¿Qué fue 20 años después del "señor de los hilillos" y de quienes mandaron el "Prestige" al …
El 19 de noviembre de 2002 el petrolero Prestige se partió en dos a unos 250 kilómetros de al oeste de la Costa da Morte, en A Coruña, cuando ya había empezado a esparcir buena parte de su carga de más de 77.000 toneladas de fuel por el litoral gallego y portugués. Semanas después, la mancha acabaría llegando al Golfo de Vizcaya e incluso a las playas del suroeste de Francia.
El buque, propiedad de una empresa de Liberia, con bandera de Bahamas, operado por una naviera griega y cuya carga era propiedad de una sociedad rusa radicada en Suiza, había lanzado un SOS seis días antes advirtiendo de que estaba perdiéndola por una grieta en su costado, que amenazaba además la integridad de su estructura.
Lejos de darle refugio, las autoridades españolas decidieron quitarse el problema de encima y pasearon el barco arriba y abajo por el Atlántico, en una semana de desidia, desinformación y decisiones contradictorias y erradas – primero lo enviaron al norte, luego al sur, cuando Reino Unido y Francia advirtieron de que no consentirían que se lo acercaran-, que agravaron la situación y dejaron un rastro errático de chapapote por toda la costa y una sensación de impotencia y engaños en la sociedad gallega.
Mientras el Gobierno de José María Aznar, la Xunta de Manuel Fraga y las televisiones que dependían de ambos negaban cualquier problema y hacían apreciaciones absurdas sobre la situación con argumentos carentes de cualquier sustento técnico, la marea negra arrasaba caladeros y rías, llegaba a los puertos de decenas de localidades pesqueras, arruina el modo de vida de miles de familias y empezaba a conformar el movimiento Nunca Máis, la mayor explosión de conciencia solidaria de la sociedad civil que se ha producido hasta ahora en Galicia.
La gestión aquella catástrofe ecológica, económica y social –la Fiscalía valoró años después los daños en 4.338 millones de euros, más del 12% del PIB gallego del 2002- implicó a casi una docena de altos cargos políticos que nunca han reconocido su responsabilidad en todo aquello.
Mariano Rajoy, «el señor de los hilillos»
Cuando el Prestige naufragó, el expresidente del Gobierno llevaba apenas cuatro meses como portavoz del Ejecutivo de Aznar. No tuvo nada que ver en la gestión técnica de la catástrofe, pero fue la imagen pública de la campaña de mentiras y desinformación que la acompañó.
Los pescadores y voluntarios llevaban días recogiendo y limpiando con sus propias manos el petróleo de las playas y las rías porque ni el Gobierno ni la Xunta les facilitaban medios para hacerlo, y cuando el buque se partió finalmente en dos y naufragó, Rajoy siguió negando que hubiera una marea negra y que el pecio supusiera un peligro ecológico:
«Salen unos pequeños hilitos, hay cuatro en concreto que se han visto, cuatro regueros, me dicen, regueros solidificados con aspecto de plastilina en estiramiento vertical, deben de salir de algunas de las grietas unos hilos… Lógicamente, pues estamos todavía estudiando… Están los técnicos estudiando realmente qué es lo que significa esto».
Cuando aún faltaban cuatro años para que se enviara el primer tweet y el concepto «meme» aún no había sido ideado en su significado actual, Rajoy logró su primer trending topic al reducir la peor marea negra de la historia de Galicia a esos «hilitos» de plastilina. Él lo dijo así, «hilitos», aunque la indignada sabiduría popular transformó acertadamente la expresión para rebautizar al que luego fue presidente de España: «El señor de los hilillos».
Manuel Fraga, el presidente al que el petrolero le costó su sexta mayoría absoluta.
El presidente honorario y fundador del PP había revalidado su quinta mayoría absoluta hacia poco más de un año, y la gestión del Prestige le costó la sexta tres años después. El capitán del barco, el griego Apostolos Manouras, lanzó su primer SOS el jueves 12 de noviembre. La Voz de Galicia –el diario de mayor tirada de la comunidad- abrió el viernes de madrugada su edición advirtiendo a cinco columnas: «Un petrolero a la deriva amenaza a Galicia con otra gran marea negra». Ese mismo día empezó a llegar fuel a las playas y a los puertos de la Costa da Morte.
