Antonio Abellán: el agitador de la huerta murciana | Medio Ambiente – El Mundo
La huerta era algo as como el territorio comanche de la infancia, el espacio desvencijado y mgico en el que se adentraba de nio Antonio Abelln (Murcia, 1973) siguiendo el rumor de las acequias, rastreando esos «olores hbridos entre lo natural y lo humano» o emprendiendo entre bancales una desigual «batalla de limones recin arrancados» contra una pandilla rival.
Pero la huerta murciana cay durante aos en el hasto y el abandono. Surgi una plataforma de denuncia «muy clara y valiente», Huermur, aunque faltaba una visin de futuro o una propuesta para regenerar ese paisaje venido a menos. Hasta que Antonio Abelln, arquitecto y agitador a partes iguales, tuvo la genial idea de «Huerta Bizarra», con esa querencia por «lo raro, lo incmodo y lo audaz» que sugiere el mismo nombre.
«Empezamos con actividades muy locas, cuando nos decan que la huerta estaba muerta desde el punto de vista productivo y que no haba nada que hacer», recuerda Antonio. «Las cosas han empezado a cambiar en los ltimos aos, y ah tenemos por ejemplo la creacin de la Oficina de la Huerta. Aunque no se acaba de dar el giro completo. Me parece absurdo que se inventen algo como Murcia-Ro, por aquello de imitar a Madrid, cuando est clarsimo que lo que pega aqu es Murcia/Huerta, abriendo la ciudad a ese mosaico de pedanas recorridas por las acequias».
«El ro Segura es mierda pura». Ese era uno de los dichos que Antonio Abelln recuerda de su infancia. El ro ha mejorado mucho desde entonces, todo hay que decirlo, y sobre la marcha lo comprobamos a su paso por las inmediaciones de La ora, la pedana que recorremos en compaa del propio Alberto y de su to Pedro Ortn, director de colegio y huertano a tiempo parcial.
Los dos nos llevan de entrada a la Rueda de La ora -declarada bien de inters cultural en 1982- desde donde se eleva el agua de la acequia a otros canales menores para ir regando los huertos. Sobre la marcha nos hablan del Consejo de Hombre Buenos, el tribunal consuetudinario que lleva ms de 800 aos velando por el reparto de las aguas y resolviendo los conflictos entre los regantes. En cuestin de minutos, nos sentimos misteriosamente acogidos por este espacio de escala humana que huele a campo, «donde todo sucede muy pegado», en un mosaico de parcelas, con casitas pequeas y en un laberinto de vericuetos y atajos.
Siguiendo la tradicin de la autosuficiencia, el to Pedro nos cuenta cmo cultiva en su pequea parcela tomates, pepinos, pimientos, calabacines, sandas y hasta papayas para el consumo familia. La huerta era al mismo tiempo faena y solaz, y en los meses calor haba hasta «playas» donde se baaban de nios. Antonio lamenta el hbito de abovedar las acequias, y privarlas de su valor natural y esttico: autnticas venas lquidas que han alimentado desde tiempos inmemoriales estos insospechados vergeles que rodean la ciudad.
Huerta viva y ecoturismo
«Reivindicamos la huerta viva», advierte Antonio. «Pero nos enfrentamos al hecho de que hay muchas parcelas abandonadas por desidia o por falta de salida econmica. Nosotros aprovechamos todos los espacios, hasta un piscina en desuso, y le damos un nuevo valor. Hemos intentado echarle imaginacin y creatividad y acercarnos a la huerta desde un ngulo distinto».
La regeneracin del tejido agrcola en uno de los objetivos, pero ni mucho menos el nico de Huerta Bizarra. «Nos gustara ser un vivero de emprendimiento huertano, y contar con una red de productores locales y ecolgicos. Queremos tambin fomentar el atractivo ecoturstico, con doce rutas para surcar la huerta, iniciativas como la huerta sonora o propuestas como las «24 horas del relax huertano», que hicimos con los alumnos de Proyectos Arquitectnicos de la Universidad de Alicante».
