Trabajadores del campo enfrentan precariedad y largas jornadas laborales – El Sol de Puebla
Entre largas jornadas laborales, bajos ingresos económicos y un nulo acceso a servicios públicos, como hospitales, agua potable y créditos, entre otros, es como viven las personas que trabajan en el campo en Puebla. De acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), al cierre del año pasado, 570 mil 797 personas en la entidad estaban ocupadas en actividades agrícolas, ganaderas, de caza y pesca.
Pese a que de ellos depende en buena medida la seguridad alimentaria en la entidad, se enfrentan a condiciones de desigualdad en comparación con el empleo urbano.
Luis vive en el municipio de San Buenaventura Nealtican, ubicado a unos 50 minutos de la capital del estado. Se trata de una zona que surte una amplia variedad de productos agrícolas y flores de ornato que se comercializan principalmente en la Central de Abasto del municipio de Puebla.
Hábil con las manos, acostumbrado a madrugar todos los días a las cinco de la mañana y capaz de recoger 70 manojos de flores al día, don Luis ha visto cómo la pandemia ocasionada por Covid-19 ha puesto en evidencia lo indispensables que son en la entidad, pero también ha visibilizado las desigualdades a las que se enfrentan.
“En la pandemia hubo una baja de trabajo en el campo, la verdad es que estuvo muy complicado, no recibimos apoyo y nos las tuvimos que arreglar solos, en cuanto se reactivaron las actividades regresamos al campo, pues se tenía que mantener en buen estado la cosecha, aunque nos advirtieron que pagarían menos, pero, ¿qué le hacemos? No hay de otra”, platica.
El señor de 62 años de edad recuerda que desde niño ha trabajado en el campo junto con sus padres. Desde aquella época se las arregla recogiendo maíz, cebolla y recolectando flores al servicio de distintos productores de la zona.
“El campo hoy en día no es lo que era 20 o 30 años atrás. Ahora se usa un sinfín de químicos. Me acuerdo que antes se daba mucho frijol sin necesidad de insecticida y ahora de no ponérselo no se da. También hay escasez de agua. Necesitamos nuevos equipos, el campo ya no es redituable para los dueños de las tierras”, narra.
¿Le gusta su trabajo?, pregunta la reportera.
“Pues no hay de otra, desde siempre he trabajado el campo sembrando maíz y frijol y desde hace un tiempo con las flores, así salimos adelante”, comenta mientras junta las flores nube y las amarra con un mecate para armar paquetes.
Antes de que salga el sol y hasta que se obscurece, de lunes a domingo, sin descanso, es la jornada laboral que emprende para ganarse un promedio de 150 a 300 pesos al día que destina para comida y necesidades básicas.
A don Luis lo acompaña su cuñada Brígida, una madre de familia de 36 años de edad, que se dice nueva en el trabajo del campo, pues a comparación de “su compadre”, ella lleva alrededor de 10 años en las zonas de cultivo.
Con movimientos lentos corta las flores y las mantiene en una de sus manos, atrás de ella su hija (no mayor de 10 años de edad) la sigue en cada paso. “Como está de vacaciones de la escuela no hay con quién dejarla y me la traigo al campo”, explica sobre la presencia de la menor en la zona, aunque ella no corta flores.
Brígida expone que antes de que salga el sol debe levantarse y alistarse. En ocasiones deja preparado el desayuno para su hijo de 15 años (generalmente huevo con tortillas), sale de su casa para encontrarse con su hermana y su cuñado, y juntos caminar rumbo a la zona de cultivo que les toque trabajar.
Su ganancia del día depende de los manojos de flores que pidan o que logre hacer en las más de nueve horas que permanece en el campo: “Hay días en que hacemos de 20 a 30 rollos. A nosotros nos pagan dependiendo de cuántos manojos hacemos, si nos apuramos hacemos más y nos dan más dinero, pero generalmente lo que nos toca no alcanza, todo está muy caro”, subraya.
“AQUÍ SE JODE UNO MUCHO”: CAMPESINO
A 12 minutos de distancia de San Buenaventura Nealtican se encuentra el municipio de San Jerónimo Tecuanipan, una zona que se dedica a los arreglos florales y tejidos de lana, así como la siembra de cebolla, cilantro, rábano y otros alimentos.