Aun así, Fraga decidió irse el sábado a una cacería de la que no volvió hasta el domingo por la noche. La ausencia de un líder tan autoritario como él dejó al Gobierno gallego sin capacidad de reacción. Ni siquiera para avisar a los alcaldes de los municipios costeros de que tenían la marea negra encima, ni para coordinarse con el Ejecutivo central.
Fraga, que cumplió 80 años en plena crisis del Prestige, no visitó las localidades afectadas hasta ocho días después, cuando inauguró una sede local del PP en la Costa da Morte, lo que le valió reproches incluso de sus defensores acérrimos, y se empecinó en hacer seguidismo de la campaña de desinformación de Aznar y Rajoy desde la TVE y la TVG, ésta la cadena más vista en Galicia. Su desidia provocó enfrentamientos internos entre sus conselleiros y la indignación de buena parte de su propio electorado, que en las elecciones de 2005 le retiró del Gobierno. Fraga murió siete años después.
José María Aznar, del «Prestige» a la foto de las Azores
El Prestige fue el inicio del declive de José María Aznar. La catástrofe cogió a su Gobierno a media legislatura, en pleno auge económico y mientras se labraban buena parte de las tramas corruptas que muchos años después derivaron en las condenas judiciales que acabaron con los gobiernos de Rajoy.
Aznar sustentó la estrategia de mentiras y desinformación de aquél, pero seguramente fue su actitud arrogante lo que más molestó en Galicia. No visitó la comunidad hasta casi cuarenta días después de que ocurriera el accidente del buque, y ni siquiera se prestó a bajar las playas que limpiaban miles de voluntarios. Se limitó a sobrevolarlas en helicóptero.
Ante el auge del movimiento Nunca Máis y mientras surgían a diario nuevas evidencias de la nula gestión de la catástrofe que ponían contra las cuerdas a su Gobierno, Aznar celebró en enero de 2003 en A Coruña un consejo de ministros en el que anunció un plan de inversiones multimillonarias en Galicia.
La mayoría de ellas resultaron fallidas, como el AVE Ferrol-Bilbao o el AVE Ponferrada-Monforte, nunca se ejecutaron, o han tardado lustros en hacerse realidad, como el parador de Muxía, abierto al público el 25 de junio de 2020 y reinaugurado hace unas semanas; el AVE a Madrid, que pese al impulso anunciado aún no llega a A Coruña ni Vigo ni Ferrol y que termina en Ourense, desde el pasado diciembre; y la autovía A Coruña-Fisterra, que sólo cubre 57 de los 91 kilómetros que separan ambas localidades y de la que 35 kilómetros son de pago…
Otras sencillamente han sido un fiasco, como el puerto exterior de A Coruña, la mayor infraestructura portuaria construida en los últimos años en España, que ha endeudado a la Autoridad Portuaria de la ciudad y que pasa la mayoría de los días del año sin un sólo buque en sus cerca de 5 kilómetros de muelles y líneas de atraque.
Menos de dos meses después de aquel propagandístico consejo de ministros en A Coruña, Aznar se hizo la foto de las Azores con George W. Bush y Tony Blair para apoyar la invasión estadounidense de Irak. Un año después, justo tras los atentados de Atocha, el PP perdió la mayoría absoluta. De los quince ministros y ministras de los gobiernos de la segunda legislatura de Aznar, siete han acabado en la cárcel o procesados por corrupción, prevaricación u otros cargos.
Francisco Álvarez Cascos, el barco «al quinto pino»
El exministro de Fomento, gran aficionado a la caza como Manuel Fraga, también se fue de cacería el fin de semana en el que el Prestige empezó a hundirse. Cuando le preguntaron en el juicio por qué no se había quedado a gestionar la catástrofe si era el máximo responsable del transporte marítimo en España, Cascos respondió que no lo hizo porque no creyó que su presencia fuera a ser «de utilidad».
Durante el juicio, el exministro de Fomento, que acabaría dejando el PP y quien fue juzgado en febrero pasado por apropiación indebida de fondos de su nuevo partido -Foro Asturias de Ciudadanos, cuyas siglas, FAC, coincidían con las de su nombre y apellidos-, dijo que no era cierta la versión de un técnico de su ministerio que aseguró que había sido el ministro en persona quien dio la orden de enviar el buque «al quinto pino» antes de irse de caza.
