Javier Aranda Luna: Los lectores y los años con Carlos Fuentes
L
os registros de la investigadora Florence Olivier sobre la literatura hispanoamericana son amplios. Van de Nellie Campobello y Diamela Eltit, a José Revueltas y Roberto Bolaño. Puros rebeldes. También es autora de un libro notable: Carlos Fuentes y la imaginación del otro.
Converso con ella en una librería y se siente como en casa. Me dice que la obra de Fuentes, a 10 años de su muerte, está viva y en un momento de transición hacia otras perspectivas sobre su lectura.
–La memoria de la obra se va metamorfoseando. A lo mejor las nuevas generaciones salten el prejuicio que hay sobre la obra de Fuentes.
–El tocó muchos temas que les interesaban y le interesan a los jóvenes: la ciudad, el 68… ¿Cuál prejuicio?
–Hay varios prejuicios. Eso ocurre con todo escritor canónico. A Fuentes le tocó conocerlos antes de su muerte y eso le ocurrió quizá por haber empezado a escribir tan joven. En el 88 le dieron un golpe fuerte en México.
–¿Quién se lo dio?
–Enrique Krauze.
–¿Fue tan importante ese ensayo?
–Fue importante en México… y para mí porque me despertó mucho asombro y un poco de indignación porque no pensé que Carlos Fuentes mereciera tanta anatema. Se le reclamó no ser serio con la historia. Fuentes no se excedió con la historia, no es historiador ni pretendía serlo. Un novelista no es un historiador.
“En 2009, cuando México fue invitado de honor al salón del libro de París, asistió Carlos Fuentes. Entonces evocaron algo de una traducción de un artículo que había salido en Estados Unidos y era el artículo de Enrique Krauze. Antes no se había publicado nada en el mundo cultural francés. Hasta entonces hubo algunas repercusiones pero ése es el sino de los escritores longevos. Empezó a escribir desde muy joven y nos dejó una vasta obra que es un laberinto, un laberinto que ordenó muchísimo pero en el que uno se tiene que orientar, por más que nos haya dejado esa magna arquitectura que es ‘La edad del tiempo’.”
–Y el personaje público más que la obra, ¿no habrá sido el motivo de ese desencuentro con algunos intelectuales?
–¿Algunos? ¿Cuáles más? Todo un grupo.
Carlos Fuentes ha sido desde hace tiempo un polo de atracción y repulsión. Al primer golpe contra Fuentes su amigo Fernando Benítez contestó dedicándole todo un suplemento que validaba a muchas voces la estatura literaria de Fuentes. También incluyó un artículo breve y punzante en el que decía que había glorias universales y también municipales en el mundo de la cultura y sugería que la befa del circo literario no podía alcanzarlo.
–¿Esos desencuentros ya terminaron? Fuentes murió hace 10 años.
–No, no del todo. La memoria de esto perdura. Prefiero pensar que no va a durar demasiado, que algo se va a destejer en la túnica del tiempo. A Carlos Fuentes es imposible ignorarlo cuando se es lector. Además, Carlos Fuentes fuera de este país tiene un público lector muy importante.
Tenía un sentido de la retórica impresionante. Eso lo aprendió en parte en la Facultad de Derecho de la UNAM y de sus lecturas. Ese sentido de la retórica le permitía en discursos orales, textos periodísticos y en la ficción fijar cosas de manera impresionante. Era un dialéctico. No cualquiera puede serlo. Por eso no podemos dejar de leerlo.
Mientras se desteje la crítica
a Carlos Fuentes, Florence Olivier nos sugiere no perder de vista tres libros: “ La nueva novela hispanoamericana es importantísima, allí afirma la nueva novela latinoamericana frente al nouveau roman francés de los 70; Cervantes o la crítica de la lectura, que es el escudero de Terra Nostra y El espejo enterrado. El futuro no se acaba. La obra tampoco”.