La minería aurífera y el delito de ecocidio
En los últimos años ha cobrado fuerza la inclusión de un quinto delito en el espacio de acción de la Corte Penal Internacional (CPI): el ecocidio, entendido (inicialmente) como los delitos contra la naturaleza, los deterioros masivos de los ecosistemas y los “daños graves y duraderos al medio ambiente”.
Se trata de que las prácticas que pongan en riesgo al medioambiente debieran ser consideradas como un crimen contra la humanidad y que en consecuencia se penalice la destrucción de los ecosistemas causada por la acción depredadora de los estados nacionales y las empresas multi(trans)nacionales (y donde las corporaciones de la industria fósil y extractiva acumulan tanto poder).
De acuerdo con Maite Mompó, “cuando hablamos de ecocidio hablamos de un grave daño, una escala superior, de atacar las bases de la vida. Creemos que tiene que estar con los peores crímenes que se pueden cometer”. Es por ello que se busca que el ecocidio sea incluido como el quinto crimen –tras el genocidio, los crímenes de lesa humanidad, los crímenes de guerra y el crimen de agresión– del que se ocupe la CPI.
Apoyamos pues la penalización internacional del ecocidio y la consecuente puesta en marcha de una Convención Internacional sobre los Delitos de Ecocidio para que éste se sitúe al lado del genocidio y los crímenes contra la humanidad, en el derecho penal internacional.
Las violencias de carácter biocida son las que más se ensañan con la naturaleza, con la Madre Tierra, tales como la deforestación de bosques tropicales, la extracción minera y los derrames de hidrocarburos en las cabeceras de cuencas hídricas (acuíferos). Estas industrias extractivas destruyen los ecosistemas de forma constante y continua y, en la mayoría de los casos, quedan impunes (las empresas que realizan actividades ecocidas actúan con una impunidad prácticamente absoluta).
Los vertidos de petróleo, la contaminación del suelo y el agua, la destrucción de los territorios indígenas, los lixiviados de la agroindustria, todo deriva en un mismo resultado: la degradación del medioambiente y los bienes comunes (recursos naturales) que sustentan la vida en el planeta. Urge pues concienciar que “los seres humanos formamos parte de esta cadena de la vida, somos interdependientes y eco-dependientes del resto de seres vivos, y continuar por este camino de destrucción implica un suicidio como especie”.
El ecocidio es especialmente grave en un momento (como hoy) en que la desaparición de la Amazonia continúa imparable, alcanzando ya el punto crítico (de práctica irreversibilidad) del 20% de su superficie devastada. Y es precisamente acerca de la contaminación minera aurífera en la Amazonia que discurrimos en el presente artículo.
Y para ello vamos a sintetizar la conferencia de prensa y presentación del “Estudio de Impactos de la Minería Aurífera en Comunidades Indígenas” por la Central de Pueblos Indígenas de La Paz (CPILAP), la organización representativa de los pueblos indígenas que habitan el norte amazónico de La Paz, el pasado 13 de junio.
La presentación ha sido expuesta por Gonzalo Oliver Terrazas, presidente de la CPILAP, quien expresó que “ancestralmente, los pueblos indígenas siempre hemos habitado en las cuencas de los ríos de la Amazonia norte, hemos vivido y seguimos viviendo. Es por ello que este estudio científico es para ver la afectación de la minería en las cuencas de estos ríos y la penetración hacia los pueblos indígenas. Si bien no tenemos minería en un porcentaje alto en los territorios indígenas, es en la cuenca alta de estos ríos que se ha venido desarrollando la actividad minera. En los últimos años, se ha acrecentado lo que es la minería ilegal y hemos visto que ha habido un crecimiento muy grande de lo que es la minería ilegal”.
El vicepresidente de la CPILAP, Nilo Illumuri, presentó el estudio científico y explicó la magnitud de los daños causados en los ríos de la Amazonia por el uso del mercurio para la extracción del oro en el norte paceño. “Soy del territorio indígena San José de Uchupiamona, mi TCO está dentro del Parque Nacional Madidi. Voy a permitirme presentar los resultados del estudio”:
1. Mercurio por pueblos indígenas.
“Lo más alarmante es que tenemos es la contaminación de nuestros hermanos essejja, quienes tienen una dieta alimenticia que es el pescado (los peces se contaminan con el mercurio desechado a los ríos y sedimentados por la extracción del oro), el consumo del pescado hace que nuestros hermanos essejja puedan tener mayor porcentaje de ppm (partes por millón) de mercurio, estamos con el 6.9% en el pueblo essejja; les siguen nuestros hermanos tsimane con el 6,8%, que está en la zona baja y con alto consumo de pescado; los hermanos mosetene con 4.0%, San José de Uchupiamona con 2,5%; el pueblo tacana con 2,1%; los hermanos leco con 1,2%. Todos por encima de los límites máximos permitidos (de 1,0 ppm).
2. Nivel de exposición a la minería aurífera.
“La población indígena que no hace minería es la que tiene más contaminación. Las comunidades indígenas que habitan en las diferentes cuencas de los ríos son las que están más contaminadas, porque ellos viven en la parte baja, donde (adviene) todo el sedimento de las actividades mineras, que se están realizando en la parte alta. Podemos ver que la contaminación es más grande hacia las comunidades donde no se está haciendo minería, porque ahí se está consumiendo los desechos que están haciendo, en la parte de arriba, la minería mecanizada y la minería artesanal”.
Consecuentemente, la CPILAP propone que: “¡es urgente prohibir el uso del mercurio y luchar contra la minería ilegal y destructiva!”.