El centenario natal de Ricardo Garibay es “una gran oportunidad” para revalorar su obra
El centenario natal de Ricardo Garibay es una gran oportunidad
para revalorar su obra
▲ Ricardo Garibay (1923-1999) era un escritor muy completo: dramaturgo, cuentista y novelista; además, posee un trabajo periodístico muy importante.Foto La Jornada/Rogelio Cuéllar
Ángel Vargas
Periódico La Jornada
Martes 17 de enero de 2023, p. 4
Si bien a la obra de Ricardo Garibay (1923-1999) se le ha escamoteado el reconocimiento que merece, en años recientes ha comenzado a ser valorada en su justa dimensión, aunque aún es largo el camino por recorrer.
Así lo sostienen especialistas como los poetas Lucía Rivadeneyra y Ricardo Venegas, quienes consideran que el centenario del nacimiento de ese escritor y periodista hidalguense, que se cumple este 18 de enero, es una gran oportunidad
para revalorar su obra y su legado a las letras mexicanas y, en general, a las de habla castellana.
Ambos investigadores coinciden con la visión del escritor y periodista Carlos Monsiváis (1938-2010) acerca de que “la contribución de Garibay a la literatura mexicana tiene que ver en lo básico con su invención de personajes a través del habla; es un ‘sicólogo del comportamiento verbal’, hace que las acciones sean el contexto de las frases, y sean con frecuencia el resultado del modo de hablar de las clases sociales o los temperamentos”.
Entrevistados por La Jornada, Rivadeneyra y Venegas reconocen al autor de Triste domingo y Cómo se gana la vida como una figura tutelar, una de las voces imprescindibles de la literatura mexicana del siglo XX
, y lo destacan como un estilista del lenguaje, así como por su capacidad para abordar prácticamente todos los géneros literarios.
“Garibay es considerado uno de los mejores oídos del idioma; logró transmitir el lenguaje oral al lenguaje escrito. Tiene momentos maravillosos, ya después era hasta el exceso. Vicente Leñero señaló que llegó un momento en que se volvió intraducible, pero hay una etapa maravillosa de llevar al papel ese lenguaje oral estilo Rubén Olivares, El Púas, por ejemplo, que es el lenguaje de la vida diaria, de la cotidianidad, de la marginación o de cualquier otro estatus; ése es un logro de Garibay que, creo, es de los mejores que hay en la literatura mexicana. Lo leemos y parece que estamos escuchando a sus personajes”, sostiene Rivadeneyra.
“Es un escritor muy completo: dramaturgo, cuentista, novelista –incluso tiene poemas, guiones cinematográficos y cuentos infantiles–, además de eso posee un trabajo periodístico importantísimo, sobre todo en la revista Proceso, aunque ya había colaborado en Excélsior. En la medida que lo leemos, no sólo lo hacemos nuestro, sino que es un maestro al cual podemos seguir tanto en su estilo literario como en su redacción perfecta; él decía que era humilde solamente ante la palabra.”
Otro aspecto que lo hace singular, agrega la también periodista y catedrática universitaria, es que en su trabajo no hay un texto igual a otro
y tiene personajes muy redondos, además de que tuvo la capacidad de vaciar en su obra esa personalidad tan fuerte que lo caracterizó.
Es un maestro de la descripción, de la puntuación y también de la intensidad. Su ser pasional se nota en todo. Logra vaciar esa personalidad brutal en su quehacer literario y periodístico. Esa misma personalidad; sin embargo, lo hizo crearse enemigos o por lo menos adversarios, lo cual quizás impidió que trascendiera en su momento lo que debió haber sido. Pero el tiempo acomoda las cosas y por eso Garibay cada vez logra un mejor lugar dentro de la literatura mexicana.
De acuerdo con Lucía Rivadeneyra y Ricardo Venegas, es un autor por descubrir y reivindicar, sobre todo por las nuevas generaciones. Los lectores de hace décadas, pues ya lo descubrimos, hemos valorado su trabajo literario; pero cada vez que alguien nuevo se acerca a su obra, lo descubre y es muy probable que ya no lo suelte
.
Para Venegas –autor del libro Sendas de Garibay, que contiene entrevistas con ese creador y ensayos sobre su quehacer, el cual será reditado este año con motivo de la citada efeméride–, se trata de un escritor que no ha sido leído en su justa dimensión.
Necesitamos fomentar la lectura de su obra. Algunos lo leemos porque lo conocimos, porque sabemos quién era, porque sabíamos que tenía una coraza, que se defendía antes de ser atacado; pero es alguien que uno lee y de inmediato queda atrapado por la pulcritud de su pluma
, remarca.
Me atrevo a decir que sí ha habido una denostación en cuanto a su obra. Aunque están publicadas las obras reunidas, no ha sido suficiente lo que se ha hecho. Es importante que sigamos fomentando su lectura. Cada generación resucita o sepulta autores, y un autor está vivo en sus lecturas; es nuestro deber entonces mantener vivo a Ricardo Garibay.
Autor también del libro Escribir para seguir viviendo, en el que reúne entrevistas con ese escritor, el poeta y ensayista apunta que Garibay sabía representar a su personaje: Escribía y actuaba también; él mismo decía que todo lo que escribió era autobiográfico y que no estaba en ninguna parte
. Añade que es un actor frustrado, pero no un escritor frustrado, porque logra la calidad del texto literario, y eso hace que tengamos en él un autor actual, con una gran vigencia
.
La pasividad no iba con él, afirma, eso y la ira lo caracterizaron. Tenía una forma muy directa de abordar los temas, lo cual molestó mucho a sus contemporáneos y creo que por eso también lo tienen que recordar, porque fue un escritor que no tenía símil; no había con quién compararlo, no había alguien como él en su momento
.
Aunque Ricardo Garibay sí recibió premios en vida –como el Mazatlán de Literatura en 1962, en 1975 al Mejor Libro Extranjero publicado en Francia por La casa que arde de noche y el Narrativa de Colima en 1989–, una de sus principales frustraciones, según el especialista, fue que deseaba obtener mayor reconocimiento del que tuvo.
Esta polémica de negarle más premios literarios acredita que en este país no basta escribir con calidad para llegar al reconocimiento, sino que también hay que hacerle la corte a distintos grupos literarios, algo que nunca hizo Ricardo Garibay, y pues pagó el precio.