La oposición cantaba victoria en Barinas, el santuario del régimen chavista
CÚCUTA, Colombia.- “¡Sí se pudo, sí se pudo! ¡Viva Barinas!”. La oposición volvió a derrotar al chavismo en la cuna de la revolución dos meses después, según su conteo extraoficial, una victoria recibida con alborozo doble por dirigentes y seguidores. En noviembre fue Freddy Superlano quien venció a Argenis Chávez por unos pocos votos en una sorpresa histórica.
Después llegó la intervención de Nicolás Maduro y del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), que ordenaron repetir las elecciones, amparados en fraudulentos motivos administrativos y empujados por el simbolismo que para el chavismo guarda su santuario de Barinas. Un nuevo golpe electoral, como los que se suceden desde la victoria parlamentaria de la oposición en 2015.
Este domingo el turno al bate, como le gusta decir al venezolano, le correspondió a Sergio Garrido, candidato por exclusión ante la inhabilitación de los dirigentes más conocidos. El símil pelotero (béisbol) encajó a la perfección con lo sucedido.
“¡Barinas se levantó!”, se ufanó el propio Garrido como si estuviera en un estadio. Los primeros datos de su comando de campaña comenzaban a llegar para confirmar previsiones y encuestas. Su ventaja había crecido de unos pocos votos a miles.
De momento no se tratan de resultados oficiales, ya que el Consejo Nacional Electoral (CNE), de mayoría chavista, oculta los resultados parciales hasta que lee de forma pública los datos definitivos. Como hace medio siglo. Los canales del Estado, como si vivieran un luto por adelantado, dieron por terminada su cobertura electoral para regresar a su tediosa programación de todos los días.
Garrido, el dirigente humilde, el hombre de la camisa a cuadros, agricultor y llanero por los cuatro costados, pasó por encima como un tranvía a Jorge Arreaza, enviado por Nicolás Maduro a la tierra que vio nacer a Hugo Chávez, gobernada por su familia durante 22 años. El excanciller, convertido en “paracaidista político” de última hora, también fracasó.
El fraude electoral montado por el Palacio de Miraflores para repetir las elecciones ganadas limpiamente por la oposición en noviembre, no sirvió para remontar en las urnas, aunque se desconoce cuál será la decisión final que tome la revolución. La derrota más dolorosa para el chavismo se produjo en Sabaneta, el pueblo natal de Hugo Chávez. Allí también ganó Garrido.
La realidad es que el candidato de la Unidad Democrática multiplicó los votos y arrasó en las urnas. De nada le sirvió a la revolución bolivariana el ventajismo descomunal durante la campaña electoral como hacía tiempo que no se veía, en medio de un despliegue militar que ha transformado a Barinas en un gigantesco cuartel. Y una oleada de promesas de felicidad futura para el santuario de los bolivarianos.
A la postre en el ánimo de los llaneros ha influido más la realidad que el chantaje gubernamental, que ha repartido electrodomésticos, bombonas de gas y toneladas de regalos como si se tratara de los Reyes Magos de Caracas. Barinas vive sus tiempos más oscuros, atrapada entre la pobreza, la emigración y el derrumbe de los servicios estatales provocado por la desastrosa gestión bolivariana.
“No les dan los números, de nuevo fracasaron. Hacemos un llamado a que se respete la voluntad popular. Todo el desempeño del oficialismo no fue suficiente, los altos jerarcas del chavismo ya se fueron de Barinas”, adelantó al cierre de las urnas Freddy Superlano, quien aseguró que en esta ocasión la famosa operación arrastre del chavismo no fue suficiente para remontar el voto de castigo de la población.
“Los venezolanos nunca nos rendiremos hasta ver a Venezuela libre y democrática. Barinas, ejemplo de lucha y resistencia”, se congratuló Juan Guaidó, recién confirmado al frente de la presidencia encargada durante todo el año.
Además de la derrota electoral, Barinas arroja a Maduro un nuevo baño de agua fría cuando está instalado cómodamente en su “trono” de Miraflores. Fue el propio Maduro quien impuso a un candidato sin carisma en una especie de paradoja política: la pertenencia política de Arreaza a la familia Chávez, con la intención precisamente de salir de la familia Chávez, tras los gobiernos del padre Hugo de los Reyes Chávez y los hijos Adán y Argenis.
La fallida estrategia de Maduro ha profundizado la división interna en el chavismo del estado llanero, como quedó claro con las declaraciones de Argenis tras votar, en las que ni siquiera pidió el voto para Arreaza. El excanciller estuvo casado con Rosa Virginia Chávez, primogénita del «comandante supremo» de quien se separó hace unos años, pero cuyo matrimonio le permitió estar cerca de Hugo Chávez durante su enfermedad en Cuba y posterior agonía.
La refriega interna ha favorecido de alguna forma a Sergio Garrido, que ha pasado de ser el único no descartado por el carrusel de inhabilitaciones políticas impuestas por el oficialismo a convertirse en un abanderado con tirón entre quienes se enfrentan a la revolución.
Para socavar el voto antichavista, el gobierno promovió en Barinas la candidatura de un falso opositor, Adolfo Superlano, candidato de una agrupación que se llama MIN-Unidad, que busca con esas siglas parecerse a la Unidad Democrática para arrebatarle el voto de los despistados. El mismo político que interpuso un recurso ante el Supremo para que se repitieran las elecciones.
Si Nicolás Maquiavelo viviera hoy no tendría mejor lugar que Venezuela para actualizar sus teorías políticas, a buen seguro seguiría de cerca las andanzas de Adolfo Superlano. Este dirigente forma parte del grupo de diputados comprados por Alex Saab, el magnate colombiano que espera en una cárcel de Miami que se inicie el juicio en su contra. Luisa Ortega, antigua fiscal venezolana, advirtió hace años que Saab no sólo era el principal contratista de Maduro, sino también su testaferro.
Claudio Fermín, el otro “paracaidista” llegado de Caracas para robarle votos a Garrido, también obtuvo una votación mínima. Este “opositor” participa en la mesa del diálogo que Maduro mantiene con dirigentes colaboracionistas.