su macho y literalmente así era, porque su idea se le había vuelto obsesión.
No he podido convencerlo, Doña Ernestina, -le dijo el profesor Manuel Duarte-, es más terco que la mula güera a la que monta, la idea que trae nadie se la sacará de la cabeza, nadie, doña Ernestina, vállase usted haciéndose a la idea y también vaya visualizando cuáles serán las consecuencias-.
Siempre me imaginé que las cosas iban a suceder diferentes a como se están presentando, aunque el tiempo se había estado alargando, pensaba que las cosas iban a suceder como yo lo pensaba, ya vez, a una le da por soñar como quisiera que las cosas sucedieran, de tal o cual forma, de tal o cual manera; la realidad es otra, entonces viene la desilusión. Yo estoy desilusionado profesor Manuel, -le contestó Ernestina.
El padre Pedro, después de escuchar durante varias horas a Ernestina, le dijo que él había, por todos los medios, tratado de evitar que aquellas fiestas se realizaran de la manera que se realizaron. Entonces Ernestina le dijo: -sí, pero la ambición es más poderosa que otras cosas; las fiestas como se daban en los años pasados eran más que buenas, con carreras de caballos, juegos de argollas, palo encebado, peleas de gallos, hasta los húngaros era bueno que vinieran, con su circo y su cine, ya ve usted, cuánta gente viene de todos lados a ver el cine y tardan exactamente un año para poder volver a ver una película. Yo misma y mi hija estamos desesperadas porque se lleguen las fiestas, y una de esa desesperación es por ver el cine y el circo. Aunque ya sabemos que lo que traen es lo mismo todos los años, quizá durante los últimos años, lo único que han traído nuevo, es esa mujer con cara y patas de vaca, pero que a decir verdad nadie en las veces que han venido hemos podido verla fuera del circo. Las cosas ahora fueron diferentes, trajeron a esas mujeres para que se emborracharan con los hombres y algunas hasta que se acostaran con ellos.
Ahora, principalmente los hombres, estarán desesperados por que se llegue de nuevo el mes de febrero, porque vengan esas mujeres con sus naguas cortas. Habrá que hacer algo por ello, Padre, habrá que hacer algo; de lo contrario, de ahora en adelante las cosas irán de mal en peor y cuando estas cosas agarran aviada, ni quien las pare, nomás hay que agarrar el ejemplo de JoseLito, tan buen hombre y tan buen muchacho que fue, cualquier muchacha hubiera querido casarse con él, pero ya ve, vinieron esas mujeres y una de ellas tuvo que enredarlo y lo enredó más fuerte que el cuero de una reata.
Bien que me lo dijo aquel día la húngara aquella, a la que usted me dijo que sacara de mi casa, padre, aquel día en verdad yo la saqué de mi casa por sus instrucciones, pero luego le mandé hablar, cuando ella llegó, yo, ya le tenía listo en la sala, una mesa con un mantel blanco, un vaso con agua, y cuatro huevos de gallinas recién puestos. La húngara me leyó el pasado y luego se puso a adivinar mi futuro; en el pasado, como que no estuvo muy acertada, pero lo que a mí me interesaba era el futuro, el futuro lo sacó de un par de huevos, en el primero dijo que no podía ver nada, que todo estaba muy raro, muy nebuloso. En el segundo fue que vió mi futuro. Yo me asusté cuando ella empezó a hacer gestos de extrañeza, a hablar en una lengua desconocida para mí, probablemente pudo haber sido la lengua de los húngaros.
Mi futuro que en aquel día la húngara miró era de angustia, veo en tu futuro algunas cosas que te van a dar alegría, -me dijo-, pero también veo otras que te van a causar dolor.
JoseLito se enamoró de una de las mujeres que habían venido a las fiestas del pueblo. La junta para el Progreso y Bienestar nomás las habían contratado para que vendieran besos a los hombres que compraban cervezas y se emborrachaban. Pero como él decía: en las cosas del amor todo es impredecible.
Cuando ella, la mujer que había conocido, cuando le compró un beso después de tomarse unas cervezas en la cantina que había puesto la Junta de Progreso y Bienestar, volvió para empezar a vivir juntos, Ernestina, su madre, le dijo:
-JoseLito todavía puedes recapacitar. Mira a esa mujer, ya tiene cinco hijos-.
Entonces Lito le contestó: Hay que ver las cosas de otra manera madre; por ejemplo, ya me ahorré cinco partos.
JoseLito le dio tres nietos.