Albert Martin Baena Regel: Cuidado del planeta – Diario de Yucatán
En ocasiones, frente al plato de comida pensamos si la cantidad de calorías rebasa lo que debemos consumir al día; o caminando en el pasillo del supermercado cuando estamos eligiendo los productos con menor cantidad de carbohidratos, grasas saturadas o azúcares.
¿Pero estamos considerando también en este proceso decisivo, si los alimentos que consumimos tienen un impacto en el medio ambiente?
Como lo mencionan las Naciones Unidas (ONU), en su apartado de Acción Climática: Lo que comemos, y cómo se produce ese alimento afecta nuestra salud, pero también al medio ambiente, ya que los alimentos deben cultivarse y procesarse, transportarse, distribuirse, prepararse, consumirse y, a veces, desecharse.
Cada uno de estos pasos crea gases de efecto invernadero (entre otros impactos ambientales) que atrapan el calor del sol y contribuyen al calentamiento global. Más de un tercio de todas las emisiones de gases de efecto invernadero causadas por el hombre están relacionadas con los alimentos.
El cuidado que le damos nuestro cuerpo puede traducirse igualmente al del planeta. Y sabemos que las dietas no deben ser necesariamente restrictivas, aburridas o cansadas.
La dieta mediterránea ha sido alabada como una de las más saludables y reconfortantes del mundo, por su alto contenido de verduras, legumbres, frutas y aceite de oliva, y su bajo consumo de proteína animal.
Corroborando esta narrativa, un estudio realizado por un equipo de cinco investigadores españoles del Complejo Hospitalario Universitario/Universidad de Huelva y la Universidad Jaume I de Castellón analizó el contenido de las comidas servidas en el Hospital Juan Ramón Jiménez de Huelva, en el suroeste de España.
El estudio concluyó que la dieta, además de ser saludable para el cuerpo humano, tiene un impacto significativo en las emisiones de gases de efecto invernadero, asociándose una dieta mediterránea con un menor impacto ambiental que las dietas dominadas por la carne.
Los alimentos tienen huellas de carbono muy diferentes. Cambie su bistec de carne por pescado, por ejemplo, y reduce ocho veces las emisiones de CO2 a la atmósfera. Y si está dispuesto a cambiar eso a frijoles o lentejas, sus emisiones se reducen a casi cero.
Por tanto, se sugiere comenzar a comer una dieta más equilibrada y rica en plantas, una que proporcione energía y nutrientes de varios grupos de alimentos diferentes, y reduzca los alimentos que son más difíciles de procesar para nuestro planeta. La carne y los productos lácteos pueden ser fuentes importantes de proteínas y micronutrientes, especialmente en los países de bajos ingresos donde las dietas carecen de diversidad nutrimental.
Pero en la mayoría de los países de altos ingresos o en vías de desarrollo, cambiar a más alimentos de origen vegetal promueve una mejor salud y reduce significativamente el impacto ambiental en comparación con la dieta promedio basada en carne.
Lo que comes es mucho más importante que la distancia que ha viajado esa comida o la cantidad de empaque que tiene. El transporte y el embalaje suelen representar solo una pequeña fracción de las emisiones de gases de efecto invernadero de los alimentos.
A menudo nos podemos sentir impotentes o con una sensación de poco impacto para redireccionar el camino que sigue el planeta el planeta tierra; sin embargo, lo que muestra esta investigación es que los cambios individuales, si se suman, pueden tener un impacto esperanzador.— Mérida, Yucatán.
Director Óox – Beh