Ya hay pruebas convincentes de ondas gravitacionales de baja frecuencia
Por primera vez, un grupo de físicos halló lo que llamaron ‘pruebas convincentes’ de la existencia de ondas gravitacionales de baja frecuencia, ondulaciones en el espaciotiempo causadas normalmente por objetos cósmicos gigantes que orbitan entre sí. Las ondas proceden probablemente de parejas de algunos de los agujeros negros más gigantescos del universo, y han sacudido otros objetos del espacio profundo lo suficiente como para crear una señal sutil que los científicos pudieron captar.
El Observatorio Norteamericano de Nanohercios para Ondas Gravitacionales (NANOGrav) publicó ayer sus nuevos hallazgos, en una serie de artículos, en la revista Astrophysical Journal Letters. El equipo presenta sus resultados al público hoy en la Fundación Nacional para la Ciencia de EE UU (NSF, por sus siglas en inglés) y en YouTube. El conjunto de NANOGrav se ha coordinado con otros colegas internacionales, y colaboraciones de Europa, India, Australia y China, dieron a conocer resultados similares al mismo tiempo. La coherencia entre los grupos da peso a sus conclusiones, según las cuales estas onda, que fueron teorizadas durante tanto tiempo, realmente existen.
“Llevamos 15 años trabajando para encontrar un zumbido grave de ondas gravitatorias que resuene por todo el universo y atraviese nuestra galaxia para deformar el espacio-tiempo de forma medible. Estamos muy contentos de anunciar que nuestro duro trabajo dio sus frutos” declaró Stephen Taylor, presidente de NANOGrav, en una rueda de prensa celebrada el 27 de junio.
Cómo localizaron las ondas gravitacionales de baja frecuencia
La medición de NANOGrav es coherente con las predicciones de la teoría de la relatividad general de Albert Einstein, según Taylor. De acuerdo con esta teoría, los agujeros negros que giran en espiral, unos dentro de otros, deberían provocar ‘arrugas’ en el entramado del espaciotiempo, y esas distorsiones deberían propagarse hacia el exterior a la velocidad de la luz. Pero hace un siglo, detectar algo así desde la Tierra parecía prácticamente imposible. Y, de hecho, esas ondas casi imperceptibles no se encontraron sino hasta 2015, cuando el Observatorio de Ondas Gravitacionales por Interferómetro Láser (LIGO, por sus siglas en inglés), con sede en Estados Unidos, entusiasmó al mundo de la física al descubrir una.
El grupo LIGO, junto con la colaboración Virgo en Europa, encontró desde entonces decenas más, la mayoría procedentes de la fusión de parejas de agujeros negros del tamaño de estrellas, así como un par de fusiones entre agujeros negros y estrellas de neutrones. Pero las ondas gravitacionales que buscan los científicos de NANOGrav son muy diferentes: se miden a frecuencias mucho más bajas y probablemente proceden de agujeros negros masivos, objetos gigantescos que se sitúan en el centro de la mayoría de las galaxias, incluida la nuestra, y que pesan cientos de millones o incluso miles de millones de soles. En las publicaciones de NANOGrav y los demás equipos, los científicos describen sus análisis y muestran cómo las ondas gravitacionales están impregnando el cosmos. También especulan sobre otros posibles orígenes, si es que no proceden de grandes agujeros negros: hay candidatos exóticos, como las cuerdas o la inflación cósmica.
NANOGrav y sus homólogos internacionales, como el European Pulsar Timing Array, midieron la señal de las ondas gravitacionales utilizando púlsares dispersos por la galaxia. A veces llamados ‘faros espaciales’, los púlsares son núcleos de estrellas gigantes muertas que colapsaron bajo su propio peso y se convirtieron en supernovas. Algunos giran cientos de veces por segundo y emiten radiación desde sus ejes magnéticos. Los investigadores utilizan esos pulsos como relojes cósmicos de increíble precisión, que permiten localizar los púlsares.