Seguridad alimentaria global, en riesgo – Dinero en Imagen
Como si la amenaza de una tercera guerra mundial con potencial de derivar en una conflagración nuclear no fuera suficiente, a las amenazas a la seguridad global derivadas del conflicto en Ucrania hay que agregar sus efectos sobre la seguridad alimentaria. Antes de la guerra, Rusia y Ucrania suministraban no menos del 30% del trigo y la cebada consumidos en el mundo. Hoy, la disminución de la producción de estos graneros está sometiendo al mercado alimentario a un estrés extraordinario que, de prolongarse, terminaría por socavar la seguridad alimentaria. Se estima que el impacto del conflicto ha trastocado ya el 17.3% del total de calorías comercializadas en el mundo.
Algunos de los países más pobres, cuya dependencia del trigo ruso y ucraniano supera el 50% de sus importaciones, están luchando por mantener el suministro, mientras que las economías más sólidas intentan, sin mucho éxito, incrementar su producción para balancear la oferta. Los pronósticos son desalentadores: el Programa Mundial de Alimentos prevé un aumento de 47 millones de personas con hambre aguda en el mundo, con lo que se alcanzaría la terrorífica cifra de 323 millones de personas en ese estado para finales de 2022.
Si bien la crisis alimentaria se venía perfilando desde antes del conflicto por la interrupción de las cadenas de suministro derivada de la pandemia, el enfrentamiento entre las dos potencias de producción agrícola ha recrudecido el alza en el precio de los alimentos, los cuales han alcanzado máximos históricos. Dentro de los efectos perniciosos que ha tenido el conflicto bélico sobre el mercado de alimentos se encuentra la ampliamente conocida escasez de productos (trigo, cebada, girasol) e insumos agrícolas (principalmente fertilizantes), así como la destrucción deliberada de infraestructura agrícola crítica.
Pero quizá la consecuencia más nociva del enfrentamiento ha sido el retorno del proteccionismo alimentario, que recrudece los prospectos de carestía por una ruta menos directa, pero aún más trascendente que la disrupción en la producción ruso-ucraniana.
Ante el alza de precios, los gobiernos buscan asegurar el suministro de materias primas para satisfacer la demanda de su población, lo que los motiva a cercar la producción agrícola nacional a la exportación. El proteccionismo alimentario se ve exacerbado por la extrema volatilidad del mercado mundial de alimentos, que a su vez se agrava por las medidas de restricción de exportaciones y subsidios a la importación en una dinámica perversa de empobrecer al vecino que se retroalimenta y termina siendo contraproducente para todos.
Desde el inicio de la guerra, 23 países han impuesto restricciones a la exportación de alimentos, siendo India el más reciente. Los efectos del proteccionismo alimentario pueden aproximarse recordando los efectos de la crisis de 2008, también marcada por severas restricciones a la exportación, cuya consecuencia fue un incremento, por ejemplo, del 100% en el precio del trigo.
Los expertos afirman que el proteccionismo alimentario se profundizará conforme avance el año, lo que ha levantado alertas a diestra y siniestra. A lo largo de la historia, episodios como la Revolución Francesa y las primaveras árabes han demostrado que la seguridad alimentaria es el alfiler invisible que sostiene la estabilidad social. El malestar producido por la crisis alimentaria ya ha comenzado a sentirse alrededor del mundo. Es urgente una política de cooperación internacional estratégica en materia de seguridad alimentaria para mitigar la crisis que viene.
*El autor es profesor de política y relaciones internacionales en el Tec de Monterrey.