Combatir la inflación… y la recesión – Grupo Milenio
Si la inflación no cede, lo más probable es que sigan los incrementos de las tasas de interés y, con ello, el riesgo de una recesión (dos trimestres consecutivos con crecimiento negativo del PIB).
Como sabemos, la inflación es el impuesto regresivo que más afecta a las clases populares, mientras que la recesión es la parálisis económica de un país. La unión de estos dos fenómenos produce la tormenta perfecta llamada estanflación, que lo mismo tira mercados que gobiernos.
Por ello, nada más importante en este momento que combatir la inflación y prevenir una recesión.
Es importante ubicar las causas estructurales que impulsan la actual inflación. La pandemia de covid-19 produjo a escala mundial la retracción de la economía, y la normalización de ésta se ha topado con escasez de mano de obra y de materias primas. En este momento, es mayor la demanda de bienes y productos que la oferta disponible. A esto debemos agregar la guerra en Ucrania, que está afectando la disponibilidad de granos y alimentos, así como el acceso a los energéticos que provee la Rusia de Vladímir Putin a Europa.
Hasta ahora, la mejor política económica para combatir la inflación es invertir para generar alimentos, bienes, servicios y empleos. Sin embargo, las medidas de casi todos los bancos centrales van en sentido contrario: encarecer el costo del dinero para contener el crédito y el consumo. Es decir, mientras los gobiernos calientan la economía, las autoridades monetarias la enfrían. Así están diseñados los contrapesos.
Lo idóneo y económicamente sano es el punto de equilibrio entre el crecimiento y el control de la inflación, lo que se conoce como “crecimiento económico sostenido”. No hay una receta como tal, pero sí una serie de medidas que están probadas para lograr este resultado. Aquí una relación de las más destacadas:
1) Incentivar el mercado interno, mientras se normaliza el mercado exterior. Esto significa sostener el consumo de alimentos y servicios básicos mediante una política de subsidios monetarios directos a las y los consumidores, y de medidas fiscales para incentivar la inversión privada.
2) Gasto público estratégico en obras de infraestructura (carreteras, presas, hidroeléctricas, puertos, vías férreas, etc.), que generen empleos e impacten sectorial y regionalmente a la economía del país.
3) Política de estímulos fiscales a los sectores de la agricultura, la ganadería, la construcción, el transporte de carga y la producción y distribución de alimentos.
4) Inversión pública y privada para el desarrollo de capital humano, es decir, aumentar la inversión en salud y en educación.
5) Garantizar dos suministros estratégicos para la inversión pública y privada en la actual coyuntura mexicana: la energía (electricidad, gas y combustibles a precios internacionales competitivos) y el agua. En los dos renglones es necesario sostener la rectoría del Estado, sin cerrar la puerta a la inversión privada complementaria.
6) Por último, pero no lo último, los temas de seguridad pública e impartición de justicia son también estratégicos en cualquier política contra la inflación y la recesión. Sin ellos, no hay inversión que quiera jugársela con el país.
Ricardo Monreal
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