Del estante al campo – Grupo Milenio
Gertrudis compró en el supermercado otra bolsa de tela para guardar sus compras, sin exagerar se pueden contabilizar 8 bolsas grandes y 5 tamaño jumbo repartidas entre la cajuela de su auto, la bolsa de bolsas de la cocina y al interior de algún bolso o mochila dentro del clóset. El problema no es la facilidad para olvidar dicha herramienta, sino la capacidad de compra que nos ofrecen los espacios comerciales. Hace apenas treinta años la bolsa del mandado era icónica y, aunque se tenían de diversos tamaños, existía la oficial para ir a la recaudería o el mercado.
En la década de los cuarenta los gobiernos postrevolucionarios promovieron el apoyo al campo por medio de créditos, asesoría en el uso de agroquímicos y la creación de canales de distribución. La intención era acercar los productos de pequeños productores agrícolas a las grandes ciudades. Cabe recordar que este lapso fue un hito en la industrialización del país comandado por los movimientos sindicales. Y donde, los ciudadanos que migraban a las grandes ciudades, necesitaban tener garantizados sus alimentos.
Estos programas se materializarían en la Compañía Exportadora e Importadora, S.A. (CEIMSAN), en 1956, y la Comisión Nacional de Suministros Populares (CONASUPO), en 1961. Dichas empresas promoverían el consumo de caña de azúcar, leche y derivados; productos de origen ovino y porcino; trigo, arroz, soya, miel de abeja, frijol y maíz, estos dos últimos con un constante crecimiento hasta la década de los noventa. Dicha tendencia sería capitalizada por los emergentes supermercados, dando como resultado un giro por parte del consumidor. En 1989 los supermercados acapararon el 59% de las ventas de alimentos, mientras que los mercados y tianguis se quedaron con el 26%, el resto era posiblemente resultado de la auto producción o intercambios locales.
Este fenómeno se incrementó con el paso de los años, fuertemente influenciados por las modas norteamericanas, con el ejemplo de los malls y la alimentación a base de productos instantáneos. Lo que provocaría, gracias al exceso en el consumo de este tipo de alimentos, problemas de obesidad y diabetes. Casualmente la misma sociedad norteamericana buscaría, a partir de los noventa, alternativas de consumo, alejándose de las dietas a base de enlatados, harinas, productos altos en azúcar y carbohidratos. Y encontraron la respuesta en los alimentos producidos en granjas alejadas de las grandes ciudades, pequeños productores y libres de agroquímicos y hormonas.
En las próximas entregas tenemos pensado presentar el fenómeno como se vivió la zona norte del continente americano, el impacto con las empresas transnacionales y la expansión de esta tendencia en la dieta mexicana.
Benjamín Ramírez
otaconmx@yahoo.com.mx