José Antonio es un hombre que al igual que don Luis creció en el campo, sin embargo, a él no le gusta trabajar la tierra. Pese a ello, actualmente se dedica a cortar y repartir rábanos en la Central de Abasto de la capital o en otros mercados de la zona, aunque no deja de añorar su regreso a Estados Unidos y realizar otras actividades, mucho mejor remuneradas que en México.
“Aquí se jode uno mucho, tienes que trabajar desde que sale el sol hasta que anochece para ganar bien. Debemos cortar, empaquetar y trasladarnos hasta el pozo para enjuagar los rábanos y de ahí llevarlos al lugar en donde nos digan, pero, ¿qué le hace uno? Es lo que debemos hacer para comer”, conversa mientras se mira las cortaduras de las manos por la falta de práctica.
Platica que el trabajador del campo debe de ser rápido para “sacar buen dinero”. Ejemplifica que en un día pueden hacer 70 empaques de rábanos que les pagan en ocho pesos, es decir que al día pueden ganar hasta 560 pesos, pero sacrifican muchas cosas.
“Aquí debes de ser rápido si quieres sacar buen dinero. Cuando trabajas en el campo te la pasas todo el día aquí, no hay tiempo de hacer otras cosas (…) aquí si te cortas o lastimas no pasa nada, tienes que seguir, no hay hospitales cerca, ni siquiera agua para limpiar”, dice.
“LAS MEJORES CEBOLLAS DE SANTA ISABEL CHOLULA”
Debajo de un árbol en un predio del municipio de Santa Isabel Cholula descansa Román, un hombre de 45 años de edad que, junto con siete personas más, corta cebollas en la región desde las ocho de la mañana hasta las seis de la tarde.
El hombre cuenta que “desde siempre” ha trabajo en el campo y por lo tanto le ha visto transformarse e incluso dejarlo en el abandono por quienes pasan por puestos de poder a nivel federal, estatal y municipal. No obstante, los campesinos han permanecido fieles a su trabajo, ya sea por amor a la tierra o por necesidad y falta de estudios.
“Trabajar y vivir en el campo como campesino en Puebla no es fácil. A veces angustia y a veces agota. El campo en el país está en el olvido desde hace mucho tiempo. Nos hacen falta muchas cosas que no nos quieren dar y por eso es más fácil que los dueños se deshagan de las tierras a que las quieran trabajar”, expresa mientras descansa en la sombra de un árbol y aprovecha las pausas para comer.
A diferencia de José Antonio, Román disfruta su trabajo en el campo e incluso tiene la intención de comprar un terreno y cultivar otro tipo de alimentos aptos para la tierra en la zona, así como buscar la presidencia municipal de Santa Isabel Cholula y apoyar a sus compañeros en equipamiento, reducir costos de químicos, entre otros beneficios.
Román manifiesta que en un día suelen llenar uno o dos camiones con paquetes de “la mejor cebolla de Santa Isabel Cholula”, con la que obtienen alrededor de 500 pesos al día, pero dice para llegar a esa cantidad debe de trabajar bajo el rayo del sol y sin ninguna distracción.
Por último, señala que uno de los principales cambios que ha visto en el campo es el alza de precios en productos como fertilizantes y abono, así como escasez de agua, lo que les impide trabajar: “Uno quiere trabajar más, pero todo está bien caro y no alcanza. Aquí tenemos un pozo y no alcanza para todas las hectáreas. Está muy difícil laborar en el campo”.
PIDEN ESCUCHAR A CAMPESINOS Y MEJORAR EL ENTORNO
En entrevista para El Sol de Puebla, Jaime Castillo Ulloa, represente de la Unión Nacional de Organizaciones Regionales Campesinas Autónomas en Puebla, externa que para mejorar las condiciones de vida de las y los trabajadores del campo, primero se les debe escuchar.
“Nada de lo que pasa en el campo se soluciona si nadie escucha a los campesinos, si nadie reconoce con seriedad lo que vivimos. El primer paso para resolver los problemas de la tierra y de las zonas rurales es escuchar y reconocer la verdad de quienes vivimos allí”, advierte.
Incluso, recuerda que a los campesinos se les niega lo fundamental: vías de comunicación, hospitales, escuelas, energía eléctrica, agua potable, vivienda, créditos, asistencia técnica, infraestructuras, entre otros. Pese a ello, dice que las comunidades campesinas resisten y se organizan para vivir y trabajar el campo en dignidad: “Si el campo es vulnerable todos somos vulnerables, necesitamos la reivindicación de la economía campesina”.