México planta cara a China y perfila la creación de una empresa estatal para explotar el litio …
El presidente López Obrador quiere demostrar, al menos discursivamente, que el interés de su Gobierno por el litio va en serio. El mandatario anunció la creación de una empresa estatal para la explotación del mineral y lo incluyó en su propuesta de reforma eléctrica como un recurso natural estratégico del país. “Vamos a crear una empresa de México para el litio. No queremos ser territorio de conflicto entre potencias, ni Rusia, ni China ni Estados Unidos”, defendió el presidente a favor de la soberanía energética del país, este miércoles. Después fue un paso más allá y advirtió que ninguna corporación privada nacional ni internacional podrá sacar este recurso del subsuelo porque es “del pueblo y la nación mexicana”. El mayor yacimiento del país actualmente está en manos de la empresa china Gangfeng.
Podría decirse que la relación que México guarda actualmente con el litio es más bien platónica. Con un exceso de optimismo, el Gobierno de López Obrador anhela conquistar una de las mayores reservas del mundo, de la que por el momento, nadie ha excavado nada. Los yacimientos solo se encuentran en fase de exploración. El más grande ellos, situado en Sonora, fue concesionado a la empresa anglocanadiense Bacanora Lithium, comprada hace menos de un año por Gangfeng. El gigante de las baterías eléctricas pagó a cambio 264 millones de dólares por el 100% de acciones de la compañía. “Crear una paraestatal para el litio es una ocurrencia. México no tiene ningún plan ni recursos para desarrollar esta empresa. Su creación no está en el Plan Nacional de Desarrollo ni en el plan de Energía”, asegura Gonzalo Monroy, director de la consultora GMEC.
Aunque del desierto de Sonora no ha salido todavía ni un gramo de carbonato de litio, el valor de mercado de Bacanora se disparó hasta los 170 millones de dólares y el de Gangfeng por encima de los 220 millones. La empresa ha publicado que en Sonora existen reservas comprobadas por un poco más de tres millones y medio de toneladas de litio: más de 40 veces la cantidad que se consumió en todo el mundo en 2019. Una cantidad lo suficientemente rentable como para que la compañía, cuya concesión tiene el tamaño de unos 100.000 campos de fútbol y una duración de 50 años, esté planeando quedarse en México los próximos tres siglos.
Tras la caída de los precios del metal en los mercados internacionales durante la pandemia, la iniciativa privada no esperaba darse de bruces con el repentino entusiasmo de López Obrador por el litio, pero la economía climática, el mercado de los coches eléctricos y el aumento de la demanda a nivel global (un 55% más en 2022, según S&P) han disparado los precios un 400%. Ahora el mineral cotiza por encima de los 35.000 dólares la tonelada en los mercados internacionales. Australia, China y Chile son los principales países productores de litio del mundo y según la Agencia Internacional de Energía, la demanda de litio deberá multiplicarse por 40 para 2040 para satisfacer las demandas de cero emisiones que buscan los países con la transición energética de los combustibles fósiles a las energías limpias. “Tenemos que proteger este mineral codiciado. No [podemos] permitir que pase a manos de corporaciones o de poderes hegemónicos”, afirmó López Obrador el 13 de octubre del año pasado. Ante un futuro tan jugoso y prometedor, todos quieren aparecer en la foto.
El presidente ha llegado a amenazar con realizar una investigación contra la Comisión Federal de Competencia Económica (Cofece) por orquestar una operación encubierta para comprometer el litio de México y beneficiar al gobierno chino con la entrega de la concesión de Sonora. López Obrador insistió en que la resolución de Cofece pone a México en mitad de la guerra comercial que existe entre Estados Unidos y China. “Por eso mi inconformidad de siempre contra estos organismos autónomos porque fue un andamiaje que crearon para nulificar al Gobierno, para que, si llegara un gobierno nuevo del pueblo, no pudiese tomar decisiones eso significó el neoliberalismo”, descargó el mandatario.
Hasta el momento las compañías con un plan de exploración y explotación avalado por la Secretaría de Economía habían respirado tranquilas. La propia propuesta de reforma eléctrica señala que se respetarán dichas concesiones. Ahora el presidente da un paso atrás y dice que pueden extraer otros minerales, pero no tocar el litio. La Cámara Minera de México (Camimex), que incluye a las principales empresas del sector, ha indicado su preocupación al respecto y señala que financiar proyectos de minería puede resultar “muy oneroso” para el país. Entre otros factores, porque México no cuenta ni con la tecnología ni con el conocimiento para desarrollar una industria del litio. “El presidente desconoce las complejidades y la tecnología [que se necesita] para llegar al grado de pureza para usar comercialmente el litio. Es una tecnología con la que actualmente no cuenta México y que se encuentra en manos de las empresas privadas”, señala Monroy.
En México hay 36 concesiones para explotar el mineral de las que solo están activas 27, en manos de tres empresas extranjeras, entre ellas Gangfeng, según GeoComunes, Red de Afectados por la Minería y MiningWatch Canada. Sonora es el proyecto más avanzado. Sus impulsores calculan que su nueva planta comenzará a operar en 2023 y la producción durante el primer año alcanzará las 20.000 toneladas, cifra que llegará a las 50.000 toneladas los años siguientes y que requerirá de 2.000 millones de dólares de inversión para llevarla a cabo. El objetivo de la transnacional con presencia en Australia, Argentina y China es exportar el litio de México al mercado asiático, el productor del 90% de las baterías eléctricas.
Mientras tanto, desde Palacio Nacional resulta tentador utilizar el hallazgo de uno de los mayores depósitos de litio del mundo para insuflar optimismo en las filas de la llamada cuarta transformación. Para López Obrador el futuro es blanco y brillante, como el mineral que duerme bajo el subsuelo de Sonora.
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