El pasado minero de las mujeres en Asturias: “Ellas siempre estuvieron ahí” – El Español
«–¿Y no te parece muy osado mezclar a las mujeres con este asunto de la mina, con el que nada tienen que ver?
–¡Cómo te atreves, bocazas! Las mujeres tenemos que ver con este asunto de la mina más del doble que vosotros. En primer lugar, porque parimos. En segundo lugar, porque somos las que tenemos que enviar allí cada día a nuestros hijos y a nuestros esposos y las que tenemos que llorarlos…»
Con esta paráfrasis de Aristófanes y su Lisístrata, la escritora asturiana Montserrat Garnacho Escayo retrataba en un capítulo dedicado a las mujeres mineras de Asturias y la mina (Ediciones TREA, 2000) el papel que ellas jugaron en una industria clave para el pasado –incluso el presente– de una región como la asturiana.
Porque no se puede hablar de Asturias sin hacerlo también de carbón, de humo, de silicosis… en definitiva, de minería. En una región que lleva más de una década en reconversión, que intenta dejar atrás su legado minero para mirar al futuro de la descarbonización, sigue habiendo hueco para quienes construyeron con el pico y la lumbre su historia. Y, especialmente, para abrirle la puerta a ellas, las mujeres de las cuencas mineras, que jugaron un papel fundamental en el desarrollo de la sociedad del siglo XX.
Aunque la historia las haya querido invisibilizar, el papel de las mujeres en las cuencas mineras “fue fundamental y siempre estuvo”, cuenta la periodista leonesa Noemí Sabugal, autora de Hijos del carbón (2020, Alfaguara). Y añade: “No hay que olvidar que la minería era un trabajo que ocupaba toda la sociedad”.
Alrededor de la mina se articulaba la vida de un “aluvión” de personas que “iban a las cuencas mineras a buscar trabajo”, especialmente durante las primeras décadas del siglo pasado.
Langreo, La Felguera, Sama, Ciaño, Lada, Riaño, Mieres, El Entrego, Sotrondio, Blimea, Pola de Laviana, Pola de Lena, Moreda, Turón… los pueblos de las cuencas mineras, en los tiempos del auge del carbón, carecían de las infraestructuras necesarias para dar cobijo a los miles de trabajadores llegados de toda España.
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Hacedoras de comunidad
“No tenían dónde vivir, ni dónde comer, y toda esa infraestructura la establecieron mayoritariamente mujeres”, asegura Saugal. Y es que “las pensiones, las fondas, todo lo necesario para que los mineros pudieran establecerse, sobre todo en los años 40, 50 y 60, donde no había tantas casas mineras construidas, las llevaban las mujeres”, insiste.
Ellas, coincide Aitana Castaño Díaz, periodista asturiana y autora de Carboneras (Pez de plata, 2020) y Rastros de Ceniza (Pez de plata, 2022), conformaban toda una red de asistencia. Pero esa no era su única función en la sociedad asturiana de la época: sin ellas, la industria no hubiese florecido.
“Es muy importante recordar que en las cuencas mineras las mujeres tuvieron siempre trabajos ligados a la minería: en los lavaderos el trabajo era mayoritariamente femenino, era un trabajo de cribado y limpieza fundamental para la venta posterior”, cuenta Sabugal.
Y matiza: “En los descargaderos, en los baldes aéreos, echando también carbón como vagoneras, como lampisteras, como guardabarreras… Todos esos trabajos ligados directamente a la mina que eran la limpieza, el transporte… era muy habitual que fuera cosa de mujeres también”. Eran todos ellos trabajos ligados directamente a la explotación del carbón.
Además, también estaban las carboneras, las mujeres que repartían carbón. “En su mayoría, mujeres jóvenes y solteras o mayores y viudas que no tenían regulado ningún derecho laboral”, recuerda Castaño. Ellas se encontraban “en el escalafón más bajo”.
Pero, como insiste Sabugal, las mujeres eran también las enfermeras de “los hospitalillos” y las maestras “de los hijos de los mineros”. Porque “dentro de todos los trabajos que fueron necesarios para establecer algo tan complejo como eran las cuencas mineras, sobre todo en los momentos de un crecimiento exponencial y en los que no había esos servicios, las mujeres trabajaron mucho”, zanja la periodista leonesa experta en historia de la minería.
