Reptiles pequeños amenazados por la urbanización y minería en América Latina – ABC Color
Profesor e investigador de la Universidad San Francisco de Quito (USFQ) y del Instituto Nacional de Biodiversidad de Ecuador (Inabio), Cisneros precisó que, pese a que la investigación publicada recientemente en Nature sugería que las estrategias de conservación para otros vertebrados beneficiaban también a los reptiles, esto no es así «para todos».
«En la ciudad de Quito hay algunas especies de serpientes que viven en valles secos y no están protegidas bajo iniciativas que sí protegen a otros vertebrados», manifestó.
Según el estudio desarrollado por 900 especialistas, de los que 15 son ecuatorianos, algo más de uno de cada cinco reptiles del mundo se enfrenta a la extinción, y alrededor de 1.800 especies de lagartijas, serpientes, cocodrilos y tortugas se encuentran en peligro crítico.
INÉDITO ESTUDIO
Encabezado por NatureServe, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) y Conservation International, la investigación hizo una evaluación global de 10.196 especies de reptiles, para los que hasta ahora no existían estudios exhaustivos.
Los resultados indican que los más amenazados son tortugas (57,9 %) y cocodrilos (50 %), pero también que muchas de estas especies «probablemente se benefician» de los esfuerzos de conservación dirigidos a salvar a otros animales.
«Este estudio nos permite decir que las estrategias de conservación que se realizan con mamíferos, aves y anfibios amenazados, tienen usualmente más probabilidades de lo esperado de beneficiar también a los reptiles amenazados», puntualizó Cisneros.
El investigador resaltó que, pese a la gran muestra analizada entre 2010 y 2017, «cada año se siguen describiendo especies, especialmente en los países tropicales del sur global».
DESTRUCCIÓN Y FRAGMENTACIÓN DE HÁBITATS
La mayor parte de las amenazas que se ciernen sobre las poblaciones de reptiles son las mismas que causan la crisis global de la biodiversidad, entre las que destacan la destrucción y la fragmentación de los hábitats, lo que afecta a unas especies más que a otras.
«En ciudades como Bogotá, Quito o Guayaquil, con expansiones territoriales muy aceleradas, claramente se está viendo que no solo es el cambio de hábitat para la agricultura, sino también para la urbanización», advirtió el especialista.
Los estudios evidencian que, mientras que los cocodrilos, caimanes y tortugas suelen padecer los efectos de la cacería, prácticas de pesca no sustentables como el palangre afectan a grupos específicos como el de las tortugas marinas.
«No podemos ignorar que grupos específicos de reptiles requieren nuestra atención con políticas de conservación específicas», aseguró en ese sentido.
GALÁPAGOS, MODELO A SEGUIR
Como ejemplo paradigmático puso a las islas Galápagos, archipiélago que es un parque nacional y que cuenta con políticas de conservación que han permitido la supervivencia e incluso reproducción de especies endémicas como las tortugas gigantes, así como de salamanquesas o iguanas marinas.
«Estamos viendo que las poblaciones están manteniéndose o creciendo», subrayó el docente de la USFQ, que dirige un estudio sobre la incidencia de salamanquesas asiáticas y de Oceanía que estarían excluyendo a las autóctonas de las islas ecuatorianas.
Otro de los resultados del estudio internacional muestra qué áreas húmedas montanas y tropicales lluviosas son los hábitats que están siendo destruidos en mayor cantidad para la agricultura o la urbanización, lo que pone en peligro a una mayor cantidad de reptiles.
MINERÍA EN LOS ANDES
El investigador añade el fenómeno de la expansión de la minería en la región, como una de las mayores amenazas de los reptiles.
«En muchos de los países andinos, el tema de la minería es extremadamente preocupante en muchas áreas, sean protegidas o no. Está llegando a zonas con este perfil donde hay muchas especies de reptiles altamente amenazados en zonas boscosas húmedas», resaltó.
Los reptiles del estudio incluyen tortugas, cocodrilos, lagartos, serpientes y la tuatara, el único miembro vivo de un linaje que evolucionó en el periodo Triásico, hace entre 200 y 250 millones de años, y endémica en algunas islas de Nueva Zelanda.
De algunas de estas especies, como un tipo de serpiente localizada únicamente en quebradas de Ibarra, una población andina ecuatoriana, se conocen menos ejemplares que los dedos de una mano.
«O tomamos estrategias de conservación urgente, o las vamos a perder», advirtió el investigador.