A sus 80 años, Manuel y La Máquina surcan el Golfo de México en busca de pescado
En un mundo de desafíos, a menudo encontramos historias que nos recuerdan que no todos tienen las mismas oportunidades para seguir adelante, sin embargo, la fortaleza del espíritu humano y la capacidad de superar las adversidades impulsaron a Manuel Martínez Reyes, a sacar adelante a su familia.
La localidad La Barranca, municipio de Alvarado, vio nacer a «La Máquina», quien desde hace 66 años surca las olas del Golfo de México, en donde ha encontrado el sustento para sus tres hijos y esposa.
Bajo sus hombros, Martínez Reyes lleva el peso de ser la tercera generación de pescadores en la familia, donde su piel tostada por los intensos rayos del sol y su rostro arrugado son testigos del paso del tiempo.
La vida o el destino no le dio la oportunidad de estar en un salón de clases, siendo la mar su escuela y sus padres y tíos sus maestros de vida.
«No tuve la oportunidad de estudiar, mi familia era muy pobre, además a mí no me gustó la escuela. Yo comencé a pescar en mi rancho en La Barranca, Alvarado. Todos somos pescadores, desde mis bisabuelos, abuelos y mis padres. El destino la vida y la sociedad me ha enseñado a pescar y a trabajar la pesca [….] yo desde antes de nacer ya andaba en el agua».
Con sentimientos recuerda su época de juventud en los ríos y mar de Veracruz, donde lograba capturar hasta tiburones que pasaban los 200 kilos, tan solo a unos metros de las costas veracruzanas.
«Comenzaron a pescar el tiburón con una cadena con eslabones como de pulgada, porque la iban a reventar los tiburones, eso es una gran mentira, nosotros pescábamos con esas cadenitas de perro y nunca las reventó ningún tiburón. Agarrábamos 3 o 4 tiburones de 300 kilos, 250».
Dentro de sus recuerdos, también se encuentra cuando capturó en una temporada de cuaresma casi una tonelada de pez Sierra.
«Ahí en La Barranca en una cuaresma de 6:00 de la mañana a 7:00 o 8:30 tiramos las redes y llegamos a levantar de una sola pieza 900, casi una tonelada de cierra».
Con un poco de algarabía y una sonrisa marcada casi de oreja a oreja, Manuel cuenta la anécdota del día que casi muere en altar mar por pasarse de copas, pues asegura que pasar mucho tiempo bajo el intenso sol provoca que tengas mucha sed y «de la mala».
«Vendíamos todo, no nos quedaba ni una escama, y corríamos a una cantinita que estaba en La Antigua y a tomar aguardiente, en cantando de la vida. Un día nos dijeron de la entrada del norte y nos fuimos rápido a recoger las redes, pero como a casi 100 millas nos agarró el aire con rachas de casi 110 y nos volteamos y nos vamos a pique».
Manuel señala que al momento de voltearse, él y sus otros dos compañeros se agarraron de la boya de la lancha, logrando salir a flote, pero definitivamente pensaron que sería lo último para ellos.
«Traía un muchacho que no sabía nadar, nada, yo solo le dije agárrate de ese tanque y no lo sueltes ni aunque te paguen. Parecía anguilla pegada. Por fortuna unos compañeros a lo lejos nos vieron y nos rescataron, pero igual casi no la contamos, porque el norte nos traía pa todos lados, hasta que nos tiró a la playa».
En sus grandes recuerdos conserva una camisa de color blanca que tiene la leyenda «Machine Crazy», pues asegura que fue muy «desmadroso» en su juventud y lo sigue siendo, aún cuando su caminar es pausado.
A sus casi 80 años, «La Máquina» asegura que no dejará de estar en el agua hasta que «Dios se lo permita» o cuando «ya no tenga fuerzas en las patas».
/lmr