Tesla tiene un serio problema con las imágenes que generan sus usuarios
En otoño de 2020 unos empleados de la compañía Tesla, revisando imágenes aleatorias recopiladas por sus coches, se quedaron bastante sorprendidos al ver algo exótico en el aparcamiento de uno de sus clientes. Aquel extraño vehículo blanco que veían en sus pantallas no era otra cosa que el coche sumergible que usó James Bond en la película La espía que me amó. Apodado Wet Nellie y construido alrededor de un espectacular Lotus Esprit, se zambulló en el mar conducido por Roger Moore, tras una persecución de película. Lo que no sabían, pero acabaron conociendo aquellos empleados, era a quien pertenecía aquel ingenio. Su dueño lo había adquirido en una subasta a cambio de 968.000 dólares en 2013, y no era otro que Elon Musk… un Tesla había espiado al propietario de la compañía.
El problema no es tanto que el fabricante sepa cosas de ti que te incomoden, sino que puedan utilizarse contra tus intereses, o sin ser demasiado consciente gracias a que diste tu consentimiento. Según una información publicada por la agencia Reuters, cientos de empleados de la compañía californiana tuvieron acceso a imágenes recopiladas por sus vehículos y les dieron un uso indebido.
Tipos zascandileando desnudos alrededor de sus coches, escenas tórridas en aparcamientos, accidentes captados en vivo con niños volando por encima del capó, carreras entre coches, o broncas automovilísticas fueron visionadas. No solo eso. Se hicieron memes, chistes visuales con bocadillos de texto como en los comics, que corrieron como la pólvora por las redes internas de la compañía para regocijo de los trabajadores de Musk.
¿Cómo ocurre esto?
Hace tiempo que Tesla dejó de ser una marca pequeña y anecdótica. Ya es un gigante del automóvil que apunta hacia los dos millones de coches vendidos al año, y cada día están más cerca del nivel de Audi, Mercedes y BMW, que rondan esas cifras. Sus productos tienen más de teléfono inteligente que de coche, y dependiendo del modelo, pueden tener hasta una decena de cámaras de vídeo grabando su entorno hasta cuando están aparcados.
Esto es un logro tecnológico extraordinario, y una senda marcada por la que andan tirando el resto de marcas. El problema es qué ocurre con esas imágenes una vez almacenadas. Tesla aduce que las requisa para mejorar el comportamiento de su conducción autónoma, algo que los propietarios aceptan como cuando decimos que sí al WhatsApp para acceder al micrófono de nuestro smartphone.
A partir de ahí, Tesla se descarga estas imágenes y las aplica a sus procesos de desarrollo. Garantizan que jamás saldrán de sus servidores, y en principio, no se conoce que esto haya ocurrido. Lo que sí se sabe es que estas invasiones de la intimidad han llegado a donde no deberían. El paso necesario para que se terminen haciendo públicas es mínimo y muchos temen que al final acabe ocurriendo, como cuando le pasó al fabricante de los androides limpiadores de iRobot, las populares Roomba.
El caso de la escoba espía
Que nuestros electrodomésticos nos espíen no es nuevo. En octubre de 2020 el Ministerio de Industria y Comercio ruso emitió una extraña alerta. Diversos usuarios habían detectado que sus planchas domésticas daban señales de vida incluso estando apagadas. Cuando las abrieron encontraron micrófonos dentro de ellas. Estas planchas no disponían de un sistema de emisión de datos, pero todas ellas fueron retiradas del mercado. Nada se sabe de las explicaciones que tuviera que dar su fabricante, una empresa china.
Las que sí tienen un sistema radiante que remite los datos recogidos a su fabricante son las escobas robotizadas Roomba. Hace tres años apareció en las redes sociales la imagen de una mujer sentada sobre su retrete, una situación incomodante y poco favorecedora. Por los mismos aparentes motivos que Tesla, Roomba recopila y analiza los datos captados por sus productos. Planimetría de las estancias por las que pasa, horas de funcionamiento, ciclos de carga, instrucciones favoritas de sus usuarios… e imágenes. Porque estos populares dispositivos domésticos disponen de diversos sensores y uno es una cámara.
En la compañía reciben fotografías de gatos discutiendo con el extraño aparato, niños jugando por el suelo, discusiones domésticas o gente haciendo sus necesidades en el baño, que fue lo que ocurrió en esta ocasión. Lo que escapó de las manos de la compañía fue que acabasen colgadas en Facebook. La responsabilidad se achacó a unos empleados venezolanos de una empresa subcontratada como analista, que se saltaron varios protocolos de seguridad, y rompieron las reglas de privacidad establecidas. En principio aparecieron en foros técnicos, pero aquella chica con una camiseta de color lavanda y los pantalones bajados hasta medio muslo acabó a la vista de todos.
La firma iRobot ha sido comprada recientemente por Amazon, y en su momento explicó que este tipo de dato era el propio de modelos experimentales, y sin relación con los destinados al mercado comercial. Pero claro, desde hace tiempo se sabe que el laser de detención de cercanía de las Roombas se puede hackear y usarse como micrófono; de hecho varios servicios secretos lo han utilizado.
La policía alemana contra Tesla
La enorme capacidad tecnológica de los Tesla le convierte automáticamente en sospechosos de espionaje. En China ya hay ciudades y lugares sensibles donde tienen vetado su acceso. El siguiente en unirse a esta cruzada tecnológica ha sido el Landeskriminalamt de Berlín, o dicho en el idioma de Cervantes, la Oficina Estatal de Policía Criminal de la capital alemana. La orden estricta es que ningún coche de esta marca pueda penetrar en los complejos policiales pertenecientes a esta entidad.
La razón es sencilla, y se alinea con la de los responsables de seguridad chinos: temen que las cámaras de alta tecnología de estos vehículos puedan espiar y dar a conocer detalles sensibles como colocación de cámaras, turnos de las guardias, o la distribución de accesos y su protección. En el anuncio se animaba a otros departamentos a revisar sus condicionantes en este sentido, y revisar hasta que punto se pueden conducir vehículos Tesla en sus instalaciones.
Por motivos técnicos las grabaciones de vídeo de la marca se almacenan en sus servidores europeos, situados en Países Bajos. Eso sigue siendo Europa pero ya no es Alemania, de ahí la prohibición, porque son datos que han abandonado su país de origen y a partir de ahí ya no se sabe dónde pueden acabar.
Hay un elemento llamativo en esta polémica y que fue disparado, de forma inadvertida, por uno de sus responsables. Los medios alemanes citan a Thomas Goldack, responsable de la seguridad en el distrito 2 del oeste de Berlín, cuyo vehículo personal es un Tesla. En caso de que hubiese alguna filtración o mal uso de las imágenes, el que hubiera provocado el conflicto habría sido un alto cargo interno, pero de manera inadvertida.
El mundo está cambiando a muy alta velocidad, y la tecnología va a obligarnos a cambiar las reglas; lo que no puede ser es mirar para otro lado mientras ocurren cosas, y la política suele ir a remolque de un mundo condenado a girar. Nuestros representantes necesitan apretar su acelerador. Que sea el de un Tesla o no, ya depende de ellos.