Arsenio Fernández de Mesa, de fuel a adoquín
Ex miembro de Los Cadeneros, una banda de falangistas a quienes denominaban así en los años setenta en Ferrol porque se dedicaban a dar palizas con cadenas de bicicleta a homosexuales, obreros, progres y luchadores antifranquistas, Arsenio Fernández de Mesa era el delegado del Gobierno de Aznar en Galicia cuando ocurrió la catástrofe.
Hasta la llegada de Rajoy fue la imagen de las mentiras del Ejecutivo. Aunque siempre lo ha negado, se le atribuye otra frase emblemática, según la cual al Gobierno no le habría preocupado que el Prestige se hundiera porque la presión y temperatura del agua en las profundidades del océano harían que el fuel que contenía «se convirtiera en adoquín«.
Pese a la crisis, de Mesa mantuvo su cargo de delegado del Gobierno, lo que le permitió tener conocimiento del registro de la policía judicial en el chalé de un conocido narcotraficante en el que se habían hallado unas comprometedoras fotos de un joven y prometedor gestor gallego, que se había criado bajo la disciplina del mentor de ambos, José Manuel Romay Beccaría, y que ocupaba entonces la presidencia de la empresa Correos y Telégrafos.
Fue De Mesa quien alertó a Alberto Núñez Feijóo de la existencia de las fotos que probaban su íntima relación con Marcial Dorado. Años después, Rajoy le nombraría director general de la Guardia Civil. Sin estudios universitarios, De Mesa empezó a trabajar en la veintena como auxiliar de jardinería en el puerto de Ferrol, pero las puertas giratorias del PP le han llevado en la sesentena a cobrar un sueldo de unos 160.000 euros anuales como consejero de Red Eléctrica Española.
Federico Trillo, con los F-18 listos para bombardear
En medio del caos de la gestión del Prestige, el exministro de Defensa Federico Trillo, llegó poner en alerta a un escuadrón de aviones F-18 para hundir el barco, quemar el fuel y dar una salida a la encerrona en la que se había metido el Gobierno.
Así lo reconoció Trillo sólo un día después de que el buque se partiera en dos y se hundiera: «Si no se quiso bombardear» el barco, dijo en televisión, es porque era «muy complicado y muy arriesgado»: «No está claro que se hubiera conseguido consumir todo el petróleo, que es muchísimo».
Trillo, el mismo que ordenó la invasión de Isla Perejil con viento fuerte de Levante, enfrentaría poco después su propia crisis cuando un viejo avión ruso alquilado a bajo precio se estrelló en Turquía con 62 militares españoles a bordo. Esa crisis se agravó cuando se supo que sus cadáveres habían sido entregados al azar a las familias sin siquiera ser antes identificados.
Aunque le investigaron por tres delitos relacionados con el Yakolev, él nunca se sentó en el banquillo por aquello, pero acabó dimitiendo. Aznar le premió con la embajada española en Londres, en donde fue acusado de acoso laboral.
Jaume Matas, rodeado de «periodistas de mierda»
El ex presidente de Baleares y ministro de Medio Ambiente cuando ocurrió la catástrofe, Jaume Matas, viajó a Galicia ocho días después.
Mientras visitaba una de las playas afectadas, un fotógrafo se encaró con su jefe de Gabinete, a quien escuchó decir: «Aquí estoy, en esta Galicia de mierda rodeado de periodistas de mierda».
Después de eso, Matas se fue de vacaciones a Doñana, y no volvió a aparecer por Galicia ni a encargarse de la gestión de la crisis, pese a que se trataba de la peor catástrofe mediombiental que había sufrido España hasta entonces.
Matas acabaría siendo condenado a varios años de cárcel por varios delitos de corrupción. Salió de prisión en tercer grado en 2020.
Miguel Arias Cañete: «No es una marea negra»
Miguel Arias Cañete fue el tercer ministro de Agricultura y Pesca de Aznar, y uno de los que apoyaron con más decisión la campaña de mentiras de aquel Gobierno.
«Afortunadamente, la rápida intervención de las autoridades españolas alejando el barco de las costas, hace que no temamos una catástrofe ecológica, como ha sucedido en otras ocasiones, ni prevemos grandes problemas en las aguas españolas ni para los recursos pesqueros», dijo el 16 de noviembre.
