Jordi Savall se interna en la lírica medieval europea en su primer concierto pos-Covid
Jordi Savall se interna en la lírica medieval europea en su primer concierto pos-Covid
▲ Jordi Savall en el Auditorio Nacional de Música de Madrid.Foto Elvira Megías
Armando G. Tejeda
Corresponsal
Periódico La Jornada
Sábado 20 de noviembre de 2021, p. 2
Madrid. Jordi Savall, quizás el hombre vivo que más ha hecho en la historia por la recuperación de la música olvidada, se sumergió de nuevo en la lírica medieval europea, periodo que conoce bien y que, gracias a él, algunas de sus partituras más brillantes se han salvado del olvido, como las Cantigas de Santa María, de Alfonso X, El Sabio.
En el Auditorio Nacional de Música de Madrid ofreció su primer concierto de la era pos-Covid con todo su equipo; el coro fundado por él mismo hace casi 35 años para entonar esa música antigua y arrinconada, La Capella Reial de Catalunya, y el ensamble de músicos y sus instrumentos antiguos congregados en torno a Hespèrion XXI.
A sus 80 años, el maestro catalán mantiene una vitalidad que se refleja en la intensidad de sus propuestas musicales. En esta ocasión, y para celebrar que el mundo vuelve poco a poco a la antigua normalidad de los teatros con aforo completo o de los escenarios con grandes orquestas y coros, a pesar de las restricciones todavía vigentes, Savall decidió emprender una pequeña gira por varias ciudades españolas con toda su banda
. Es decir, con los 10 cantantes de su prestigioso coro; con sus tres sopranos, sus dos contratenores (fundamentales para el tipo de música que ejecutan), su mezzosoprano, su tenor y su barítono, y sus 10 músicos, todos ellos doctos en instrumentos casi olvidados y que emiten sonidos que se escuchan rara vez en los teatros del mundo: las flautas y las gaitas, el laúd y la viola de rueda, la chirimía, el sacabuche, el organeto, el arpa y el salterio, la fídula, el kanun, las campanas y la percusión.
En esta ocasión, Savall, que suele viajar por el mundo con sus violas da gamba –la bajo y la soprano–, que son en sí mismas unas joyas de la ingeniería y la artesanía musical, interpretó piezas notables de la lírica medieval europea a través de dos liras de arco, cada una con un sonido peculiar y único, y un rabel de cinco cuerdas.
Sencillez y profundidad
El concierto lo inició él mismo y en solitario con la interpretación de una canción anónima berebere. Su rabel cimbró de silencio al auditorio. Después de recuperar el aliento, por la belleza de un sonido tan sencillo y profundo a la vez, inició la parte central del programa, es decir, las Cantigas de Santa María, escritas por Alfonso X, El Sabio, entre 1221 y 1284, las cuales fueron recuperadas del olvido por Savall en su ardua labor de investigación de la historia de la música.
Esos manuscritos musicales, según descubrió, también explicaban el origen del culto a Santa María, que son, a su vez, de lo primeros himnos litúrgicos de carácter popular. Según fuentes conservadas en diferentes papiros coptos y egipcios del siglo III, los orígenes del culto público a María se desarrollan primero en Oriente. En el lugar donde se alza el famoso templo de Artemisa (diosa de la caza, los bosques, las montañas y la Luna, considerada por las antiguas tradiciones la hermana gemela de Apolo), en la ciudad de Éfeso se proclama durante el tercer concilio a María como madre de Dios. Cabe considerar la difusión de ese dogma como el preludio de la expansión del culto marial en Oriente y Occidente
, explicó en una de sus investigaciones el propio Savall.
En esa tradición sincrética, en la que se mezclaban las culturas de Oriente y Occidente, surgió la figura de Alfonso X, que siempre le gustó rodearse de poetas y músicos, trovadores y juglares. Pero, sobre todo, a su proyecto de reunir en Toledo a un grupo de traductores y estudiosos de las tradiciones cristiana, judía y musulmana para rescatar textos de la antigüedad y traducirlos a las lenguas occidentales, que fue a su vez uno de los pilares del renacimiento científico de la Europa medieval, que también explica la enorme devoción y admiración que rinde Savall a la figura de Alfonso X, que es, de alguna forma, un alter ego del pasado de su propia labor de recuperación y divulgación de música olvidada.
Durante la hora y media del concierto, el público guardó un silencio monacal, hasta que finalizó la última cantiga y estalló en un sonoro y rotundo aplauso de más de 15 minutos, que Savall agradeció con dos bises, en los que invitó al público a sumarse a sus coros como una forma de celebrar la música y la recuperación, al menos parcial, de la vida en los teatros musicales.