Medio ambiente | Fukushima, Francia y Almaraz – El Salto – Extremadura
No se nos va a olvidar tan fácilmente Fukushima, y eso a pesar de todo los esfuerzos del gobierno nipón en provocar la vuelta a casa de toda la población que pudiera regresar a la zona de un seísmo que resultó devastador al toparse con seis reactores nucleares. Se desea una vuelta al turismo (incluso virtual, después de los juegos olímpicos del 2021) que encuentre a residentes deambulando (“que los pueblos del desastre no estén vacíos”). Mientras tanto, nadie sabe qué pasó con las víctimas y se intenta, al igual que en Chernóbil, desvincular los decesos de las radiaciones emitidas. Fueron evacuadas cerca de 200.000 personas y miles desaparecidas. Un “bosque del recuerdo” aun perdura en Navalmoral de la Mata, desde hace 12 años.
Aquel 11 de marzo de 2011, solo dos de los reactores se salvaron del impacto (el 5 y el 6) que provocó el mayor desastre nuclear conocido todavía sin control efectivo. Hablamos de centrales construidas por la industria del átomo americano, vencedor de la segunda Guerra Mundial, donde poco importaba que lo fuera en una zona de alta actividad sísmica. Desde los comienzos de la era nuclear toda esa industria del átomo celebraba cualquier incidente y accidente sobrevenido como lecciones de las cuales aprender y mejorar. Aun hoy se las sigue denominando “mejoras de seguridad aprendidas”, como si cualquier accidente fuese bienvenido.
¿Cuáles son esas mejoras?
Esconder y no preocuparse. A fin de quitar del medio todo el almacenamiento de agua contaminada usada para enfrentarse a la fusión de los núcleos (se sigue usando para refrigerar los reactores) Japón ya anunció el vertido al océano Pacifico de millones de toneladas de agua radiactiva que solo la contestación de las islas y países vecinos ha postergado. Pero seguir almacenándolos en tierra dejaría sin espacio para poder continuar con el proceso de refrigeración de los reactores aun activos.
Evacuar residuos radiactivos para su disolución paulatina es una práctica habitual en aquellas centrales nucleares que se encuentran a orillas del mar y, por tanto, el gobierno japonés ya está construyendo un conducto submarino para poder realizarlo lejos de la orilla y de manera paulatina durante decenios. Se prohibió lanzar bidones al mar con residuos radiactivos (años 70), pero no el derrame directo de los mismos. Sin ello hubiese sido imposible tener centrales nucleares en el mundo.
Evacuar residuos radiactivos para su disolución paulatina es una práctica habitual en aquellas centrales nucleares que se encuentran a orillas del mar y, por tanto, el gobierno japonés ya está construyendo un conducto submarino para poder realizarlo lejos de la orilla
No se pueden ocultar las relaciones militares que aun sostiene la industria del átomo, que en este final de la era nuclear solo el gobierno francés de Macron pretende desarrollar. No le basta con llevar a la ruina a las dos empresas públicas de la industria nuclear, Edf y la antigua Areva ( hoy multinacional Orano), cuyo nuevo prototipo (reactor EPR, Reactor Europeo Presurizado en Flamanville) lleva 11 años de retraso desde 2004, y con un presupuesto varias veces superior (entonces valorado en 3.000 millones y hoy en 13.500 millones de euros), sino que lo vende, a mejorar, como desafío climático y energético a sabiendas que el reactor de nuevo diseño no estará disponible hasta el año 2043. En los actuales han detectado problemas de corrosión graves, y son reactores que apenas tienen 40 años de funcionamiento.
Por tanto, todos los anuncios de nuevas centrales en el mundo ocultan tanto el enorme presupuesto exigido como el tiempo de construcción real, a fin de hacer creíble cualquier anuncio al respecto. Y, mientras tanto, seguirán propagando que están en vías de reducir la generación de residuos que las empresas propietarias niegan haber originado.
Desde luego, en un mundo cada vez más inseguro y con cambios de una economía de consumo a otra no centralizada, la presión del gobierno Macron instrumentaliza un futuro del átomo irreal e inseguro. ¿Necesidades militares que Francia no quiere perder en el nuevo mapa geopolítico?
