Litio: la fiebre del "oro blanco" sigue sin llegar a España – Libre Mercado
El litio es uno de los minerales considerados «críticos» por su alta demanda para tecnologías esenciales y su limitada oferta. Su precio se ha disparado en las últimas semanas tras la invasión en Ucrania y las tensiones en torno a las materias primas y la energía. Incluso se ha convertido en protagonista de análisis sobre posibles razones ocultas de la invasión de Putin: el este de Ucrania alberga un enorme yacimiento de litio pendiente de explotar y que podría terminar bajo dominio ruso.
¿Qué hace que el precio de la tonelada de litio haya pasado a costar 80.000 dólares frente a loas 7.000 que valía en diciembre de 2020? ¿Por qué se le llama «oro blanco» o «petróleo del futuro? Según explica a Libertad Digital Javier Sánchez, Director del Departamento de Recursos Geológicos para la Transición Ecológica (IGME-CSIC), el litio tiene «propiedades físicas que lo hacen industrialmente muy interesante»: su «calor específico» hace que pueda emplearse en «aplicaciones de transferencia de calor»; su «elevado potencial electroquímico» lo hace adecuado para las baterías eléctricas, y también tiene «una capacidad única para almacenar energía«. Estas características han provocado que el litio sea esencial el coches eléctricos, aparatos digitales y baterías, aunque tiene muchas más aplicaciones, cuenta el científico: lubricantes, depuración de aire mediante absorción de C02 ene naves espaciales y submarinos, síntesis de compuestos orgánicos; aplicaciones fotográficas y farmacéuticas; esterilización de aguas; producción de hidrógeno; fabricación de cerámicas y lentes de grandes telescopios; producción de aleaciones especiales para aeronáutica (en combinación con otros elementos como aluminio, cadmio, cobre o manganeso); aplicaciones nucleares…
Sus múltiples usos y las tensiones en la demanda han provocado que su precio haya subido un 80% «en los tres meses que llevamos de 2022», explica el investigador. El boom del litio ha hecho que sean muchos países los que busquen este mineral esencial para la vida tal y como la conocemos hoy y para los que la mayoría dependen de las exportaciones de los mayores productores: Australia es el mayor exportador, China domina su refinado y Argentina y Chile cuentan con algunos de los mayores yacimientos mundiales. En Europa, Ucrania podría albergar «hasta 500.000 toneladas» según las reservas que se habían contabilizado antes de la guerra, explica Sánchez. Si se explotara, se convertiría en uno de los grandes exportadores mundiales. En España, mientras, se sabe que podría haber reservas de litio en Salamanca (que ya albergó una mina, La Fregeneda, que cerró en 2011), Cáceres y Badajoz. Sin embargo, los intentos de explotación están atascados.
El litio en España
En Cáceres, un consorcio lleva años intentando explotar el que quizás es el segundo mayor yacimiento de litio de toda Europa. El proyecto de la mina de Valdeflores, que se ubicaría muy cerca de la ciudad, lleva años atascado por el rechazo de ecologistas y de las propias autoridades regionales. Tras el proyecto está Extremadura New Energies, la filial española de la australiana Infinity Lithium Corporation Limited. Hace pocos meses hizo la última modificación del proyecto, que pasó a convertirse en totalmente subterráneo con la promesa de que no se modificaría el paisaje y se marcó como «reto» atraer a la región empresas «de alto valor» asociado al litio. Desde la empresa, explican a LD que están a la espera de que se resuelva una resolución de la Junta que denegaba un permiso de investigación mientras tratan de explicar el proyecto en la zona y de alcanzar acuerdos «con agentes socioeconómicos locales» para atajar las dudas sobre la futura mina. Otra empresa minera, Lithium Iberia, espera conseguir este año los permisos para empezar a explotar la mina del Cañaveral, también en Cáceres.
Públicamente, el Gobierno de la Junta de Extremadura sigue expresando sus reticencias a la minería del litio: hace sólo unas semanas, Guillermo Fernández Vara avisó de que el litio de Extremadura «no va a salir de aquí, o se explota aquí o no saldrá«. Aludía a su intención de que fábricas relacionadas con el sector, de baterías, o automovilísticas, escojan la región para instalarse en lugar de otros puntos de España o de Europa.
Según el investigador Javier Sánchez, extraer el litio no es más contaminante «que la extracción de cualquier otro elemento necesario para el desarrollo tecnológico o el abastecimiento de nuestra sociedad industrial» y destaca cómo el litio, como otras materias primas críticas y estratégicas, son esenciales para la «transición ecológica». «Nos hemos establecido en lo que se denomina en el argot minero como posición NIMBY («Not in My BackYard», «No en mi patio trasero»), que viene a decir que todos queremos móviles de última generación, televisión de plasma, o vehículos eléctricos de grandes prestaciones, y la comodidad de vivir en una sociedad repleta de comodidades tecnológicas, pero al mismo tiempo casi nadie acepta que abran una mina al lado de su casa de la que extraer las materias primas necesarias para la fabricación de todos esos componentes».
«La oposición a los proyectos mineros por razones ambientales o incluso ideológicas o políticas es entendible y respetable, pero la sociedad debe ser consciente de que si no podemos extraer los recursos minerales que necesitamos para nuestras necesidades en nuestro propio territorio, entonces deberemos resignarnos a quedarnos a merced de los grandes productores mundiales como China con todo lo que eso conlleva», señala, recordando además que muchas de esas potencias explotan sus minerales «en condiciones muy precarias» para sus trabajadores.
Sánchez afirma que la minería del siglo XXI «no es la misma que hemos visto en épocas pasadas» y recalca cómo su propio departamento estudia su impacto en el medio ambiente y desarrolla proyectos de «restauración ambiental». En España, insiste, «tenemos una legislación con niveles de protección muy restrictivos, y también mecanismos de control a las compañías mineras que hace que cualquier proyecto que salga adelante y se apruebe por la administración competente tenga que salir necesariamente con todas las garantías ambientales y de impacto a las comunidades y ecosistemas locales».