Delfines rosados del Amazonas, las recientes víctimas del cambio climático
Los delfines rosados son una especie que se pasea naturalmente por el Amazonas colombiano, el río más caudaloso del mundo y cuya extensión abarca tres países. En uno de sus brazos, un delfín rosado muerto flota cerca de la ribera; una vista lamentable pero desafortunadamente habitual debido a la sequía que sufre la selva.
Las agrietadas playas en mitad del Amazonas son la prueba tangible de un verano que hacía décadas no era tan seco. Las dos temporadas de este ecosistema, una de aguas alas que inunda la selva y otra de aguas bajas, son cada vez más largas y pronunciadas, alternando año con año el ciclo natural de su cauce.
La poca agua existente desde el mes de agosto hace que el río se caliente más rápido y tenga menor concentración de oxígeno matando a los peces, alimento de los delfines e incluso de los humanos.
“Con estas calenturas es como si estuvieran en una olla”, cuenta a la agencia de noticias EFE Lilia Java Tapayuri, coordinadora local de la Fundación Omaha después de encontrarse con el delfín rosado muero. La menor concentración de peses también lleva a más enfrentamientos entre pescadores y delfines por la comida.
Aunque los veterinarios no creen que este delfín muriera por la temperatura del río, sino po un encuentro con algún pescador. Recientemente, han muerto 13 delfines en la parte del Amazonas en Brasil, encendiendo las alarmas hasta Colombia.
“Definitivamente el cambio climático nos está golpeando en la cara”, agrega Jimena Valderrama, veterinaria de la Fundación Omacha, organización que trabaja desde 1993 por la conservación de los delfines, los manatíes y otras especies de fauna.
La preocupación es extrema por la llegada del fenómeno de El Niño, que hace prever aún menos lluvia y más sequía en los próximos meses. “El cambio ha sido drástico en el Amazonas en los últimos diez años, antes no se veían esas playas tan extensas“, explica Silvia Vejarano, bióloga y especialista en conservación de WWF Colombia.
Las víctimas: delfines de agua dulce
Los delfines son criaturas sin fronteras, pero cuentan con patrones de permanencia. En el Amazonas existen dos especies: el rosado y el gris, ambas en peligro de extinción según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
El reconocido delfín rosado posee adaptaciones a su hábitat en los ríos y lagos amazónicos que lo hacen único junto a su característico color, además de ser el de mayor tamaño con una longitud de 2,8 metros y 220 kilogramos de pesos. Con un hocico largo y las vértebras cervicales libres le permiten rotar la cabeza.
Tiene además un llamado “melón” en la frente muy desarrollado que usan para la ecolocalización en un río muy turbio como el Amazonas, con visibilidad casi nula.
El delfín gris, por su parte, es uno de los más pequeños del mundo con apenas 1,60 metros y 50 kilos, más parecido físicamente a los delfines marinos con un hocico corto, aletas pectorales pequeñas puntiagudas y una aleta dorsal triangular.
No es normal o común ver delfines muertos, explica Valderrama, quien detalla que el que encontraron bajaba entre los ríos Amazonas y el Atacuari, en una zona donde hay muchos conflictos por pesca.
“En pocos años podemos perder por completo a los delfines de río”, alerta la veterinaria de Fundación Omacha.
Contaminación por mercurio de la minería ilegal, deforestación, conflictos con pescadores, sobrepesca, caza ilegal, proyectos de infraestructura mal planificados, producción petrolera y tránsito frecuente de barcos son algunas de las amenazas que acechan a los delfines de agua dulce.
Pero sin duda, “la muerte de delfines está siendo la señal más tangible del cambio climático”, según Vejarano, con quien coincide Java: “este cambio climático se ha venido haciendo cada vez mayor (…) ya no llueve como antes, el verano es cada vez más fuerte, más largo, la calentura es mucho mayor; lo mismo con las fuertes tormentas”, que han provocado incluso huracanes, y deslizamientos que acaban con los árboles de las orillas.
Los delfines son “indicadores de la salud de los ecosistemas” porque se alimentan de lo mismo que las comunidades. A eso se suma que están en la cima de la cadena trófica, ya que controlan las poblaciones de peces, son un atractivo turístico para la región dejando beneficios económicos y son un ícono cultural.
Las comunidades y cuencas amazónicas tienen en los delfines no solo a unos amigos sino una parte importante de su cultura y cosmogonía; pero ambos enfrentan las consecuencias de un cambio climático que no les da tregua y muestra su cara más perversa, la que amenaza sus alimentos e incluso sus vidas.