Dismorfia del selfi: cuando te comparas con imágenes retocadas o distorsionadas por filtros
El primer pico del trastorno dismórfico corporal (o TDC) aparece antes de la mayoría de edad, a los 16,4 años, según se desprende del estudio sobre TDC elaborado por la Universidad Católica de Chile.
Este trastorno, descrito por primera vez a finales del siglo XIX y conocido entonces como dismorfofobia, es una percepción distorsionada de la imagen que se tiene de uno mismo. Las personas que lo padecen (en torno al 2 % de la población, con ligera prevalencia de los hombres sobre las mujeres) ven o creen ver defectos en su físico que les hace desarrollar comportamientos obsesivo-compulsivos.
2%
padece trastorno dismórfico corporal
Pero en los últimos años los expertos advierten de que las redes sociales (en especial las más visuales, como TikTok o Instagram) han agudizado este problema.
Es entonces cuando el Boston Medical Center acuña el término dismorfia del selfi. Cada vez más pacientes acuden a las consultas de los cirujanos plásticos para parecerse a las fotos que publican de sí mismos en redes sociales después de filtros varios.
“Las redes sociales, junto con la publicidad, son los medios que más favorecen la exposición pública de cuerpos y la categorización de estos. Y esta categorización funciona porque somos sus consumidores pasivos y la hemos llegado a normalizar”, explica Mireia Cabero Jounou, profesora colaboradora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).
En las redes sociales se publican “nuestras mejores fotos en nuestros mejores momentos y mejores posiciones”, añade, “lo que hace que tomemos una dimensión diferente de nuestros cuerpos”.
En las redes sociales se publican nuestras mejores fotos en nuestros mejores momentos y mejores posiciones, lo que hace que tomemos una dimensión diferente de nuestros cuerpos
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Según el estudio Core Clinical Features of Body Dysmorphic Disorder de la Universidad de Oxford, las áreas que más preocupan a mujeres afectadas por el TDC suelen ser nariz, muslos, caderas y piel; en los hombres, cabello (alopecia), músculos y genitales. Asimismo, las asimetrías presentadas en ojos y fosas nasales se convierten en una obsesión para estos pacientes, que suelen estar infradiagnosticados y terminan pasando por quirófano cuando lo que necesitan es terapia psicológica. “Este es el riesgo: que la operación se entiende como un medio para la resolución del problema cuando el problema es psicológico“, indica Cabero.
La operación se entiende como un medio para la resolución del problema, cuando el problema es psicológico
Los resultados de la operación suelen agrandar la frustración en lugar de eliminarla. Estos son algunos de los síntomas de quienes padecen TDC:
- Conductas de camuflaje que alteran su día a día, como maquillaje o adopción de ángulos o posturas que les favorecen
- Comparación con uno mismo y con los demás.
- Verificación(se miran compulsivamente al espejo).
- Aseo e higiene excesivos.
- Pellizcarse la piel.
- Inseguridad.
- Baja autoestima.
- Conductas evitativas (cancelar citas, por ejemplo, para no ser juzgados).
Adolescentes sobreexpuestos
Según los expertos, el TDC puede afectar de manera especial a adolescentes debido a esa exposición continua en las redes sociales, lo que pasaría a considerarse dismorfia del selfi. Esa búsqueda de la perfección comparándose con rostros y cuerpos que no son reales es crítica en la adolescencia. “En esta etapa es básica la comparación con otros. Buscas grupos de iguales, buscas tu lugar. Los referentes externos son muy importantes. Si en esa búsqueda tienes referentes que no son reales, estamos perdidos: te comparas con algo que no existe y tu nivel de exigencia es tremendo“, indica Montserrat Lacalle Sisteré, profesora colaboradora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC. Este es uno de los grandes problemas: la nueva publicidad se cuela camuflada a través de los influencers en las redes sociales. Son personajes que publican fotos retocadísimas y tras los cuales hay, a menudo, profesionales que los visten, peinan y maquillan. “Nos muestran como un ideal algo que no es perfecto y que no es la realidad. No me estoy comparando con la modelo de cuerpo perfecto, sino con un montaje de Photoshop”, apostilla. La interacción en redes, la cercanía con los famosos, los hace ver más alcanzables.
En este sentido, el ideal de delgadez y la insatisfacción corporal “nos afecta a todos, pero empieza a ser TDC desde el momento en el que modifica tus conductas”, explica Lacalle.
Con respecto a Instagram, es bien conocida la polémica que rodeó a Mark Zuckerberg cuando The Wall Street Journal publicó en septiembre de 2021 documentos internos que habían alertado de lo tóxica que es esa red social para las adolescentes, y que se habían decidido ocultar. Estos estudios demostraban que la red empeoraba la relación con su cuerpo en un tercio de esa población, elevando los niveles de ansiedad y depresión.
Prima de belleza y penalización por fealdad
Como demostró el economista Daniel S. Hamermesh, a lo largo de su vida, las personas más bellas reciben salarios más altos, mientras que las personas menos agraciadas reciben una penalización económica por el hecho de serlo: Iris Bohnet, profesora de Harvard, habla de un salario hasta un 13 % más bajo en hombres occidentales; en el caso de las mujeres, la brecha es menor, pero en Oriente la bajada de salario en ellas puede sobrepasar el 31 %. “Se ha construido socialmente una exigencia hacia el cuerpo de la mujer, cosificada y prototipada por la publicidad y la cultura patriarcal”, indica Cabero.
Las mujeres de entre 16 y 25 años pasan hasta cinco horas a la semana tomando selfis, retocándolas y compartiéndolas en redes sociales, algo que comporta un alto riesgo para la autoestima y la autopercepción. Las personas que necesitan elevar su autoestima suben selfis con más frecuencia. Ese choque con la realidad (verse en el espejo y compararse con las selfis retocadas) agrava los trastornos de dismorfia.
El TDC necesita de terapia psicológica, pero la aceptación de uno mismo se puede trabajar, dicen los expertos. Montserrat Lacalle es clara al respecto: “Tenemos la responsabilidad social de proteger a los adolescentes. Aprender a aceptarse es vital, y las redes sociales en este sentido solo traen insatisfacción. Hay que cuidar la salud mental y aprender a gestionar los conflictos viendo las redes sociales como lo que son, un mundo de apariencias”.