«El vertido afecta a una extensión muy importante, pero no es una marea negra» reiteró diez días después.
Cañete acabaría siendo comisario de Medio Ambiente de la UE.
Xosé Cuíña, el delfín de Fraga hundido por fuego amigo
Probablemente la única víctima política de la crisis del Prestige fue el ex alcalde de Lalín, ex presidente de la Diputación de Pontevedra, barón del PP en la provincia y conselleiro de Infraestructuras de la Xunta Xosé Cuiña.
Era el único delfín en posición de suceder a Manuel Fraga, la cabeza del sector de la boina del partido enfrentado en Galicia a los birretes de Rajoy y Romay Beccaría, y lideraba el sector más galleguista del PP y del Gobierno de Fraga que empezaba a poner en duda la inoperancia del Ejecutivo de Aznar para combatir la contestación social derivada de la errática gestión de la catástrofe.
Cuíña murió tres veces. La primera, políticamente, por fuego amigo, cuando Génova filtró a la prensa que las empresas de su familia habían vendido a la Xunta material de limpieza para las playas. Aunque nunca se demostró que se lucrara con ello, tuvo que dimitir. Le sucedió aquel joven gestor amigo de un narco que entonces presidía Correos.
Su segunda muerte política tuvo lugar en 2005, cuando, pese al enorme poder que había acumulado en el PPdeG, no fue capaz de lograr los avales suficientes para presentarse al congreso de la sucesión de Fraga para enfrentarse a quien acabaría ganándolo, Alberto Núñez Feijóo.
Su muerte física, a causa de una neumonía, ocurrió en 2007, cuando apenas contaba 57 años.
Enrique López-Veiga, las ruedas de prensa del «capitán Pescanova»
El que era conselleiro de Pesca de la Xunta cuando se hundió el petrolero también fracasó en el intento de liderar el PPdeG de la era post-fraga.
Algunos periodistas aún le recuerdan protagonizando ruedas de prensa empapado con traje de aguas amarillo, al estilo capitán Pescanova, entre la enmoquetada seriedad de las corbatas de Rajoy y De Mesa.
Aunque tenía pinta(s) de haber estado metido de lleno en el equipo que tomó las primeras decisiones, en el juicio aseguró que no tuvo nada que ver, y que si bien compartía la decisión de alejar el buque de la costa, no tuvo responsabilidad alguna en ella, y que incluso alertó del peligro que supondría llevarlo hacia el sur por el riesgo de que la marea negra alcanzara los bancos marisqueros de las rías baixas, más productivos que los del norte.
López Veiga acabó su carrera política como senador y presidente de la Autoridad Portuaria de Vigo hasta hace dos años.
Francisco Vázquez, el alcalde socialista que amparó a Aznar tras proponerle que «cañoneara» el petrolero
El alcalde socialista de A Coruña tuvo mucho que ver con la decisión de alejar el barco de la costa, porque fue uno de los que advirtió al Gobierno de que no permitiría que se le diera refugio en A Coruña.
La bahía de la ciudad ya había sufrido diez años antes la catástrofe del Mar Egeo y en 1976, la del Urquiola, y las amenazas de Vázquez fueron una buena muestra de la mentalidad localista e insolidaria con la que el alcalde coruñés entendía la política, incluso en casos de emergencia crítica.
Refugiar el petrolero en A Coruña era un riesgo para el entorno costero de la ciudad, pero habría concentrado el vertido en una zona abrigada y controlable. No hacerlo y permitir la deriva del buque hasta que se fracturó en alta mar supuso finalmente teñir Galicia entera de negro, también toda la costa de la provincia de A Coruña, su capital y sus municipios aledaños.
Vázquez aún se jacta de haber sido él quien propuso primero «que se cañoneara el Prestige para incendiar la carga y que no produjera la contaminación«.
Su Ayuntamiento dio amparo al consejo de ministros de enero de 2003 con el que el Gobierno de Aznar quiso frenar la contestación social por la gestión de la crisis. A Vázquez, que cuenta hoy con 76 años y está tan alejado del PSOE como de la política en general desde que Ciudadanos inició su declive, su apoyo a Aznar no le pasó factura: renovó mayoría absoluta en 2003 y en 2006 fue nombrado por José Luis Rodríguez Zapatero embajador en el Vaticano.