Bien hemos sabido que en la pugna europea por el hidrógeno, el gobierno francés ha propuesto que sean sus centrales nucleares las que activen el vector hidrógeno, y no las renovables españolas. Para nada se menciona el aumento en la generación de residuos radiactivos cuya problemática de modelo de gestión en cementerio geológico profundo está ya soportando Finlandia sin ningún tipo de certeza acerca de su permanencia segura y controlable durante miles de años (Onkalo; “Into eternity”).
En un mundo cada vez más inseguro y con cambios de una economía de consumo a otra no centralizada, la presión del gobierno Macron instrumentaliza un futuro del átomo irreal e inseguro. ¿Necesidades militares que Francia no quiere perder en el nuevo mapa geopolítico?
Para nada se menciona la fragilidad de este tipo de industrias frente a conflictos armados como la central de Zaporiya en Ucrania. Para nada se informa que, dado que Francia no tiene uranio lo obtiene con un fuerte despliegue militar en varios países africanos (Mali, Niger) y su soberanía energética pretendida es un nuevo engaño a destacar, con una fuerte dependencia francesa de reprocesamiento del uranio gastado en Rusia.
En este final de la era nuclear, apenas se informa de todo el plan de cierre y desmantelamiento de gran parte de centrales en el mundo con grandes problemas de seguridad, como la planta nuclear armenia de Metsamor, sobre la que acaba de alertar el presidente de Azerbaiyán. Tampoco se informa de las carencias de seguridad en la gran mayoría de centrales que tienen más de 40 años de funcionamiento. Hay que seguirlo a través de redes ciudadanas tanto de desarme nuclear como de científicos responsables.
¿Qué harías tú en un ataque preventivo a Almaraz?
El ataque a las centrales nucleares ucranianas nos pone frente a la evidencia de que toda central nuclear es objetivo militar, y en Extremadura debemos preocuparnos mucho de albergar en Almaraz una amenaza cierta para toda la población extremeña. Una dramática amenaza que tiene responsables.
Desde luego el Gobierno español vuelve a recordar que se ha pactado un calendario de cierre de todas las centrales nucleares con un margen de tiempo suficiente, dado que la primer en cerrar será Almaraz I (2027) y la ultima la de Trillo en 2035. Todo un largo y costoso proceso de desmantelamiento y gestión de residuos que aun mantendrá en vilo a las poblaciones vecinas de cada central durante los próximos 60 años.
Pero, de aquí al año 2027-2028, la central nuclear de Almaraz sigue acumulando “sucesos” (es decir, defectos tecnológicos), evacuación de residuos al rio Tajo y atmosféricos, así como una falta de cultura de seguridad que, desde sus inicios (1981-83) y según un informe de Adenex, acumula cerca ya de 3.000, algunos de gran trascendencia.
Hoy podemos afirmar que Almaraz sigue incumpliendo determinadas especificaciones técnicas de funcionamiento. La última, relativa a la existencia de un programa de cualificación ambiental de los componentes mecánicos
Desde luego, la responsabilidad del Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) ha variado mucho en estos últimos años, fundamentalmente por las presiones y denuncias del movimiento ecologista, y hoy podemos afirmar que Almaraz sigue incumpliendo determinadas especificaciones técnicas de funcionamiento. La última, relativa a la existencia de un programa de cualificación ambiental de los componentes mecánicos, que lleva sin resolverse desde el año 1993. Es decir, que han incumplido la vigilancia debida de mantenimiento de determinadas piezas, alegando que para ello se provocaban altas dosis radiactivas. Quizá con medidas coercitivas, en su momento, hubiese corregido dicha anomalía, pero unos consejeros demasiado implicados en la industria del átomo lo impidieron.
No queremos, ni debemos, olvidar el mayor fiasco tecnológico y de mayor ganancia económica de la segunda mitad del siglo XX, ni siquiera disfrazado de mix eléctrico por las multinacionales publicas francesas. Se trata de una tecnología atentatoria contra la vida humana por sus efectos a largo plazo, que ni se ve ni se huele, pero que es la que más muertes y destrucción deja en el mundo desde 1945. La energía nuclear nació de un impulso militar y hoy vuelve amenazar nuevamente a todo el mundo. Siempre con incidentes y la que más huella letal, e imprevisible, dejará en el planeta durante los próximos miles de años.