Las apuestas de inversión al abrigo del invierno inflacionista
La tasa de inflación de España cerró mayo en el 8,7% y la de la zona euro en el 8,1% por la presión de la energía, que se ha filtrado ya definitivamente en los precios de la industria y en casi todos los servicios. Hasta hace bien poco tiempo las autoridades económicas y monetarias consideraban que el fenómeno inflacionista sería muy puntual y muy pasajero; pero a medida que se van consumiendo meses sin que la espiral de los precios ceda, el diagnóstico va cambiado y ya nadie considera que se trate de un fenómeno coyuntural, sino más bien persistente, y con renovada resistencia a ceder. Las últimas estimaciones de los bancos centrales manejan ya tasas medias superiores al 6% en términos medios para este año, y elevan considerablemente su estimación de inflación media para 2023, que se situaría prácticamente en el doble de lo que el BCE estima su objetivo de inflación, ese deseado 2%. Es tanto como admitir que puede haber un pequeño invierno inflacionario, cuyo combate ya se ha adelantado por parte de Christine Lagarde, con un par de subidas de tipos este año y con el apagado del programa de compras de deuda.
Pese a que los mercados tenían interiorizado ya el giro monetario del BCE desde hace semanas, porque lo ha ido anticipando convenientemente, el tramo final de la semana han encajado pérdidas muy importantes en las empresas cotizadas, endeudadas o no, cíclicas o no, bancarias o no, porque temen un aplanamiento del crecimiento económico por la fuerte presión de la inflación sobre el consumo y el encarecimiento de la financiación. Temen también que vuelva la crisis de deuda en la zona euro, porque no está nada claro que exista un instrumento realmente eficaz para evitar el descontrol de las primas de riesgo de los países sureños para evitar la fragmentación financiera, y vuelva a ponerse contra las cuerdas la continuidad de la moneda única misma. Seguramente la única baza que el BCE puede activar es la misma que en los últimos diez años, cuál es la compra masiva de deuda, que únicamente serviría para evidenciar que la zona monetaria óptima no es totalmente óptima.
Ante las dudas sobre tales expectativas y la certeza creciente de que la inflación se quedará una temporada larga, en parte porque su naturaleza es diferente a la de otras épocas y su combate puede ser mucho más complicado, los inversores tienen que construir una cartera de valores que pueda defenderse con relativa comodidad de la presión de los precios. Aquellas compañías en actividades y mercados oligopolistas, con elevadas barreras de entrada, de ventas regulares y que puedan llevar a precio los avances de sus costes, serán las ganadoras.