Falleció Clara Aparicio, la de “ojos azucarados” y gran amor de Juan Rulfo
Alondra Flores y Fabiola Palapa
Periódico La Jornada
Viernes 13 de octubre de 2023, p. 3
La mujer de ojos azucarados
a la que el escritor Juan Rulfo escribió poéticas cartas de amor, pasión y ternura, su esposa, Clara Angelina Aparicio Reyes, falleció a los 95 años de edad, el lunes pasado.
He aprendido a decir tu nombre mientras duermo. Lo he aprendido a decir entre la noche iluminada
, escribió el autor a la joven Clara, con quien se casó en 1948 y tuvo cuatro hijos: Claudia Berenice, Juan Francisco, Juan Pablo y Juan Carlos.
La noche del miércoles, la Fundación Juan Rulfo informó en su cuenta de Facebook: El pasado lunes 9 de octubre falleció la señora Clara Aparicio de Rulfo, a los 95 años de edad. Descanse en paz
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La institución publicó también en la red social algunas imágenes de la familia y un fragmento de una carta que escribió el autor de Pedro Páramo: Son las 10 de la noche y se me magulla el alma de pensar que tú algún día llegues a olvidarte de este loco muchacho. No, ahora no estoy triste. Tristeza la de antes de conocerte, cuando el mundo estaba cerrado y oscuro… me hace falta tantita de tu bondad, porque la mía está endurecida y echada a perder de tanto andar solo y desamparado
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La lenta espera
El amor de Rulfo por la adolescente a la que llevaba 11 años comenzó una tarde de 1943 en el café Nápoles, de la ciudad de Guadalajara (local que ya no existe). Juan de 26 años volvió a ver, luego de dos años, a Clara, quien tenía 15. Luego de hablarle y conocerla, le propuso matrimonio y ella contestó que debía esperar tres años; él aceptó. El 24 de abril de 1948 se casaron.
Mientras transcurría la lenta espera, el autor de El llano en llamas escribió a su amada 81 misivas, que fueron publicadas en el epistolario Aire de las colinas, cartas a Clara, en 2000.
Son textos llenos de amor, esperanza, ilusión, vida. Cartas tiernas, dulces y entregadas que sedujeron a Clara Aparicio, quien nació el 12 de agosto de 1928, en Guadalajara.
Desde que te conozco, hay un eco en cada rama que repite tu nombre; en las ramas altas, lejanas; en las ramas que están junto a nosotros, se oye. Se oye como si despertáramos de un sueño en el alba. Se respira en las hojas, se mueve como se mueven las gotas del agua.
▲ Desde que te conozco, hay un eco en cada rama que repite tu nombre; en las ramas altas, lejanas; en las ramas que están junto a nosotros, se oye
, escribió el autor de El llano en llamas a su amada, en la imagen.Foto cortesía de la Fundación Juan Rulfo
En una entrevista con este diario, la esposa del escritor jalisciense expresó: En sus cartas él es el protagonista y yo soy la persona en quien pone su confianza para contar su vida y sus sentimientos
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También recordó la época en que se conocieron: “Yo era una niña, y luego una muchacha cuya vida se desarrollaba alrededor de su familia; iba a la escuela y convivía con las amistades del rumbo, pero, principalmente, con mis tres hermanas, y nos las ingeniábamos para hacer muchas cosas en la casa sin necesidad de salir a la calle; incluso, hacíamos teatro ahí mismo.
En ocasiones mi madre insistía en que saliéramos a la calle para que nos vieran los muchachos; en cambio, mi padre era una persona muy estricta y no le gustaba que jugáramos en la calle, y se preocupaba por saber quiénes eran nuestras amistades. Esa era yo cuando Juan me conoció, aunque no yo a él. Yo lo conocí dos años después, cuando estudiaba en la academia y tenía amistad con muchachos de mi edad. Pero yo era una muchacha exigente a la que le gustaba que la trataran con respeto, y Juan, con todas sus atenciones, su actitud respetuosa, su trato delicado tan diferente a todos, se convirtió en un ideal para mí. Me gustaba caminar junto a él escuchando su conversación
. (La Jornada, 17/5/2000.)
Sobre la correspondencia del autor, Clara Aparicio comentó: “Juan me hablaba con tanta dulzura, como si tratara a una niña. Ahora que veo esas cartas, se me salen las lágrimas. Bueno, estas cartas llegaban a casa cuando yo tenía 15 o 16 años, y mi mamá me decía: ‘Yo las voy a leer primero’. ‘Ay, mamá’, le decía yo. Después, cuando yo las leía, me transportaba a un mundo desconocido”. (La Jornada, 25/5/2000).
Como el aire de las colinas seguirá el amor eterno de Juan Rulfo y Clara Aparicio.