Adiós al peor consejero de Medio Ambiente de Aragón – AraInfo
Adiós. Adiós al peor consejero de Medio Ambiente que ha tenido Aragón en toda su reciente historia democrática. Joaquín Olona Blasco ha ejercido teóricamente durante ocho años seguidos como tal, desde el mes de julio de 2015, pero en tanto tiempo transcurrido tan apenas se ha encargado de estos importantes asuntos, puesto que sus verdaderas prioridades políticas parecían estar más del lado también de su competencia de la agricultura y la ganadería.
Poco o nada, ha ejercido en lo que respecta a cambio climático, residuos, ríos y aguas, montañas, conservación de la biodiversidad, protección de espacios de alto valor… En todo caso, lo justo y obligado por leyes o directivas de Europa. Así, desde el Gobierno de Aragón que hasta hace unas semanas dirigía el socialista Javier Lambán, este gestor público nos ha ido dejado un legado medioambiental muchísimo peor de cuando entró: de tocineras y granjas industriales, de regadíos y agricultura intensiva, de parajes dañados arrasados, y sobre todo con una borrachera de proyectos de placas solares o parques eólicos polémicos, mal ubicados ante la falta de una planificación estratégica de este sector industrial que ha ido y seguirá irrumpiendo en un medio natural y rural cada vez más vacío de personas y de fauna silvestre. De Olona apenas hay nada bueno que resaltar tras su paso por estos grandes despachos de la capital aragonesa.
Ya cuando fichó como consejero en el ejecutivo autonómico, él mismo anunció que no declararía ningún nuevo espacio natural protegido, «porque no era sensato seguir enfadando al mundo rural». Y así fue: cero pelotero. A pesar de ello, al menos, sí que participó en los actos de celebración del Centenario del Parque Nacional de Ordesa, evidentemente obligado, porque la iniciativa conservacionista ya la tomaban antes otros actores externos como el Rey de España, la Presidenta de las Cortes Española o la Ministra de Transición Ecológica desde Madrid.
Pero este ingeniero agrícola que mucho antes ya defendía a ultranza los cultivos transgénicos, o que antes de aterrizar en su mesa de la plaza San Pedro Nolasco ya apostaba fervientemente por la construcción de grandes pantanos con impacto ambiental grave como Biscarrués, el recrecimiento de Yesa o la presa ilegal de Mularroya, es el mismo personaje que se ha opuesto a la demolición de «presas» en mal estado para la restauración de ríos y riberas naturales, al igual que pregona la ultraderecha de Vox. El mismo que durante el verano pasado, en plena de ola de calor y alarma, no quiso firmar una orden para detener los trabajos el pleno monte con maquinaria, para tratar de evitar incendios forestales tan catastróficos como el de Ateca donde se quemaron 14.000 hectáreas y algunas casas del pueblo de Moros.
El mismo consejero que alentó a los alcaldes de Monegros para que se opusieran al proyecto de crear un Parque Nacional en la mejor estepa de Aragón y del estado. Fue él, Joaquín Olona, quien cesó a una directora general de Medio Natural que hacía demasiado caso a los informes técnicos del Departamento de Medio Ambiente. El que también quería arremeter contra la protección del lobo ibérico, haciendo creer que se apoyaba así a una «ganadería extensiva» que no han tenido ímpetu ni coraje para salvar. Enemigo del oso, también, afortunadamente intocable por la legislación comunitaria de la Unión Europea que reparte dinero. Y así podríamos seguir, puesto que la lista de despropósitos es larga.
De lo bueno especial hecho por él, a favor del medio ambiente en Aragón en ocho años, en dos legislaturas, poco o casi nada se puede contar ni recordar pese a tener un grueso presupuesto anual, apoyado con fondos de Europa. Simplemente, seguir la corriente que ya existía… como ha hecho con el lindano, la gestión de residuos o con la lucha directa contra el fuego. Por el contrario, despropósitos, sí: muchos y graves.
Las bellas montañas de Aragón tampoco le van a estar agradecidas jamás. Como era de esperar, calló con la ampliación de Aramón en Cerler destrozando el valle de Castanesa. Como sus camaradas de filas Javier Lambán o Miguel Gracia, también apoyó la unión de estaciones de esquí de Formigal y Astún con fondos de Europa para turismo sostenible, aunque ello conllevara desfigurar para siempre al valle de la Canal Roya que debería ser parte del futuro Parque Natural del Anayet.
Nunca movió un papel para proseguir con la tramitación del Plan de Ordenación de los Recursos Naturales del Anayet que otros gobiernos anteriores habían iniciado. Y es más, hasta aireó un informe jurídico de su propio equipo de Gobierno para argumentar que este trámite ya había caducado, precisamente por su inoperancia y desidia, y que por tanto las excavadoras, las pilonas o el ruido podrían entrar sin problemas en el corazón de este santuario pirenaico. Y así hizo, fue haciendo de su capa un sayo con los informes favorables del INAGA, el Instituto Aragónés de Gestión Ambiental, dirigido por su colega político Jesús Lobera.
Y no podía despedirse sin un nuevo desaire, negándose a entregar el Premio Aragón de Medio Ambiente 2023 al geógrafo Eduardo Martínez de Pisón, alegando que el Gobierno regional estaba en funciones, cuando otros consejeros sí que resolvieron dar una millonada para la unión de estaciones de Astún y Candanchú.
Insensible, frío, aséptico, apático, indiferente a la protección de la biodiversidad, desconocedor del rico patrimonio natural, desarrollista más propio de políticas liberales que progresistas… Joaquín Olona ha pasado por encima del medio ambiente de Aragón, tal y como pisaba el caballo de Atila. Muchas veces nos acordamos de ese dicho popular que afirma «han puesto al zorro a guardar el gallinero». Pero el pobre zorro, mamífero astuto e inteligente, en verdad forma parte del ecosistema equilibrado. Y, sobre todo, pobre medio ambiente de Aragón tras ocho años de ser maltratado, ignorado y arrasado en más y más rincones naturales, muchos de los cuales nunca ya recuperarán su aspecto y funcionalidad. Allí siempre nos acordaremos del «gran legado» de Olona, una ola de destrucción y de apatía ante la exigencia de los grandes retos medioambientales de la sociedad aragonesa, que en definitiva son hoy los de toda la humanidad que habita este planeta.
Adiós, hasta nunca.