David Trueba: “La sociedad española a veces cae en una caricatura reductora de Pujol y de su familia”
Hubo una generación de catalanes que la primera vez que pudo ejercer el derecho a voto no había conocido otro presidente de la Generalitat que no fuese Jordi Pujol. Se colaba a la hora de comer y cenar en muchas casas a través de TV3, uno de sus grandes legados junto a decenas de carreteras y centenares de polideportivos. Pero Pujol fue también el fundador de Convergència, un partido que ha sido condenado por corrupción y que aún tiene causas pendientes por financiación ilegal.
Fue también el cabeza de una familia que actuó como una dinastía mezclando su apellido con contratos de la Generalitat. Eran los tiempos en que en Catalunya muchos no querían saber, ya fuese por interés, incomodidad o simplemente porque no había manera de demostrar rumores como el del famoso 3%. ‘La sagrada familia’, el documental dirigido por David Trueba y Jordi Ferrerons que se estrena este jueves en HBO, permite acercarse a la figura del expresident, a sus virtudes y claroscuros, y a una Catalunya (y probablemente una España) que no se puede entenderse sin su figura así como su manera de ejercer la política.
¿Hoy podría existir un personaje como Jordi Pujol, o es producto de una época concreta e irrepetible?
David Trueba: Él es irrepetible también en su dimensión personal. No diré que es un personaje único, pero no es posible que se repita. Es alguien profundamente vinculado al contexto. El franquismo da una dimensión de cómo tiene que ser la política pese a que sea un negador de la política. Hay toda una generación de políticos que nacen en ese contexto y que tienen un componente de paternalismo, una identificación con el país y una austeridad aparente. En el caso de Catalunya, coincide en un momento de recuperación de la autonomía y por eso sería imposible que un político tuviese ahora ese simbolismo o esa dimensión de construcción de su país a su favor. Es lo mismo que Adolfo Suárez, quien hoy tendría una dimensión política y no tan emocional.
Jordi Ferrerons: Las circunstancias sobre las que se construye el liderazgo de Pujol son muy determinadas. Empieza mucho antes de la muerte de Franco porque se construye ya con su encarcelamiento, torturas, el consejo de guerra y esas pintadas de ‘Pujol, Catalunya’ que ya tratan de identificar un país con un personaje. A partir de aquí la forma en cómo él juega sus cartas en un momento muy peculiar de la historia de Catalunya y España no son repetibles. Y como personaje también es irrepetible.
¿Qué queda, si es que queda algo, de la Catalunya pujolista?
D.T.: Queda mucho. Hay muchas contradicciones. Por una parte está la reivindicación de cómo él desarrolló las cosas después de un tiempo de crítica de cómo las había hecho. Ese refrán castellano de ‘otro vendrá que bueno me hará’ cobra una dimensión increíble para muchos catalanes. Muchos se han dado cuenta de que Pujol era un posibilista y que seguramente manejaba con más habilidad la realidad que los que la niegan. Por otro lado, le pasa un poco como a Helmut Kohl en Alemania, que es un político a quien la reunificación le otorga una dimensión grande. En su caso, la reconstrucción de las instituciones catalanas, ser el hombre que construye muchas de las infraestructuras o pone en pie la televisión deja un rastro como un padre de la patria o incluso como el padre de la patria.
J. F.: Hay también otro elemento y es que él edifica su propuesta política a partir de un conocimiento casi carnal de la sociedad catalana. Da forma a ese sentimiento identitario, construye un imaginario y la Catalunya de hoy vive en parte de ese imaginario identitario construido por Pujol.
Una persona como Pujol. tan interesada por los medios de comunicación, lo que cuentan de él, y sobre todo por su legado, ¿qué pensará si lo ve?
J.F.: No sé si lo verá pero en todo caso alguien con esa pulsión por controlar el discurso seguro que encuentra cosas que no son de su gusto. Creemos que hemos hecho un trabajo con equilibrio y contexto, pero habrá cosas que a él no le gustarán.
