Los tiburones son amigos, no comida
Hay una práctica que el ser humano ejecuta y que parece salida de la más desgarradora película de horror. Cruel e insensible, consiste en arrancar de raíz las aletas del tiburón, aquellas que necesita para nadar y, por consiguiente, sobrevivir, y dejarlo mutilado en el mar, donde morirá desangrado, asfixiado o devorado por otros peces y animales.
Mientras miles de estos animales majestuosos mueren en el fondo del mar sin poder nadar o defenderse, en China preparan con sus aletas una sopa que puede valer desde 200 hasta 250 dólares por plato y que consumen sin mayor preocupación como muestra de estatus.
¿A Colombia le afecta lo que pasa en China? ¡Claro que sí! Y mucho. De hecho, la mejor evidencia de esta negativa relación ocurrió el viernes. Las autoridades colombianas incautaron en el aeropuerto El Dorado un cargamento que contenía, en 10 bultos, un total de 3.493 aletas de tiburón que iban a ser enviadas a Hong Kong.
Obtener esta alarmante cantidad de aletas requirió que tuvieran que ser sacrificados por lo menos entre 900 y 1.000 tiburones en aguas colombianas.
Hasta ahora se sabe que había por lo menos tres especies de estos animales, pero solo un estudio que actualmente se ejecuta podrá determinar cuáles eran, si había más y si entre esas hay alguna de las que están en peligro de extinción, como el tiburón martillo o el nodriza.
Esta pérdida masiva de fauna marina tiene consecuencias peligrosas para los ecosistemas de todo el globo, alertan expertos, y es fundamental actuar para detener esta realidad.
Impacto ecosistémico
Sandra Bessudo, fundadora y directora de la Fundación Malpelo, explicó a EL COLOMBIANO que los tiburones son importantes porque muestran y regulan la buena salud del ecosistema. Son ellos, al estar en la cima de la cadena alimentaria, los responsables de alimentarse de los más débiles y los enfermos, evitando que haya epidemias bajo el mar.
Luis Domingo Gómez, profesor de Derecho Animal de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, concuerda. Dice que son bioindicadores pues donde está el tiburón se sabe que el mar goza de buena salud, “porque evita que otras especies se propaguen sin control y que escalen otros efectos en los ecosistemas que la ciencia no tiene determinados y que podrían ser catastróficos”.
En Colombia, donde explica Bessudo hay cerca de 75 especies de las 500 del mundo, muchas ya están en peligro crítico. Según la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, el tiburón martillo está a un grado de desaparecer, al igual que el aleta blanca, también amenazado.
La pérdida de estos 1.000 ejemplares, cuyas partes se encontraron el viernes, es una realidad desde hace muchos años. “Es muy triste, terrible, conocer el fondo del mar, haberlo visto con los propios ojos, y verlo en mal estado, desierto, sin la cantidad de animales que antes había. En cuestión de 20 años dejé de ver grupos de 600 tiburones martillo para ver unos de 30 o 40 individuos”, continúa la directora.
Dice que esta pérdida no solo afecta al ecosistema completo, “sino también a nosotros, que requerimos que estén sanos para nuestra propia supervivencia”.
Todo por una sopa
Las aletas, una vez llegan a países asiáticos como Japón, China o Taiwán, son usadas para darle textura a una sopa, ni siquiera sabor, que es vendida a precios exorbitantes y que reivindica el estatus de una persona, explica Gómez.
Dice Bessudo que, sobre todo anteriormente, eran usados también los subproductos como el cartílago para la fabricación de cosméticos o en la industria farmacéutica.
Esta práctica de aleteo es la principal amenaza de los tiburones, dado su elevado costo y su popularidad. “Si uno proyecta esas magnitudes, un kilo de aleta puede ser vendido en 600 u 800 dólares, por lo que es muy atractivo el negocio. Pero implica sacrificar un recurso hidrológico importante y estratégico. La voracidad humana no tiene límite”, dice Gómez.
Otra amenaza es la caza incidental, sobre todo cuando se pesca atún. En Colombia, en 2017, se prohibió la práctica de aleteo, pero se permitía la pesca incidental de tiburón si no sobrepasaba las 475 toneladas. “Lo que indica que se podían asesinar y comerciar hasta 4.750 tiburones”, agrega. En 2019 en Ministerio de Agricultura permitió, con la resolución 350 del mismo año, el comercio de 15,2 toneladas de aleta y “eso fue como un incentivo del Gobierno al aleteo”. Una acción de tutela detuvo esta resolución en ese diciembre.
Hoy la caza de tiburón, rayas y quimeras, las más amenazadas, está prohibida bajo el Decreto 281 del 18 de marzo 2021, al igual que la cuota de las 475 toneladas, y no se puede comercializar la carne de tiburón. Puede ser consumido en pesca artesanal por las mismas comunidades, pero no vendido.
Aún así, y como se evidenció en el caso de El Dorado en Bogotá, todavía hay personas haciéndolo de forma ilegal y los números no son pequeños. Según Gómez, “las autoridades no están haciendo adecuado seguimiento ni ejerciendo supervisión a bordo de las embarcaciones que tienen autorizada la pesca de atún porque ahí es donde cazan delfines, tiburones, tortugas, aves y muchas otras especies amenazadas”.
Sin supervisión reforzada y sin cultura de conservación, es fácil para los comerciantes ilegales alcanzar, transportar y exportar estas piezas hidrobiológicas.
“Cuando se presenta un problema, comienza la autoridad a tirarse la pelota. Como es recurso hidrobiológico, quien debe vigilar la conservación es el Ministerio de Ambiente a través del Sistema Nacional Ambiental: las famosas Corporaciones Autónomas Regionales con incidencia en áreas marinas”.
Una solución, de acuerdo con Gómez, sería un sistema más robusto de vigilancia en puerto, pues se trata de un comercio lamentablemente muy lucrativo al que la gente no quiere renunciar: “Solo la venta de un kilo de tiburón equivaldría a dos millones de pesos. Una persona que por un salario mínimo trabaja un mes entero prefiere pescar al tiburón en unos dos días”.
Esta práctica, además, se debe desincentivar, se debe educar en conservación y aumentar los controles. Bessudo puntualiza que es necesario también concientizar a las personas sobre el daño que ocasionan pero que también falta invitar a otros países a que adopten medidas para conservar su biodiversidad marina, pues estas especies son migratorias y le corresponde al conjunto.
De Colombia hasta la China
El 24 de septiembre, viernes, las autoridades recibieron un llamado de alerta por parte de una empresa transportadora y lograron recuperar las 3.493 aletas de tiburón y 117 kilos de vejigas natatorias de pez que iban a ser movilizadas como “encomienda” por el muelle de carga del aeropuerto internacional El Dorado.
Los 10 bultos fueron transportados desde Roldanillo, Valle del Cauca, y se dirigían a Hong Kong. No contaban con salvoconductos ni documentos de movilización y permisos.
De acuerdo con Carolina Urrutia, secretaria de Ambiente de la capital, la Dijin está trabajando en la identificación de las muestras para reconocer las especies y La Policía Nacional solicitó la información sobre el remitente y el destinatario para iniciar el proceso judicial.