Desierto de Atacama: la ropa usada que descarta el mundo y se acumula en medio del paraíso – A24
Son unas 59.000 toneladas por año de textiles. Más de la mitad, unos 39.000 toneladas, terminan en la zona de Alto Hospicio, en el norte chileno. Allí está una de las paradas finales de la ropa que se vende como usada o de segunda mano.
Se trata de ropa fabricada en China, Vietnam o Bangladesh que luego compran consumidores de las principales capitales del mundo. Pero, en muchos casos, las grandes cadenas de la industria de la moda ya no logran venderlas. Entonces recorren miles de kilómetros hasta llegar a Chile el primer importador de ropa usada en América Latina.
Desierto de Atacama: ¿Qué pasa con la ropa usada?
Muchos de las prendas son de tejidos sintéticos, que pueden tomar unos 200 años en desintegrarse. “Esta ropa llega de todo el mundo”, explica Alex Carreño, ex trabajador de la zona de importación del puerto de Iquique, que vive al lado de uno de los espacios convertidos en basureros.
La ropa se vende en ferias populares, pero no toda llega a ser comprada. El resto contamina el paisaje y el medio ambiente.
La costumbre de importar ropa de segunda mano no es nueva: desde hace cerca de 40 años existe un comercio de ropa para estas «ferias americanas” que luego se venden en locales a lo largo del país. Los fardos llegan hasta la zona franca provenientes de Estados Unidos, Canadá, Europa y Asia.
Es allí adonde viajan los comerciantes del país, eligen las prendas para sus locales. Lo que no les sirve queda allí. “Lo que no se vendió a Santiago ni se fue a otros países por contrabando, se queda aquí porque es zona franca”, explica Carreño.
Moda rápida: ¿Cómo afecta al medio ambiente?
La producción de ropa en el mundo se duplicó entre 2000 y 2014, según un estudio de la ONU de 2019, Por eso esta industria es “responsable del 20% del desperdicio total de agua a nivel global”.
Según el informe solo la producción de unos jeans requiere 7.500 litros de agua. Además, la fabricación de ropa y calzado genera el 8% de los gases de efecto invernadero, y que “cada segundo se entierra o quema una cantidad de textiles equivalente a un camión de basura”.
La imparable industria de la moda rápida no solo incluye trabajadores mal pagos y en condiciones infrahumanas, denuncias de trabajo infantil. A eso se suman cifras devastadoras sobre su impacto ambiental, tanto que ya la comparan con las de la industria petrolera.