Camino al pozo
Sin embargo, cuando se habla de la explotación minera interior, el trabajo “estaba muy masculinizado”, matiza Sabugal. Aunque eso no quitaba que las mujeres de las cuencas no dejasen su huella.
Garnacho recoge en sus investigaciones cómo, especialmente entre 1937 y 1939, muchas de ellas tenían “trabajos de interior” en las minas asturianas, pues muchos hombres estaban en la cárcel, exiliados o se había fugado. “La represión en las cuencas mineras fue durísima”, explica Sabugal.
Durante la Guerra Civil española, las mujeres eran mineras, aunque para “encubrir esa situación se las llamaba productoras”, matiza. Porque, explica Sabugal, desde 1897 había “un reglamento de policía minera que prohibía a las mujeres trabajar en el interior de las minas”. Eso sí, recuerda, “no siempre se cumplió”.
Y es que ya antes de esa prohibición, cuenta Garnacho, en 1883, en las minas asturianas trabajan (casi) oficialmente 616 mujeres. A ellas, “se fueron sumando muchos otros cientos y miles a lo largo del siglo XX”, escribe la investigadora asturiana.
Y matiza: “Mujeres cuyo pequeño nombre negro ha ido quedando enterrado por el derrabe de la épica de las gestas mineras masculinas y a quienes apenas si recuerdan hoy -en palabras de A. Camus – las flautas anónimas de nuestro pueblo”.
Ente ellas estaba, escribe Garnacho, Rosaura, que bajaba a La Mariana para “cargar los varones en la galería, a pie de rampa, y sacarlos con los bueyes hasta el descargadero”; o Florenta, “que bajaba dos viajes diarios desde el quince de Mariana hasta Fábrica de Mieres con el carro del país y siempre fumando y cantando”, o Fina, “que cuando la ‘huelgona’ del 62 bajó con las otras mujeres de Brañanoveles a tirar piedras a los esquiroles”.
Ellas son solo algunas de las que ya durante la dictadura ‘bajaban’ a la mina. Como también ocurrió, cuenta Castaño, con algunas mujeres que lo hacían de extranjis cuando sus maridos se quedaban de baja: “Algunas mujeres llegaron a estar 8 o 9 años en el pozo, pero los que cotizaban eran sus maridos”.
El caso de Concepción Rodríguez
Fue así, un trabajo ‘de tapadillo’, hasta que llegó la democracia y las mujeres seguían sin estar en el interior de las minas, ni en las galerías. Esto, cuenta Sabugal, sucede “por una cuestión de costumbre, no por una cuestión legal”, porque la norma que lo impedía ya no existía.
Todo cambia cuando en el año 1985, Hunosa– empresa pública dedicada a la extracción y explotación del carbón en el Principado de Asturias– saca un millar de plazas mineras. “Varias mujeres se presentan y hay ocho que pasan todas las pruebas, pero aun así no son contratadas”, recuerda Sabugal.
En ese momento, puntualiza Castaño, Concepción Rodríguez denuncia –llegó al Tribunal Constitucional– y su caso se convirtió “en muy sonado”. Siete años después, “sale una sentencia definitiva e histórica, que hace que las mujeres empiecen a trabajar en los pozos”, concluye Sabugal.
El 17 de enero de 1996, cuatro mineras entraron, con todos sus derechos laborales en la mano, por primera vez en un pozo de manera oficial. Fueron los pozos de Pumarabule y el de Santiago los que vieron cómo se reconocía lo que cientos de mujeres llevaban reivindicando décadas. Todo, de la mano de María de los Ángeles Llaneza, María Shirley Sánchez, María Virginia Domínguez y María del Carmen González.
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Sin embargo, Concepción Rodríguez nunca llegó a bajar al pozo, pues en los años que pasó esperando por una sentencia a favor, se sacó una oposición y, como dijo en su momento a un medio de León, “no iba a hacer el tonto”.
Las mujeres de la mina y el feminismo
Su lucha abrió el camino –aunque corto, por el fin de la minería– a muchas otras. Pero el legado de las mujeres de la mina va mucho más lejos. Son, cuenta Castaño, las precursoras, la chispa del movimiento feminista en Asturias. Y sobre todo, del movimiento obrero de la región y de la resistencia ante la dictadura.
Porque, como dice la canción popular de Chicho Sánchez Ferlosio, “hay una lumbre en Asturias que calienta España entera, y es que allí se ha levantado, toda la cuenca minera”. Y esa lumbre la han calentado, a lo largo de la historia, las mujeres del carbón.
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