Autora aborda ese espacio de amor y crueldad que se abre entre madre e hija
Anaís Ruiz López
Periódico La Jornada
Sábado 21 de octubre de 2023, p. 3
Al morir su madre, Casandra vuelve al lugar donde vivió su infancia, lo cual detona muchos recuerdos que se van tejiendo con su presente. Ese es el punto de partida del libro Sangre nueva, de Bibiana Camacho (Ciudad de México, 1974), quien explora las relaciones madre e hija, un espacio de mucho amor y complicidad, pero también de crueldad.
En entrevista con La Jornada, la autora detalló que entre ellas había una lucha continua por el afán materno de que su hija hiciera lo correcto, como se lo hicieron a ella; se repiten las acciones y sucesos. Su vínculo es ambiguo, con muchos claroscuros. Mi intención era mostrarlas como en la vida real: ni blancos, ni negros, porque somos un abanico de grises, nos acercamos más a la oscuridad o a la claridad en distintas circunstancias
.
La también bailarina explicó que “todo empezó con una prenda: si miras atrás, ves a quien la usaba. Los objetos tienen vida propia, poseen una carga emocional y simbólica, parece que no importan, pero aparecen en todas las historias familiares. Lo mismo ocurre con los olores, son un recurso sensorial muy poderoso a la hora de traer imágenes o escenas del pasado; eso me hizo reflexionar acerca de la memoria, sobre cómo distorsionamos y ficcionamos nuestras vidas.
En mi novela, el olor siempre está flotando, es la esencia de la mamá que se quedó allí por siempre, como una mano fantasmal que la está guiando y de repente la asfixia un poco, es esa fuerza que habita en el departamento.
La obra (Penguin Random House) relata el regreso de Casandra al departamento heredado por su madre; en ese momento “se percata de que no ha cambiado nada desde que se fue, las vecinas del edificio siguen acechando, ellas son el reflejo de esa sociedad que se mantiene, aferradas a las buenas costumbres y a lo que consideran apropiado. A su mamá le tocó años atrás, ahora a la protagonista, siendo adulta.
“Pensé en esta vorágine social que no te permite ser distinta; tienes que ajustarte a las reglas y convencionalismos que te imponen los demás, no por malicia, sino que ellos creen que así tiene que ser. La mamá se casó siguiendo esas normas, sin amor. Los padres se dan cuenta de eso y no rompen el vínculo, viven juntos porque así debe ser, y no son capaces de tomar un camino distinto. La memoria permite a Casandra cuestionar su dinámica y profundizar; esas preguntas son las que la hacen mirarse en un espejo.
Hay un momento en el que la protagonista no escucha nada; se ensimisma tanto por la avalancha de recuerdos, que le provoca inmovilidad. Incluso ignora a su amiga, Manuela, quien simboliza esa idea de atreverse, de buscar un camino distinto, que aparentemente ya estaba trazado, donde todo se supone que iba a funcionar; quizás era la voz que estaba todo el tiempo dentro de ella
, destacó.
Respecto de la portada del libro, la también autora de Jaulas vacías (Almadía) comentó: la diseñadora representó a las muñecas de porcelana que su mamá solía romper y coleccionaba; al intentar rearmarlas, quedaban monstruosas porque no sabia cómo iban y las pegaba sin armonía; esa fue una imagen que ella recuperó.
–¿Por qué Sangre nueva?
–Los títulos me cuestan mucho trabajo; los nombro al final. Un día se me vino a la cabeza Sangre nueva, pero aún no sabía de qué. Al avanzar recordé lo que decían las vecinas: ‘¡Ay, es igualita a su mamá!’, y pensaba que Casandra sería sangre nueva por su juventud; sin embargo, resultó más adecuado cuando alguien me dijo que las vecinas eran como vampiros, depredaban para adecuar o amansar a una persona a sus modos, para ellas es como un pequeño triunfo.