La economía española remonta y recupera el tamaño anterior al estallido de la pandemia
Hay que remontarse a la Guerra Civil para encontrar un zarpazo mayor a la economía española que el que supuso la pandemia, que dejó a su paso una contracción del 11% del PIB en 2020. Desde entonces, la actividad ha ido recuperándose —y ha mostrado, incluso, una resistencia inusitada a nuevos eventos como la guerra de Ucrania y la inflación galopante—, pero todos los avances económicos y de empleo en este tiempo venían acompañados de un asterisco: el PIB, la madre de las estadísticas económicas, seguía por debajo del nivel prepandemia, mientras que la mayoría de países del entorno ya se habían recuperado. Tres años y medio después del comienzo de aquel 2020 catastrófico, la economía española ha superado —por fin— los niveles del último trimestre de 2019, según avanza el indicador adelantado de la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (Airef) y confirman a EL PAÍS varios economistas.
Usando como base el PIB del cuarto trimestre de 2019 —equivalente a 100 puntos—, la Airef dibuja una economía española que asoma la cabeza, y sitúa la actividad en España en 100,3 puntos. La recuperación en V que avanzaba en 2020 la vicepresidenta económica del Gobierno, Nadia Calviño, ha resultado más bien en una U. O, al menos, en una V algo asimétrica. La explicación, señalan los economistas, atiende a varios factores: “El golpe inicial fue más duro que en el resto de países”, apunta Raymond Torres, director de Coyuntura Económica en el think tank Funcas, por “unas medidas de confinamiento más draconianas”. Estas, combinadas con el peso de los servicios en la economía española —especialmente afectados por las limitaciones de movilidad— resultaron en un rebote inicial menos acentuado de la economía.
Para Ángel Talavera, jefe de Economía Europea en Oxford Economics, ese impacto inicial, especialmente marcado en el segundo trimestre de 2020, explica “casi exclusivamente” el retraso de España en recuperarse. Pero eso solo fue el principio. Como señala Miguel Cardoso, economista jefe para España en el servicio de estudios BBVA Research, “a esto hay que añadir el impacto del confinamiento sobre el funcionamiento de las cadenas de producción a nivel mundial, que afectó a sectores clave como el del automóvil”. A ello le siguió una crisis inflacionaria, impulsada en un primer momento por los precios de la energía y que se trasladó mucho más rápido a España que en otros países, por su sistema de determinación de precios.
La combinación de todos estos golpes a la actividad ha resultado en que España ha sido de los últimos países de su entorno en recuperar la actividad prepandemia. Irlanda —con un PIB que fluctúa de manera más acentuada por el impacto de las multinacionales, y que ha puesto en duda la legitimidad de este indicador—, fue la primera en conseguirlo. Las principales economías del euro fueron siguiendo en 2021 y 2022, con una excepción: Alemania, que consiguió recuperar la actividad de 2019 en agosto del año pasado, ha vuelto a situarse por debajo de ese nivel, tras confirmarse que entró en recesión desde finales del año pasado. Con España asomando por fin la cabeza, el país bávaro se une así a la República Checa como únicos Estados miembros por debajo de la frontera psicológica del cuarto trimestre de 2019.
Repunte por el sector exterior
Tres años después del estallido de la pandemia, los baches sufridos por la economía española han resultado en lo que podría ser una nueva suspensión. Aunque los economistas no se atreven aún a avanzar un cambio estructural en el modelo productivo español, la resistencia mostrada por la economía está siendo atípica: por primera vez, el PIB crece a pesar de las caídas del consumo, que resiente la inflación y el agotamiento del ahorro acumulado por la pandemia. Para explicar este fenómeno inédito, todos los dedos apuntan a un factor: el sector exterior.
La importancia de las exportaciones en la economía española está en máximos históricos, y ya representa más del 40% del PIB. Además, este apartado ya no solo bebe del turismo, el motor del “milagro español”. Los servicios no turísticos representan ya casi un 9% del PIB. “Hoy, las ventas de bienes al exterior son mayores y, además, más diversificadas, gracias a que algunos sectores han compensado la caída en la producción automotriz, como en sectores intensivos en el uso de energía, o en manufacturas, como el textil o el calzado”, señala Cardoso desde BBVA Research. Además, apunta Torres, de Funcas, la energía, que perjudicó en un primer momento a la economía española, se ha convertido ahora en una ventaja competitiva.
“Estamos en una economía distinta de antes de la pandemia, porque está todavía más internacionalizada”, señala Torres. Para el director de Coyuntura Económica de Funcas, este fenómeno “refleja un cambio estructural que tiene que ver con una reconfiguración de la internacionalización, con un acortamiento de la cadena de suministro, que podría beneficiar especialmente a una economía bastante competitiva como la española”. La apertura, sin embargo, podría haber sido mayor, indica el profesor de Economía de ESADE, Omar Rachedi: el gran número de microempresas ha limitado unas exportaciones que “quizá hubieran sido muy importantes” de haber tenido un tejido empresarial diferente.
Con este impulso, España ha pasado de ser la economía desarrollada más golpeada por la crisis en 2020 a sortear la catástrofe anunciada por buena parte de los expertos el año pasado. Fue una de las que más creció en 2022 —con un avance del PIB del 5,5%— y ahora cuenta con los vientos de las proyecciones a su favor: en las últimas semanas se han acumulado las revisiones al alza de las previsiones económicas, que ya sitúan el avance de la economía española para este año por encima del 2%. El último en revisar sus datos ha sido el Banco de España, que avanza un crecimiento del 2,3% en 2023.
Con todo, la recuperación del nivel bruto no significa que la pandemia no haya dejado sus cicatrices. La economista María Romero, de Analistas Financieros Internacionales, advierte que, aunque España haya recuperado el nivel, “esta fuerte caída ha podido provocar un daño estructural importante” en la economía española, especialmente en el consumo y la inversión. Ninguno de estos dos apartados ha recuperado la fuerza que tenía antes de la pandemia y, lamenta Romero, siguen “muy lejos” de los niveles del cuarto trimestre de 2019. Además, señala el Banco de España en su último informe de situación, la brecha creada en la pandemia entre la economía española y la eurozona podría no recuperarse hasta 2026.
Así, tachada de la lista la recuperación del PIB prepandemia, por delante quedan ahora otros asteriscos al buen rendimiento económico español: a pesar de estar en niveles de ocupación récord, España es el país de la Unión Europea con más paro —en general y juvenil—, según Eurostat. Además, los economistas advierten de que en los próximos meses deberían empezar a notarse los efectos de las subidas de tipos sobre la actividad económica, y avanzan una ralentización inevitable. Tras un año de resistencia feroz a las alzas, la economía se adentra en lo desconocido.
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