D.T.: Una persona que ha sido tan controladora, que ha levantado el teléfono para contradecir algo que se estaba escribiendo sobre él, de una manera tan descarada que hoy sería imposible que un político lo hiciese. Actuaba así porque pensaba que podía hacerlo. Si él se sintiera seguro descolgaría el teléfono para llamarnos y contradecir algunas cosas o afearnos que insistiésemos en algo. A lo mejor lo que ha aprendido con el tiempo o lo que el tiempo le ha enseñado a él es que tienes que aceptar que haya pluralidad y crítica política. No es lo mismo ser un político ahora que serlo en el año 1980. En ese momento te decían que había cosas que no se podían decir o analizar. Hoy ese político se tiene que callar y admitir cualquier cosa.
Pujol edifica su propuesta política a partir de un conocimiento casi carnal de la sociedad catalana
Jordi Ferrerons
Josep Pujol Ferrusola se erige como portavoz de la familia. Lo máximo que se limita a constatar es que “era feo” tener un dinero no declarado en Andorra durante más de 30 años, pero opina que eso no resta un ápice de valor a la obra de gobierno de su padre. ¿Sorprendió la poca autocrítica?
D.T.: Estábamos un poco preparados porque al final ellos pelean por no perder la dimensión favorable de la sociedad catalana. Quizá la española les importa menos. También es verdad que la sociedad española a veces cae en una caricatura de Pujol y de su familia que es reductora. Les falta mucha información para entender la dimensión del personaje. Por eso creo que la serie va a ser interesante para el español medio porque hay muchas cosas que ignoraba o que no le han contado. No nos sorprende la actitud de autodefensa de su hijo, es una estrategia como la de un abogado defensor y no puedes salirte de ella. Tiene su derecho a esa autodefensa. Yo no entiendo el periodismo que va pidiendo inmolaciones de las personas. Cuando las entrevistas tienes que entender que hay que ser respetuosos con sus versiones porque no se trata de entrar en una confrontación en la que el otro debe ponerse de rodillas y pedir perdón. El periodismo es decir ‘he aquí la versión que esta persona nos quiere dar’ y ahora vamos a intentar confrontarla con otras y que el espectador o lector saque sus conclusiones.
J. F.: Las declaraciones de Josep Pujol tienen una doble dimensión. Una es judicial puesto que nos concede la entrevista mientras existe una causa abierta y con un juicio para el que no hay fecha. Y una segunda es pensando en la posteridad, en la idea de que la historia le absolverá.
¿Se intentó hablar con Jordi Pujol Ferrusola, habida cuenta de que es el hijo más señalado por los negocios?
D.T.: Nos consta que la primera intención de Josep era que fuera su hermano el que apareciera. Él lo intentó y así nos lo transmitió. El hermano en un principio parecía predispuesto pero los abogados se lo desaconsejaron. También hay que entender que el juicio está pendiente y él es el que probablemente lo tendrá que afrontar con mayor dureza. Además hay muchos intereses cruzados y como un día dijo Pujol, a lo mejor no interesa agitar mucho el árbol no vaya a ser que al mover las ramas se caigan todos los nidos. Esa declaración también es de otra época porque es de una transparencia brutal.
Esa frase la dijo Jordi Pujol en la comisión de investigación parlamentaria. Otra de las comparecencias que dio más que hablar fue también la de su mujer, Marta Ferrusola. A ella se la ha llegado a calificar de la ‘Evita catalana’. ¿Os parece exagerado?
J.F.: Catalunya no es Argentina. Lo que sí es cierto es que Marta Ferrusola ni que sea porque fue primera dama de Catalunya durante 23 años ha tenido una influencia pública muchísimo más destacada que cualquier otra esposa de un presidente de la Generalitat. Tras una de las victorias electorales, a Ferrusola el público le gritó, de manera premeditada o no, ‘esto sí que es una mujer’. Es alguien que no deja indiferente incluso ahora que está en unas circunstancias muy delicadas.