Aunque la autntica pasin de Antonio Abelln es todo lo que tiene que ver con la cultura y la educacin, con la meta de convertir la huerta «en un aula abierta y en un espacio de exploracin y aventura», aunque sea con la ayuda de ese curioso Periscopio anclado a una tapia para ver ms all de la ltima parcela urbana de Murcia.
Dos los reclamos ms sonados de Huerta Bizarra han sido precisamente la «Chirinbici» («remolque de cocina desplegable para servir un picnic en cualquier lugar sensible sin alterarlo») y su hermana la «ChirinAulaSolar», un aula mvil para realizar actividades escolares y ldicas en el paisaje huertano, fiel a esa idea de «servicio arquitectnico sin edificio» que el propio Antonio desarrolla en paralelo a su carrera profesional (luego hablaremos de La Casa de la Tierra).
Su hija de «casi 14 aos» ha sido una de las fuentes de inspiracin de Antonio Abelln, que viene de familia de carpinteros y de ah su querencia por la madera. Y tambin por las historias de la Murcia rural, como El Lobo de Periago de Manuel Moyano y Juan Navarro, punto de partida del «Escape Room Huertano» con el que Antonio quiso sorprender a los nios a la salida del confinamiento, mezclando la experiencia de los juegos de aventura al aire libre con un alio de gamificacin y tecnologa.
Un invernadero biblioteca
Aunque la «accin huertana» se traslada estos meses al corazn de la ciudad, al Huertolab de Santa Eulalia, ese espacio urbano que se ha convertido en poco tiempo en algo as como «la oficina de bienvenida a Murcia». All no solo hay huerto compartido y jardn etnobotnico, sino tambin taller de ganchillo y sombra y un sinfn de actividades, adems del recin incorporado «Invernalibros», invernadero de bolsillo que hace las veces de biblioteca.
«Tanto como el cuidado de la tierra importa all el cuidado de las personas», recalca Antonio. «El espacio est gestionado por los vecinos de una manera colaborativa y es ya un autntico laboratorio de convivencia urbana».
El futuro del Huertolab est sin embargo pendiente de un hilo, pues se trata de una cesin temporal de suelo privado. Los vecinos se han movilizado para solicitar su «declaracin de inters pblico como proyecto social», y han reclamado su expropiacin y transformacin en zona verde.
Antonio Abelln se mueve desde hace tiempo en un espacio que va ms all de lo «habitualmente arquitectnico». Dos de sus obras ms reconocidas son el Centro Prraga y el museo de la catedral de Murcia, dos proyectos de su juventud, hermanados por su intento de «rebajar la presin esttica» y buscar una arquitectura «ms fragmentada, fresca y desinhibida».
Cerca de La ora conocemos sobre el terreno su intervencin de acondicionamiento de los restos arqueolgicos del Molino de la Plvora. En Alhama, en Aljucer o en Mota del Ro se encuentran algunos de sus proyectos de viviendas ms conocidos, aunque su obra predilecta es La Casa de la Tierra en Los Valientes, en la que ha intentado incorporar «una cierta modernidad» a una vivienda bioclimtica.
«Digamos que lo aprendido en las escuelas de arquitectura (espacio, forma, belleza) y lo que se suele practicar cuando uno se aproxima al mundo de la bioconstruccin est demasiado alejado, y yo lo que he intentado es acortar esas distancias. La Casa de la Tierra incluye adems una propuesta muy ambiciosa del uso de la climatizacin natural mediante chimeneas solares y torres de refrigeracin que ha merecido el estudio de un grupo de expertos en dinmica de fluidos de la Universidad de Cartagena».
A los arquitectos, segn Antonio Abelln, les va a tocar «repensar» la vida cotidiana «en la transicin hacia una civilizacin ms verde de todos los todos posibles». Y eso pasa no solo por un cambio radical del modo de construir «hacia la sostenibilidad», sino en intervenciones de «acupuntura urbana» y en una perspectiva amplia, ms all de los propios edificios («tan excluyentes de lo no humano y tan lesivos con la naturaleza casi siempre»).
La arquitectura, vaticina el infatigable «agitador» de la huerta, tendr que «abrirse a muchas otras escalas y prcticas que estaos empezando a atender y que an ni se nos ocurren, pero que irn apareciendo».
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