Astrónomos descubren enigmático objeto que comparte órbita con la Tierra
Astrónomos de la Universidad de Alicante (España) y otras casas de estudio han confirmado la existencia del segundo asteroide troyano terrestre, el 2020 XL5, con un tamaño estimado de 1 km, mayor que los 0,3 km del otro objeto similar, 2010 TK7. Debido a la rareza de estos objetos, no son fáciles de detectar, por lo que los científicos se sorprendieron al observarlo.
Los asteroides troyanos terrestres son pequeños cuerpos que orbitan alrededor de los puntos de Lagrange L4 o L5 del sistema Sol-Tierra. Si consideramos solo ese sistema, las leyes de la gravedad de Newton establecen que hay cinco puntos donde todas las fuerzas que actúan sobre un objeto ubicado en esos sectores se anulan entre sí. Estas regiones se denominan puntos de Lagrange y son áreas de gran estabilidad.
El nuevo estudio, publicado en Nature Communications, confirma que 2020 XL5 es el segundo asteroide troyano terrestre conocido hasta la fecha, y todo apunta a que permanecerá en esa ubicación al menos durante 4.000 años; por lo que se califica como “transitorio”.
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Aunque se sabía que existían asteroides troyanos durante décadas en otros planetas como Venus, Marte, Júpiter, Urano y Neptuno, no fue hasta 2011 que se encontró el primero de su tipo en la Tierra. Los astrónomos han descrito estrategias de observación para la detección de nuevos troyanos terrestres.
“Ha habido muchos intentos previos de encontrar troyanos terrestres, incluidas encuestas in situ, como la búsqueda dentro de la región L4, realizada por la nave espacial OSIRIS-Rex de la NASA, o la búsqueda dentro de la región L5, efectuada por JAXA Hayabusa-2”, señala en un comunicado Toni Santana-Ros, de la Universidad de Alicante y el Instituto de Ciencias del Cosmos de la Universidad de Barcelona (ICCUB), también autor principal del presente estudio.
El bajo éxito en estas búsquedas puede explicarse por la geometría de un objeto que orbita la Tierra-Sol L4 o L5 visto desde nuestro planeta. Estos objetos suelen ser observables cerca del Sol. La ventana de tiempo de observación entre el asteroide que se eleva sobre el horizonte y la salida de nuestra estrella madre es, por lo tanto, muy pequeña.
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Así, los astrónomos apuntan sus telescopios en el cielo bajo donde las condiciones de visibilidad son las peores y con el hándicap de la inminente luz solar saturando la luz de fondo de las imágenes durante apenas unos minutos en la observación.
Para solucionar este problema, el equipo realizó una búsqueda de telescopios de cuatro metros que fueran capaces de observar en tales condiciones y, finalmente, obtuvieron los datos del Telescopio Lowell Discovery de 4,3 m (Arizona, Estados Unidos) y el de 4,1 m Telescopio SOAR, operado por la Fundación Nacional de Ciencias NOIRLab (Cerro Pachón, Chile).
El descubrimiento de los asteroides troyanos de la Tierra es muy significativo porque pueden contener un registro prístino de las primeras condiciones en la formación del sistema solar, ya que los primitivos troyanos podrían haber estado coorbitando los planetas durante su formación, y agregan restricciones a la evolución dinámica de toda el área dominada por el astro rey.
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Además, los troyanos terrestres son los candidatos ideales para posibles misiones espaciales en el futuro.
Dado que el punto de Lagrange L4 comparte la misma órbita que la Tierra, se necesita un pequeño cambio en la velocidad para alcanzarlo.
Esto implica que una nave espacial necesitaría un bajo presupuesto de energía para permanecer en su órbita compartida con la Tierra, mientras mantiene una distancia fija con ella.
“Los troyanos terrestres podrían convertirse en bases ideales para una exploración avanzada del sistema solar; incluso podrían convertirse en una fuente de recursos”, concluye Santana-Ros.
Con información de Europa Press.