D.T.: Evita para los argentinos es un mito que tiene el componente de martirologio, una dimensión trágica. Marta Ferrusola es otra cosa muy curiosa. Es la cotidianidad, una vulgaridad que abrazas como propia, casi familiar para los catalanes.
Los fiscales Mena y Villarejo se sintieron muy solos institucionalmente.
David Trueba
Pilar Rahola se hace eco de algo que se ha comentado a menudo y es que Jordi Pujol es el “hombre que decidió no mirar”, en referencia a lo que hacían sus hijos, y lo extrapola a toda Catalunya. Pero al mismo tiempo el documental muestra que sí había quien miró, como el fiscal Mena. ¿Fueron una minoría los que decidieron mirar?
D.T.: Sí, fueron una minoría, y además se sintieron muy solos. Quizás también hay que contextualizar porque hay momentos en los que la sociedad pide la verdad y otros en los que dice ‘no quiero saber’. Yo he vivido épocas de esas, en las que tú escarbabas sobre un tema y la sociedad prefería no saber porque prefería estabilidad, tranquilidad y no meterse en problemas. Un poco lo de taparse los oídos porque la verdad es demasiado dolorosa. Ahora estamos en una época en que la sociedad quiere saber. Los fiscales Mena y Villarejo se sintieron muy solos institucionalmente.
J.F.: También es cierto que algunos miraron pero no consiguieron hacer público el esfuerzo de sus miradas.
D.T.: Me llamó la atención lo que varios periodistas y el propio fiscal Mena nos contaron: no encontraron a personas que quisieran declarar en contra de Pujol. Personas que hubiesen sido extorsionadas o que hubiesen pagado y que por las razones que fuesen, patrióticas, sentimentales o puramente pragmáticas, no querían explicarlo. Así es muy difícil llevar a la práctica una investigación periodística o judicial.
De la sesión del Parlament en la que Pasqual Maragall le espeta a Mas que Convergència tenía un problema y era el 3% hasta que se condena a Convergència por el caso Palau pasan años. Aún hay otras causas pendientes sobre la financiación del partido. ¿Creéis que todavía no sabemos el alcance que tuvo la corrupción durante esos 23 años?
D.T.: Una de las sensaciones que tenemos en el equipo y que hemos comentado a menudo es que falta mucho por saber en esto y en otras cosas. Te sientes un poco decepcionado porque piensas que todo esto se va a acabar, también por el propio fin biológico de Pujol.
Últimamente hay cierta fiebre por revisar personajes de nuestro pasado reciente, del rey a Pujol, pasando por los libros sobre Felipe González. ¿En España nos hemos contado muchas mentiras sobre nosotros mismos?
J.F.: España no es distinto a muchos países. Conozco bastante bien Francia y muchos de sus mitos fundacionales y de su imaginario no son ciertos. Siempre tiendes a intentar verte bajo una lupa favorable. El relato de la Transición, con todo el mérito que tuvo esa etapa, incluye claroscuros. Lo que estamos viendo con el resurgir de la extrema derecha o la ley de memoria histórica prueban que hay cosas que están mal resueltas. Es verdad que la Transición se construyó de forma apresurada, con unas bases que no eran exactamente sólidas y adquiriendo compromisos que no acabaron de cumplirse. En todo caso aquí estamos. España sigue siendo una democracia y lo que conviene es que investiguemos nuestro pasado reciente, a través de hechos y personajes, para poner luz y seguir avanzando.
D.T.: Nos ha faltado la tranquilidad para escuchar todas las versiones. Ellos mismos han dado poca información para poderla contrastar. En esto tampoco podemos caer en el error de pensar que podemos hacer justicia al pasado. El pasado lo tenemos que analizar pero entendiendo que el contexto en que muchas de estas personas realizaron su labor es muy distinto al nuestro. Todos somos hijos de nuestra época y es muy injusto que porque vivamos en una mejor seamos más críticos con la anterior. Nosotros, como ellos, dejaremos zonas de sombras y que a lo mejor nos avergonzarán.