Italia: a 5 años del devastador terremoto hay poblados que siguen apuntalados
▲ Imágenes de la ciudad universitaria Camerino cinco años después del siniestro. Este poblado fue una de las grandes víctimas: 72 por ciento de sus edificios resultaron con daños graves.Foto Alejandra Ortiz Castañares
Alejandra Ortiz Castañares
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Lunes 25 de octubre de 2021, p. 5
Camerino. El 30 de octubre de 2016, un terremoto de magnitud 6.5 devastó la región de las Marcas. Fue el sismo más violento de los diversos que sacudieron Italia central entre agosto de ese año y enero de 2017, que incluyó además Umbria, Lazio y Abruzzo.
La Jornada viajó al área más dañada, las Marcas, con el propósito de conocer los resultados de la reconstrucción cinco años después. La impresión fue de desasosiego después de recorrer una decena de localidades de entre los 140 municipios dañados por los sismos.
El primer terremoto, el 24 de agosto de 2016, borró del mapa, entre otros poblados, a Amatrice, donde fallecieron 299 personas. Sismos posteriores fueron dañando a otros pueblos, cuyos habitantes fueron abandonando, gracias a lo cual se evitó que el terremoto del 30 de octubre cobrara más víctimas en otros poblados destruidos, como Vissio y Ussita, y la pequeña ciudad universitaria de Camerino.
A un lustro de distancia, siguen damnificadas 35 mil personas que viven aún en contenedores metálicos provisionales
, o desplazados en hoteles de la costa. La gente se siente abandonada, descorazonada e indignada.
La maquinaria política y burocrática, indispensable para iniciar la reparación, fue lentísima hasta el año pasado, pero, finalmente, hemos tomado un buen ritmo
, acepta el comisario especial del gobierno para la reconstrucción del terremoto de 2016, Giovanni Legnini, el cuarto funcionario en cinco años y el más eficiente. Agrega: Falta una ley para las emergencias que permita activar rápidamente la máquina burocrática
. En los primeros cuatro años se reconstruyó tan sólo 3 por ciento del total de los edificios dañados; ahora, en un año, la cifra se ha duplicado a 6 por ciento.
El periódico local cronachemaceratessi.it calcula que al paso actual, los burgos de Vissio y Ussita, en los Montes Sibilinos arrasados por el terremoto del 30 de octubre, requerirán de 28 y 40 años, respectivamente, para ser completados
. Sin embargo, se destaca un problema adicional: que en ninguno de los dos pueblos se ha solicitado ni 10 por ciento de las subvenciones para reconstruir las habitaciones destruidas”.
El sismo ha sido un acelerador del despoblamiento desde hace decenios. Un estudio del Team System Marche, afirma que se han perdido desde entonces 17 mil habitantes en la región. El sociólogo Nico Bazzoli, de la Universidad de Urbino, señaló que 72 por ciento de los municipios del área del terremoto tienen una población inferior a 3 mil habitantes
. Los jóvenes, según una tendencia generalizada, emigran a aéreas con mayores oportunidades y mejores servicios. El gran desafío de la reconstrucción no sólo será poner en pie los edificios, sino el tejido social.
El arte damnificado
La región de las Marcas es esencialmente rural. En sus suaves colinas están bordados burgos medievales y conventos, atravesados por los imponentes Apeninos centrales. Los bienes muebles salvados de los escombros en las cuatro regiones fueron 30 mil 704, de los cuales poco más de 14 mil son de las Marcas. El rescate fue realizado por el Comando Carabinieri per la Tutela del Patrimonio Culturale, junto con bomberos y voluntarios.
Los objetos fueron resguardados en ocho alojamientos provisionales llamados hospitales del arte herido
. Se estrenó también un búnker secreto antisísmico subterráneo, un decenio antes. Cada objeto fue catalogado con la fecha de salvación y su estado de conservación. Pinturas, crucifijos, piezas de arquitectura, recuperadas en particular de entre las 3 mil iglesias dañadas.
Camerino
Además de los poblados mencionados, Camerino fue la gran víctima del terremoto: 72 por ciento de sus edificios tuvieron daños graves. Fue completamente desalojada y sellada como zona roja, desde entonces y hasta enero pasado. Recorrer sus calles es revivir el espectro de la destrucción sobre el cual caminamos, como si el terremoto hubiera quedado encapsulado. La ciudad entera está apuntalada. Si nos asomamos en alguno de sus edificios, podemos encontrar una biblioteca repleta de polvo que reconocemos por algún libro olvidado o por el letrero de la fachada.
El rectorado se vislumbra detrás de las rejas como si estuviera prisionero, y la algarabía de cafés y plazas se puede sólo imaginar como si hubiera sido de otra era. Por ahora no hay más que silencio. Ningún martillo, ninguna grúa, ningún obrero presente para la reconstrucción, la única señal de vida es una camioneta del ejército que custodia un edificio que se encuentra muy adentro. Los edificios, las plazas, las tiendas y las calles que podríamos imaginar repletas de estudiantes, ahora son sólo piedras huecas.
Camerino fue un pequeño Estado independiente dominado por la familia Da Varano que gobernó por casi tres siglos (XIII–XVI), lo que le dio al lugar un carácter señorial. Hoy, su economía depende de la antigua universidad, fundada en 1336 y que pronto supo reactivarse. Instalada en la periferia, pudo mantener sus inscritos, provenientes sobre todo de las Marcas. En un póster está escrito: El futuro no se derrumba
.
El año pasado se hablaba de que la labor de reconstrucción debía iniciar a partir de los edificios principales reunidos entorno a la plaza de la catedral, incluyendo el municipio, el teatro y el Palacio Ducal, amalgamados por la estatua del papa Sixto V (1520 o 1521-1590), originario de las Marcas. Por ahora no se mueve ni la hoja de árbol.
La única restauración visible es la Basílica de San Venancio Mártir en extramuros, terminada en diciembre de 2019, cuyo interno remodelado denota los innumerables terremotos que han golpeado a la ciudad en su historia. Los mismo algunas de sus pinturas, como un San Lorenzo de Brindisi del siglo XVIII, todo fragmentado. Es un aviso de lo que nos espera dentro y el tiempo bíblico que demorará la reconstrucción de la ciudad.