Los Premios Fronteras reivindican el poder de la ciencia y la razón para hacer progresar la humanidad
Un gran poder conlleva una gran responsabilidad. El icónico adagio que el tío Ben repetía a Peter Parker —Spiderman, cuando se transformaba en superhéroe— en la emblemática película de ciencia ficción, ha atravesado también este martes las paredes del Palacio Euskalduna de Bilbao, donde se ha celebrado la entrega de la XV edición de los Premios Fronteras del Conocimiento de la Fundación BBVA. Salvando las distancias, se homenajeaba allí a otra suerte de héroes, los de la ciencia de ayer y hoy: investigadores que acaban de alumbrar los últimos avances científicos y expertos cuyos descubrimientos hace ya varias décadas han ayudado a construir y entender el presente más inmediato. En un entorno para honrar el éxito de excelencia científica, los propios protagonistas reivindicaron el poder de la ciencia y la razón para hacer progresar la humanidad y, de alguna manera, hicieron suyas las palabras del tío Ben con una llamada a la responsabilidad, científica y ciudadana, ante los retos que plantea el futuro.
Ante la adversidad, ciencia y razón, repetían, cada uno a su manera, algunos de los galardonados y personalidades que alzaron la voz en el acto de entrega de unos premios que ya apuntan a ser la antesala de los Nobel: 21 de los galardonados en anteriores ediciones acabaron recibiendo posteriormente algún Nobel. “Buscar pruebas y emplear nuestra facultad de raciocinio es la única manera fiable de adquirir conocimientos y avanzar hacia un mundo mejor”, ha defendido el filósofo Peter Singer, que ha recibido el premio en Humanidades por su papel para extender los cimientos de la ética al ampliar la consideración moral a otras especies. También el doctor en Psicología por la Universidad de Harvard, Steven Pinker, que ha compartido el premio con Singer en la misma categoría, reivindicó los ideales de la Ilustración: “Si aplicamos la razón a la meta de cultivar la prosperidad humana, podemos lograrlo gradualmente. Mi argumento es que se trata de una alternativa humana y practicable a las ideologías destructivas que buscan el sentido en los líderes fuertes, la gloria nacional, la pureza tribal o la lucha entre grupos de identidad racial y sexual”. De Pinker, el jurado de los premios ha destacado sus logros “en psicología cognitiva evolucionista con análisis sumamente perspicaces de las condiciones del progreso humano”. “Su visión de este progreso ofrece una perspectiva optimista anclada en la razón, la ciencia y el humanismo”, añadían.
En la misma línea se ha pronunciado el presidente de la Fundación BBVA, Carlos Torres Vila, que ensalzó el poder del conocimiento como “el mejor instrumento para entender el mundo” y afrontar “grandes disrupciones”, como la crisis ambiental global. “Necesitamos el mejor conocimiento para tomar las mejores decisiones”, ha señalado Torres Vila. La presidenta del CSIC, Eloísa del Pino, también ha valorado que, en un contexto de “crisis climática y energética, tras una pandemia, con el retorno de las ideologías extremistas e intolerantes”, el trabajo de los galardonados contribuye a resolver “problemas como la lucha contra la enfermedad, la conservación de la biodiversidad, la adecuada distribución de la riqueza o la estabilidad de la democracia”. Los premios, que tienen una dotación de 400.000 euros y reconocen las contribuciones de gran impacto en ocho categorías de ciencia, arte y humanidades, los otorga un jurado de expertos internaciones en cada campo. Este año, son 18 los galardonados.
En una ceremonia de elogio a la ciencia, también hubo tiempo para reivindicar, como nombran los premios, el objetivo de cruzar siempre las fronteras del conocimiento. Anne L’Huillier, galardonada con el premio en Ciencias Básicas junto a Paul Corkum y Ferenc Krausz, por lograr la observación del movimiento de partículas subatómicas en la escala de tiempo más breve captada por el ser humano, defendió la búsqueda del conocimiento por la propia “curiosidad” de saber: “Los pulsos de attosegundos no se inventaron ni desarrollaron para resolver un problema concreto, se descubrieron gracias a la curiosidad, y el futuro nos dirá qué repercusión tendrán en la sociedad”.
No siempre está claro qué se tiene entre manos, hasta dónde puede llegar un descubrimiento o para qué puede servir. La paleoclimatóloga Ellen Thomas, premio en Cambio Climático junto a James Zachos por descubrir un efecto invernadero de hace 56 millones de años que sirve de analogía del actual calentamiento global, no esperaba encontrarse con eso cuando lo descubrió y tampoco contaba con que tuviese relevancia práctica para la sociedad, ha admitido durante su discurso. “Me equivocaba, y me equivocaba mucho. Los conocimientos adquiridos estudiando estos mundos del pasado, hoy perdidos, contribuyen en gran medida a comprender nuestro mundo presente y futuro”, afirmó. E insistió, como explicaba en una entrevista en EL PAÍS, en los peligros del calentamiento global actual: “El cambio climático no es un problema para la Tierra. Decir que debemos “salvar la Tierra” encierra una gran soberbia: la Tierra estará bien, como lo ha estado durante cientos de millones de años, pero somos nosotros, los humanos, los que no lo estaremos”.
Ciencia con ética
A propósito de las líneas rojas en ciencia, que también las hay, el ingeniero Alberto Sangiovanni, premio en Tecnologías de la Información y la Comunicación por transformar el diseño de chips, ahora omnipresentes en nuestras vidas, de un proceso artesanal a la industria automatizada, las fijaba así en su discurso de agradecimiento: “A la hora de concebir ideas y darles vida, debemos tener en cuenta la ética y asegurarnos de que nuestras creaciones no perjudiquen a los seres humanos ni al medio ambiente. Estoy convencido de que, para ser sólida, la formación científica y técnica no puede olvidarse de las humanidades; muchos errores cometidos en el desarrollo de sistemas tecnológicos podrían haberse evitado si nos hubiéramos parado a pensar en el alcance de sus consecuencias”.
Precisamente, en pleno debate sobre la amenaza o potenciales riesgos de la inteligencia artificial (IA), el premio en Biología y Biomedicina se lo llevó el buen hacer de la IA en este campo: el bioquímico de la Universidad de Washington, David Baker, y Demis Hassabis y John Jumper, CEO e investigador, respectivamente, de la compañía de Google DeepMind, han sido galardonados por descifrar la estructura tridimensional de todas las proteínas conocidas a través de sistemas de IA. El hallazgo ha revolucionado la biología moderna, más incluso de lo que podían imaginar, ha admitido Jumper: “Es apasionante ver cada día cómo la predicción precisa de estructuras ha expandido o acelerado el alcance de la ciencia”.
En el área de Ecología y Biología de la Conservación, han sido distinguidas Susan C. Alberts, Jeanne Altmann y Marlene Zuk, por sus investigaciones en la ecología conductual y evolutiva de los animales, que ha servido para incorporar el comportamiento social a los planes de conservación de las especies. En Economía, Finanzas y Gestión de Empresas, Timothy Besley, Torsten Persson y Guido Tabellini, por “transformar la economía política” al investigar cómo las instituciones y procesos políticos configuran las políticas económicas, según el jurado. Por otra parte, el compositor Thomas Adès, ha recibido el premio en Música y ópera por reinterpretar la tradición musical occidental con obras que llegan a públicos diversos.
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