¿Se puede acabar con la sequía creando lluvia artificial? – Diario Información
¿Y si se pudiera acabar con la sequía que está afectando a toda España creando lluvia artificial? Aunque suene a idea utópica, puede no ser un hito tan fantasioso como se piensa. Los científicos llevan años tratando de diseñar un método eficaz para estimular las nubes con el fin de crear lluvia, y una de las técnicas más conocidas es la siembra de nubes. Cargado de yoduro de plata o hielo seco, un pequeño avión puede arrojar estos componentes sobre las nubes y crear precipitaciones. También pueden lanzarse desde el suelo. Parece fácil, pero a día de hoy, esta técnica arrastra muchas limitaciones técnicas que han impedido llevarla a la práctica de manera eficaz.
A lo largo de la historia el bienestar de la sociedad ha estado muy ligado a la lluvia. Cuando el cielo no proporciona suficientes precipitaciones los cultivos no prosperan, la calidad del aire empeora y el agua potable se convierte en un bien de lujo. Por eso siempre ha sido imperativo humano conseguir un método eficaz para que llueva.
Los primeros en concebir un método aparentemente eficaz fueron el químico estadounidense Vicent Joseph Schaefer (1906-1993) y el científico de la misma nacionalidad Bernard Volnnegut (1914-1997). Ambos se obsesionaron con la posibilidad más que real de conseguir alterar la dinámica de las nubes para convertirlas en aliados del ser humano cuando fuera necesario.
Fue un descubrimiento anterior, unido a la gran necesidad de revertir la sequía en Estados Unidos, lo que desencadenó este interés de ambos científicos por conseguir “sembrar” a su antojo las nubes que faltaban sobre el continente. Entre 1932 y 1939, Estados Unidos estuvo afectada por una persistente sequía acompañada por nubes de polvo. El periodo, más conocido como Dust bowl (cuenco de polvo), dañó gravemente la agricultura, causó un éxodo masivo de granjeros y provocó una hambruna que acabó incrementando la mortalidad hasta tal punto que marcó a toda una generación.
En esa misma época, un grupo de meteorólogos nórdicos presentó la primera descripción del proceso de formación de las precipitaciones en las nubes mixtas y frías. Se descubrió que en esas nubes coexistían gotitas de agua superenfriada (en estado de subfusión) y cristales de hielo que, en determinados rangos de temperatura, favorecía el crecimiento de los últimos, gracias a la mayor evaporación de las primeras.
Schaerfer se empezó a interesar por el tema a principios de 1940. Empezó entonces a hacer pruebas caseras probando, sin mucho éxito, si el talco, la sal o el polvo podrían estimular los cristales de hielo de un congelador. A finales de siglo, trasladó sus experimentos al laboratorio de General Electric y allí fue, con un golpe de suerte, donde descubrió que la nieve carbónica (Co2 en estado sólido) podía crear nubes formadas por pequeños cristales de hielo. Pocas semanas más tarde, su ayudante comprobó que el yoduro de plata (sal de estructura cristalina muy parecida a la del hielo común) era también eficaz para conseguir este efecto.
No pasó mucho tiempo más antes de que se decidiera poner en marcha empíricamente. Con ayuda de pequeñas aeronaves, se dispersaron estas sustancias (yoduro de plata o nieve carbónica-hielo seco) en nubes previamente elegidas. En este experimento se comprobó que el yoduro de plata tenía mejores resultados que la nieve carbónica. Algunas de esas siembras provocaron nevadas y despertaron el interés de las fuerzas armadas de los EEUU, que puso en marcha el Proyecto Cirrus, cuyo objetivo declarado era la modificación artificial del clima.
Pruebas en España
Entre los años 1979 y 1981 en España tuvo lugar el primer intento de incremento de lluvias a través del Proyecto para la Intensificación de la Precipitación, coordinado por la Organización Meteorológica Mundial. Pero nunca se llegó a incrementar la lluvia de forma perceptible por medio de la siembra de nubes, porque, simplemente, no se lograron nubes con las condiciones adecuadas para ello.
