La política económica en esta administración – Grupo Milenio
Ciudad de México /
En ocasión de la 86 Convención Nacional Bancaria, conviene recordar que la nueva política económica en esta administración ha sido exitosa, aún con los dos choques externos fuertes: en 2020 el covid y en 2021-22 el aumento de la inflación global surgida de la excesiva expansión fiscal y monetaria en las economías más grandes, reforzada por la guerra en Ucrania. Y ahora con un tercer choque, el alza de las tasas de interés.
Aún con estos choques, los compromisos del presidente López Obrador se han mantenido firmes: reforzar los ingresos de los sectores más vulnerables; no aumentar la deuda del sector público sobre el PIB, no incrementar impuestos o crear nuevos, limitar al aumento de la gasolina, a la tasa de inflación, reconstruir el sistema de salud, detener y revertir el debilitamiento del sector energético y aumentar la inversión pública, dando énfasis al sureste, pero sin descuidar proyectos estratégicos en el norte, la línea fronteriza y, entre otros, los puertos y aduanas de todo el país.
El ciclo inflacionario nos llevó a acordar voluntariamente con los grandes productores y distribuidores de alimentos dos acuerdos, el más reciente (Apecic) acelerando la apertura al libre comercio de alimentos y otorgando a las empresas partes del mismo permiso para importación de éstos y de los insumos estratégicos sin aranceles ni requisitos regulatorios, que usualmente operan como barreras no arancelarias.
La aportación del gobierno, entre otros, a este Acuerdo, al contener el precio de la gasolina en 2022, evitó, en el pico de inflación, una tasa mayor en 4 puntos porcentuales a la que se registró y consecuentemente un mayor aumento de la tasa, no sabiendo que se venían choques externos muy fuertes como en 2020 con la pandemia, luego, desde 2021, con la inflación y el aumento en la tasa de interés en esa misma o similar proporción, lo que hubiera colapsado el consumo y la confianza de los hogares, así como las ventas de las empresas.
De ahí que la economía haya crecido 3.1% en términos reales, fuera y por encima de las previsiones de arranque de año por el consenso de analistas.
Mantener a lo largo de estos años la deuda como porcentaje del PIB fue un primer acierto, aunque implicó en el inicio marcar una primera gran diferencia con el consenso económico convencional. Este consenso sugería aumentarla para inyectar esos recursos a sostener la demanda, pero seguir esta receta para los países que lo hicieron terminó mal: la crisis del Covid menguó y luego desapareció y la deuda ya había aumentado, desprotegiendo sus balances fiscales para el siguiente choque que ha sido el aumento de las tasas de interés.
Lo nuevo y radical de esta política es ya reconocido por los mercados, quienes siguen siendo casi el único juez confiable para la opinión de inversionistas por estar libre de sesgos emocionales o ideológicos.
En los hechos, el gasto social no bajó con los choques y la caída de 2020, sino aumentó en 3.6% real en dicho año y 16% real en lo que va de la administración. El aumento fue precedido de ahorros a programas para eliminar la capa burocrática. Hoy el gasto en protección social pesa 44% del gasto social e incluye a personas con discapacidad.
Otras acciones, como eliminar el outsourcing aumentó la base empleada mejor pagada en 2.9 millones de trabajadores que antes se encontraban en condiciones laborales precarias.
El salario mínimo hasta febrero de 2023 aumentó 90% real, sin crear el efecto “faro” que muchos economistas previeron. Junto con el resto de medidas, dio solidez a la demanda agregada e indirectamente a la confianza del consumidor, el consumo y las ventas de las empresas.
Y limitar el precio de la gasolina en 2022 como señalé arriba fue viable porque se basó en la reasignación de un exceso de ingreso petrolero presupuestal por los altos precios del crudo de exportación. El ingreso consolidado del Gobierno Federal aún así resultó en un excedente de ingresos de 235 mil millones de pesos incluyendo el ingreso tributario por encima del presupuesto.
Rumbo y percepción
El rumbo está claro y el grado de compromiso de la administración ya no causa duda en los sectores que tienen la decisión de invertir, las empresas que esperaron para aumentar su inversión, las calificadoras de deuda y los inversionistas individuales que representan bolsillos y agendas de inversión profundos. Muchos de ellos han venido a Palacio Nacional desde 2019 y no dejan de visitar al Presidente cada vez que visitan México.
La tarea es mantener esta política y compromisos que tienen un mandato político, dando certidumbre, hoy ausente en estas materias por lo menos en la mayoría de países.
Así como ha habido choques negativos, también hay otros positivos, entre éstos la relocalización de industria manufacturera de Asia a Norteamérica. En nuestros modelos de 2021 en un grado modesto y gradual, relocalizar esas plantas en México daría cuando menos 1.8 puntos porcentuales de crecimiento adicional a la tendencia de los últimos 22 años. En óptimas condiciones, serían 2.8 puntos más. Aún en el rango bajo, esto representa un enorme reto sobre la capacidad de oferta de México, la mano de obra, sistema de salud, educación, agua y terrenos físicos. Hay que prepararse para esto.
Y desde luego hay tareas que tienen que reforzarse y otras que concretarse hacia el final de la administración. México es inagotable en asuntos que resolviéndose nos dan oportunidades hasta ahora insospechadas.
Rogelio Ramírez de la O*
*Secretario de Hacienda y Crédito Público