Lo que ocurrió en España no es más que la realidad a la que se enfrenta esta técnica. La complejidad que entrañan los procesos que tienen lugar en el interior de las nubes y las dificultades propias del método de siembra, provocan que la siembra de nubes sea un método muy limitado para conseguir agua.
Como destaca el meteórologo José Manuel Viñas en un artículo de divulgación, “las nubes no son objetos ‘congelados’ en el tiempo y en el espacio que permiten un análisis concienzudo preliminar de todo lo que acontece en ellas. Son procesos dinámicos que tienen lugar en la atmósfera, en continuo cambio”. Por eso, buscar una nube adecuada para la lluvia se convierte en un verdadero quebradero de cabeza.
Los investigadores también han estudiado los impactos de esta técnica, que podrían ser otro obstáculo a la hora de ponerla en marcha. Y es que el yoduro de plata puede causar incapacidad temporal o posibles daños residuales a los humanos y mamíferos, con una exposición intensa o continua, pero no daños crónicos. Sin embargo, se han hecho varios estudios detallados ecológicos que mostraron que el impacto de la siembra de nubes es insignificante en el ambiente y la salud.
La toxicidad de los compuestos de plata ha demostrado ser de bajo orden en algunos estudios. Se toma en consideración que una cantidad de yoduro de plata empieza a ser tóxica para el ser humano a partir de las 50 partes por millón, mientras, se señala que las siembras de nubes comprenden concentraciones máximas de 0,1 partes por millón.
China y Emiratos Árabes ya crean lluvia artificial
Sea como sea, países como Emiratos Árabes y China se han puesto manos a la obra para hacer que esta técnica sea una realidad eficaz. El gigante asiático anunció hace ahora un año un ambicioso programa para manipular la climatología en un área de nada menos que 5,5 millones de kilómetros cuadrados para 2025. Fundamentalmente, el método es el de rociar las nubes con yoduro de plata.
Se trata no solo de conseguir lluvia, sino de evitar el granizo, perjudicial para la agricultura. El objetivo del plan es lograr para ese año que “el área protegida por las operaciones de prevención de granizo llegue a más de 580.000 kilómetros cuadrados”, informó el gobierno chino.
El programa quiere servir para actuar en la prevención de catástrofes, la producción agrícola, la respuesta ante incendios forestales y de pastizales, así como en la gestión de altas temperaturas inusuales o sequías.
De momento, lo que ha logrado China es sembrar de inquietud a sus vecinos India y Taiwán, que temen que estas operaciones a gran escala tengan un impacto sobre sus respectivos territorios, robándoles las nubes.
China, en realidad ya ha utilizado el sistema de siembra de nubes para limpiar la atmósfera ante la celebración de grandes eventos como los cónclaves del Partido Comunista en Pekín, el último de ellos el verano pasado. De este modo se logra reducir la contaminación de la ciudad.
Además, alrededor de 50.000 municipios ejercen la siembra de nubes de forma habitual para evitar daños en sus campos de cultivo, lo que pretenden es sacar la lluvia antes de que se produzcan las temidas tormentas de granizo.
De cumplirse las expectativas del gobierno, en cuatro años el 60% de la superficie del país podrá controlar las precipitaciones. Las consecuencias para el cambio climático y la meteorología de la zona son todavía un misterio.
Mientras tanto, en Emiratos Árabes Unidos, que el último verano superaron récords de temperatura, con hasta 51 grados centígrados, el gobierno ha utilizado drones para provocar lluvia mediante descargas eléctricas en las nubes, sin necesidad de usar compuestos químicos.
El gobierno de los emiratos aseguró en la conferencia de Glasgow que los resultaron fueron positivos y se lograron provocar precipitaciones artificiales con este sistema en Abu Dabi, Dubai y Sharjah, y hasta aportaron videos para acreditarlo.
Pero también hay muestras de escepticismo. Un artículo publicado en la revista New Scientist señalaba que, según una investigación reciente, la siembra de nubes puede aumentar las precipitaciones, pero en niveles inferiores al 10%. Es decir, para que esta técnica lograra resultados a gran escala se necesitarían ingentes cantidades de energía.